Los jóvenes no son el problema, son la solución

Los jóvenes no son el problema, son la solución

Ciento cincuenta jóvenes se reunieron en La Vega, Cundinamarca para hablar de sus historias y de las cicatrices que quieren curar y ayudar a sanar

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octubre 07, 2015
Los jóvenes no son el problema, son la solución
Foto: Leider Restrepo

“En el año 2000 un grupo de paramilitares desalojó el pueblo. Muchos se quedaron sin nada, incluso apartaron a 38 personas, las mataron y hasta el sol de hoy no hemos podido hallar esos cuerpos. Había muchos niños, incluyéndome a mí. Aún con temor, los que regresamos hemos tratado de rescatar la cultura y las costumbres de mi pueblo, eso es lo que compartimos el día de hoy”, relata Leandra Navarro en el salón de La Vega, Cundinamarca, donde el pasado 7 de septiembre se encontraron ciento cincuenta jóvenes de todo el país para discutir sobre la paz.

Muchos de ellos hablan el mismo idioma y comparten historias similares. Son conocedores de la violencia, pero gestores del perdón. Por esta razón, a través del arte y la cultura están liderando procesos con otros jóvenes en treinta municipios y tres ciudades, entre ellas Cartagena, Cali y Soacha, acompañando a las familias campesinas que han retornado a sus tierras. Su verdadero hogar.

Leandra Navarro en su discurso/Foto: Leider Restrepo - Los jóvenes no son el problema, son la solución

Leandra Navarro en su discurso/Foto: Leider Restrepo

Leandra llegó desde El Guáimaro, un corregimiento de Salamina, en el departamento de Magdalena, el mismo que presenció una guerra sin razones hace ocho años, y el que hoy es testigo de la memoria y la recuperación de las tradiciones culturales.

Su viaje hasta La Vega tardó casi dos días. Cuando se embarcó en un bus desde Barranquilla hasta Magangué para encontrarse con su hermano, pasó uno de los sustos más grandes de su vida. En el camino, dos tipos se subieron al bus, se pusieron capucha y sacaron escopeta y cuchillo. Los atracaron a todos y a Leandra le pusieron el arma en el pecho porque estaba en el primer puesto del bus. En medio de todo, Leandra cuenta que la dejó más impactada la mirada del hombre que sostenía el arma que el hecho en sí, pues, según ella, vio la tristeza de aquel joven que sabe que no está haciendo bien.

Desde Barrancabermeja y el Magdalena Medio también llegaron otros jóvenes con otras historias y reflexiones como Dirtthy, quien no dudó en señalar:

“Falta mucho para desarticular una maquinaria de guerra, pero falta más cuando nosotros aportamos nuestro cuerpo para que la violencia aseche y gobierne a través de él”.

A esta reflexión, Luz Elena Maken, expuso con dulzura y claridad una de las soluciones al problema; que el afecto tiene efecto:

“Cuando salimos de casa dejamos una parte de nosotros para reencontrarnos en ese lugar donde recurrían nuestros pensamientos y añoranzas. Donde se funden los tonos de piel, acentos, historias, territorios, en el abecedario conocido como el Afecto. Así como la lluvia alivia la tierra seca, a las plantas marchitas, el aguacero del afecto hidrata las esperanzas de los jóvenes”.

Eso es la Legión del Afecto.

Foto: Leider Restrepo - Los jóvenes no son el problema, son la solución

Foto: Leider Restrepo

¿Por qué no soñar con ese país que no hemos podido tener? Quizás en el campo hubo un tiempo libre o en las ciudades, en que las cosas fluían como el agua de los ríos. La gente dejaba las puertas de sus casas abiertas, hablaba con el vecino sin ningún tipo de temor o prejuicio. Incluso se reunían para hacer acciones comunes: para hacer música, para danzar, para gozar. Así se fue dando la música tradicional, al son del canto y del tambor. Por eso la masacre de El Salado, en la que los paramilitares utilizaron la música de estas tierras para hacer una parranda de la muerte, ha sido una de las mayores humillaciones, no sólo contra quienes murieron en sus manos, sino también contra todo un pueblo que se llama Colombia.

A pesar de ello, los jóvenes coincidieron que hay que reconstruir los valores de la vida, a veces despreciada por las causas de la guerra, ante la cual se oponen una legión de personas vitales que, como asegura Bartolo, de San José del Guaviare, disparan el antídoto más potente de todos:

“Mientras algunos disparan con armas, la Legión dispara con cariño, amor; una vaina que usted no puede explicar y libera”.

A esto le aporta el grupo de jóvenes de la legión del perdón y el amor: la Legión del Afecto.

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