Estos ateos creen en algo rigurosamente. Creen en su conclusión de que la religión no es buena ni para el individuo ni para la sociedad, y, aún más, están convencidos que deben promover ese mensaje con acciones concretas. Por eso hace unos días un grupo de ellos se reunió frente al Palacio de Justicia, para hacer visible un mensaje que ya habían hecho llegar, en forma de derechos de petición, a los despachos de los magistrados de la Corte Constitucional, a quienes les pidieron que –en razón de que Colombia es un Estado laico, con libertad de culto, sin preferencia por determinada fe y con pluralismo religioso– el crucifijo tutelar que custodia las discusiones de la Sala Plena sea retirado de allí.
“Considerando el principio de neutralidad de un Estado laico respecto a todas la confesiones religiosas con el fin de no favorecer una sobre otra y en vista de la imposibilidad física que representa poner un símbolo de cada una de ellas en la Sala Plena o de deliberaciones donde se encuentra el Cristo en cuestión, solicitamos se remueva el mismo, de modo tal que la Corte demuestre su imparcialidad respecto a los símbolos y prácticas religiosas sin privilegiar la mayoría cristiana o católica de los magistrados que la componen”, argumentaron en uno de sus escritos.
Los jóvenes formularon una decena de derechos de petición más o menos con la misma solicitud. Pero como algunos anticipaban que la respuesta sería negativa, decidieron salir adelante: piden que en caso de que la Corte se niegue a remover el símbolo católico de la pared, sin menoscabo del derecho a la igualdad, se abra espacio allí a otros símbolos religiosos que den cuenta de la pluralidad religiosa que pregona la Constitución Política de Colombia. Que junto al crucifijo en cuestión se ponga la Estrella de David de los judíos, la Creciente y Estrella de los islamistas, el Visnú venerado por los hinduistas o el ‘Dharma chakra’ (o rueda del darma) de los budistas. Una galería de la igualdad.
Escépticos, descreídos o ateos, no les importa mucho cómo los llamen, estos jóvenes en la capital se vienen organizando en torno a dos grupos que surgieron al mismo tiempo, hace un par de años: la Corporación Bogotana para el Avance de la Razón y el Laicismo, y la Asociación de Ateos de Bogotá. Suelen trabajar en conjunto y tienen los mismo objetivos, promover el pensamiento crítico y materializar todo aquello que pregona la Constitución sobre la división del Estado y la religión en Colombia como país laico. Su activismo se extiende a otras ciudades donde también hay grupos similares como en Pereira, Medellín, Barranquilla, Santa Marta y Bucaramanga. Y la razón de por qué han surgido –aquí y allá– estas colectividades ateas es una misma: Alejandro Ordóñez Maldonado, el Procurador General de los colombianos.
Los jóvenes ateos de todo el país se sienten ultrajados con sus posturas clericales. 'No más teocracia católica en el Ministerio Público', proclaman. “Ordoñez representa muchas de las causas por las cuales luchamos, es prueba de la necesidad del activismo ateo. Irónicamente los activistas hacemos gratis la labor que el Procurador debería estar haciendo desde su puesto”, dice Diego Vargas Aguilar, un bachiller de 31 años que está al frente de una panadería familiar en Pitalito, Huila, y activista de la causa atea desde varios grupos.
El primer grupo que se organizó como asociación formal fue el de Cali. En Bogotá todo empezó hacia el 2012 cuando varios jóvenes se encontraban reiteradamente por las redes sociales y en foros virtuales. Al reconocerse decidieron tener encuentros personales. El primer punto de reunión fue la biblioteca Virgilio Barco donde se juntaban para conversar e intercambiar materiales, libros más que todo: decir ateo es decir “ñoño” a profundidad. Luego de una temporada de reuniones periódicas pero informales, decidieron constituirse como asociación y actuar frente a las acciones del procurador Ordóñez.
