El profesor Cardales se sienta casi todos los días, a eso de las 9 de la mañana, en el puesto de comidas de doña Mayo. Usa un sombrero Stingy Brim, bermudas, mocasines, una camisa manga corta y un bigote Chevron lleno de canas, del que se puede estar seguro nunca se ha afeitado. Fue el primer profesor del pueblo, cuando a este solo se podía entrar o salir por mar.
Entre bocado y bocado de patacón y asadura guisada cuenta que, cuando era joven y el pueblo empezaba a llenarse de personas que venían huyendo del hambre de Cartagena, él era el único que sabía leer y escribir. Lo buscaban para que leyera cartas, para que redactara respuestas y para que les contara del mundo en el que habían dejado a sus seres queridos. Dice el profesor que, en vista de todo esto, él decidió estudiar para ser maestro. Tomaba un cayuco a vela y se lanzaba al mar, completamente solo. Duraba 3 días para llegar a Cartagena. Hoy ese viaje dura 6 horas por carretera y 2 horas en lancha.
Después del hambre, los sustos y el esfuerzo, fue el primer docente nombrado por el gobierno en su pueblo. Hoy goza de su pensión. Todos lo saludan y de todos cuenta una historia jocosa, porque han pasado por sus aulas casi los 2.000 habitantes. Se nota a simple vista que vive tranquilo y feliz, dentro de lo que se puede en un país lleno de vicisitudes. Lo logró, su gente lee y escribe, y el liceo gradúa cada año a más de 50 bachilleres.
Famosos influencers hoy ganan cientos de millones de pesos que, en coherencia con su oficio, los invierten en cosas ostentables para seguir vigentes en ese mundo; autos que sus seguidores quisieran conducir, aviones en los que sus seguidores quisieran volar y todo ese reino de lo poseible con el que sueñan millones de personas alrededor del mundo y que sostiene toda una cultura de la ambición y la superficialidad, siendo descriptivo y sin intención de imprimir un tono peyorativo a la escogencia o las preferencias de cada individuo.
Hay controversia por un sistema que no compensa de igual forma todas las actividades. La actividad del conocimiento o de la ciencia nunca ha sido compensada con el dinero. De ser así, los Einstein serían de las familias más ricas y poderosas del mundo o los Newton, o los Tesla, o los Hawking, etc. Solo por nombrar apellidos de los genios más conocidos. El dinero compensa la habilidad para hacer dinero, no la inteligencia, es una conclusión simple.
Al César lo que es del César, se puede resumir. Los que aman el conocimiento, el descubrimiento, el servicio por los demás, seguro que recibirán como pago mucho de eso que aman. Científicos, médicos, docentes, policías, albañiles, carpinteros, reciben satisfacción permanente por un trabajo bien hecho, por trabajar en lo que los llena, por lograr el bienestar de los demás.
Es innegable, por otro lado, que lo justo es que al menos tengan una vida digna y holgada como la que ha logrado el profesor Cardales, pero sin dejar la juventud y hasta la vida misma por tratar de lograrlo. Este sistema de cosas lleva siglos, casi que con el origen de la sociedad existe el acaparamiento de bienes, bienes que, en la mayoría de los casos, no son producidos por el acaparador.
El mundo hoy es más consciente. Se ha dado cuenta de que el primer estadio del materialismo histórico. La esclavitud simplemente ha evolucionado, camuflando su esencia de acuerdo a la época y a exigencias legales redactadas por los mismos esclavistas para mantener en calma la expansiva hacienda. Las protestas, la indignación y la latencia de las revoluciones están al orden del día, es necesario en este grado de evolución hacer un cambio drástico en el sistema. Si no hay equidad e igualdad entre los seres humanos, el ser humano no es viable, es la hora de un mundo tranquilo y suficiente para todos.