En 2013, en colectivo con otras organizaciones firmaron un acuerdo y encausaron a Ordoñez ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, acusándolo de violar reiteradamente la autodeterminación de Colombia como un Estado laico. Ordoñez envió para su defensa a la Procuradora Delegada para la Familia y la Niñez, Ilva Myriam Hoyos, quien argumento que aquello era falso, que en ninguna parte de la Constitución existía la afirmación de que este fuera un país laico y que éramos, más bien, un estado “aconfesional”, así que aquello de la división entre iglesia y Estado no resultaba tan definitivo. Los jóvenes rechazan de plano ese argumento y citan de memoria, como quien predica una oración, la Sentencia C-350/94 de la Corte Constitucional (el máximo tribunal en cargado de velar e interpretar la Constitución) en la que se zanjó que Colombia ciertamente es un Estado laico: “Un Estado que se define como ontológicamente pluralista en materia religiosa y que además reconoce la igualdad entre todas las religiones no puede al mismo tiempo consagrar una religión oficial o establecer la preeminencia jurídica de ciertos credos religiosos. Es por consiguiente un Estado laico”.
Pero para muchos ateos aquello son palabras nada más. Y su objetivo es que se hagan realidad práctica, vivencial. Por eso se oponen, por ejemplo, a los sacerdotes que desbordan sus iglesias y se toman espacios públicos para celebrar rituales campales. El primer caso del que ocuparon ocurrió en Fontibón, al occidente de Bogotá, donde un sacerdote tomó por costumbre dominical celebrar misa de seis de la mañana en un parqueadero público con altavoces. Formularon una tutela y el juez les dio la razón pero ni la Policía ni la alcaldesa de la localidad estaban dispuestas a interrumpir la “sagrada misa” para cumplir la orden. Tuvieron entonces que advertirles de las implicaciones de un desacato para que las autoridades atendieran el fallo. Fue un primer triunfo del que no se enteraron más que implicados y los vecinos que recobraron la tranquilidad.
El asunto les dio para pensar en un caso que pudiera volverse emblemático. Fue cuando decidieron enfrentarse Jesús Hernán Orjuela, más conocido como el ‘Padre Chucho’, y sus multitudinarias eucaristías en el parque de Castilla, Kennedy. Los ateos recolectaron todas las pruebas posibles para demostrar que la misa invadía el parque destinado para la recreación de los niños, que el volumen de los altoparlantes excedía por mucho los decibeles permitidos por lo que resultaba nocivo para la comunidad, y que la actividad religiosa no tenía los permisos legales. El Padre Chucho, menospreciando a su contra parte, decía que no necesitaba más permisos que la bendición de Dios. Los ateos formularon una tutela y se notificaron del poder del padre Orjuela cuando recibieron un primer fallo favorable a él. Pero decidieron apelar y el segundo Juez les dio la razón. Hubo insultos y hasta bronca cuando el padre tuvo que levantar sus corotos. Al final, los ateos se salieron con la suya obteniendo además simpáticos titulares de prensa: “Le pusieron ‘tactiquito’ al Padre Chucho”, “La batalla que los ateos le ganaron al Padre Chucho”.
Aunque este es el episodio más visible, los jóvenes ateos se han movilizado en muchos otros casos. Apoyaron a una madre lesbiana a la que el padre pretendía quitarle la custodia de su hija señalando que sería traumático para la niña enterarse de la condición de su madre. Los ateos estudiaron el expediente y encontraron que la decisión de apartar a la niña se apoyaba en el concepto de una funcionaria del Bienestar Familiar quien respaldaba al padre argumentando que la condición lesbiana no era bien vista ante los ojos de Dios y traía a cuento la historia bíblica de Adán y Eva… “Formulamos un escrito, el juez nos admitió en el caso y terminó dándonos la razón revocando la decisión con el argumento de que el funcionario público debe actuar según la norma y no por lo que le dicte su credo”, explica Ferney Yesid Rodríguez, un joven licenciado en biología que lidera la Corporación Bogotana para el Avance de la Razón y el Laicismo.
Otro caso se dio en un colegio público de la localidad de Kennedy donde una niña de 3º de primaria fue estigmatizada por su profesora porque su padre era ateo. El padre se opuso a que el colegio le ordenara a su hija permanecer de rodillas frente a un altar de la Virgen, como sus compañeritos, mientras aguardaban a que los mayores viniera a recogerlos al final de clases. El padre de la menor argumentaba que no quería que su hija fuera adoctrinada sino que creciera libremente y que más adelante ella misma decidiera en qué creer. Eso produjo un conflicto con el colegio donde la menor fue señalada y terminó expulsada. Los ateos intervinieron con recursos legales y lograron reversar la situación puntal, aunque el juez no atendió la solicitud de darle al fallo alcance general para que en ningún colegio público se repita esa situación. Para lograr esto, los ateos están trabajando en llevar el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
También quieren que se deje de financiar actividades religiosas con los impuestos de los ciudadanos. Así que se oponen a los desembolsos de dineros públicos para cubrir gastos de la tradicional Semana Santa en las ciudades de Tunja, Pamplona y Popayán, en esta última además están actuando para abolir la prohibición de cualquier otra actividad cultural o musical distinta a las que se señalan en la programación de la diócesis para los “días santos”.
Paola Nieto tiene 30 años, es licenciada en filología e idiomas de la Universidad Nacional y siempre que su trabajo como traductora se lo permite, participar de las movilizaciones ateas. Si se le pregunta por qué lo hace puede ofrecer una sarta de respuestas de distintas tesituras: “Una de las principales razones de la violencia en el mundo y específicamente en Colombia es la irracionalidad. Las religiones, y en nuestro contexto la iglesia católica y otras iglesias cristianas, promueven esa irracionalidad. El pensamiento mágico y supersticioso como un valor. Lo peor es que no se queda en el plano de lo privado sino que quieren imponer su visión a todos los colombianos. Que todos vivamos bajo sus parámetros morales. Para esto, se inmiscuyen en las leyes, violando el Estado laico. Hay muchos ejemplos: según las iglesias cristianas ser homosexual es inmoral porque así lo dice su libro sagrado. Como activista atea espero que mi país se rija por la mejor evidencia existente para legislar y decidir si algo es bueno o malo. En el caso de la homosexualidad no hay evidencia de que esta sea nociva”, dice.
Los ateístas ven como un lastre de la Constitución de 1886 que en Colombia las iglesias mantengan gabelas que no tienen la ni educación ni la ciencia. Repiten que es “absurdo” que las iglesias no paguen impuestos ni declaren renta, como sí lo deben hacer, por ejemplo, instituciones como la Universidad Nacional o la Pedagógica, o cualquier otra entidad de educación pública o privada.
En otra ocasión, cuando el pastor y cabildante del partido Opción Ciudadana, Marco Fidel Suárez –quien se autodenomina el Concejal de la Familia– equiparó el ateísmo con una perversión, los jóvenes activistas decidieron ir a visitarlo para regalarle un peluche al que llamaron el “Ateosito”. El muñeco de felpa enarbolaba la colorida bandera gay y lucía un piercing (símbolos que el concejal detesta), además llevaba una petición para Suárez: que por favor abandonara su lenguaje de odio para quienes no comparten su creencia religiosa y que aceptara un debate público sobre la convivencia y la ley antidiscriminación. Los no creyentes aún están aguardando una respuesta.
“Hay muchos ateos en el país que viven en el closet. No lo manifiestan para evitar problemas en el trabajo o con las familias. Nosotros creemos que hay que hacer activismo, levantar la voz para avanzar hacia la laicidad, afirma Rodríguez. El trabajo de los ateos va en dos direcciones: por un lado, acciones para materializar poco a poco la división efectiva entre Estado e Iglesia y, por otra parte, impulsan el pensamiento crítico. Para esto realizan debates, coloquios o simples charlas en las que intercambian libros, documentales, ensayos y demás documentos. El pasado 12 de febrero celebraron el Día de Darwin con una serie de conferencias, y el próximo 24 de noviembre echarán la casa por la ventana festejando un aniversario más de la publicación de El Origen de las Especies (1859), la obra capital del naturista británico, padre de la teoría de la evolución, y uno de los poquísimos personajes que los escépticos siguen con fascinación.
En los últimos días la Corte Constitucional ha respondido a los primeros derechos de petición que formularon los colectivos ateos pidiendo remover el crucifijo del descontento. Y la respuesta –como lo vaticinaban varios– fue negativa. La magistrada María Victoria Calle, presidenta de la corporación, argumentó que el crucifijo tiene connotación histórica para la Corte pues hace parte del recinto desde el primer día en que se sesionó allí, el 7 de julio de 1999, y tiene además un significado cultural pues “fue labrado en madera por un artesano del sector de La Candelaria de reconocido talento”. Los ateos aguardarán a reunir todas las respuestas que ofrezca la Corte y si la negativa persiste llevarán el asunto vía tutela. No les desanima para nada la derrota. Saben que su lucha tomará años, que deshipotecar al país del Sagrado Corazón para hacer de este un Estado realmente laico, es un desafió que apenas empieza.