Octubre de 2016 se avizora como un mes de inflexión en la historia del conflicto armado. Primero fue la victoria del No a los acuerdos de La Habana por el estrecho margen de 0.43%, resultado que algunos analistas califican como un empate técnico, y que muchos definen como la victoria de la corriente guerrerista dentro de los sectores del No a los acuerdos de paz.
Un resultado insólito para los sectores democráticos de la sociedad, que acariciaban la esperanza de la paz, sin tener en cuenta las grandes mayorías dispersas, desordenadas, apáticas y adormiladas en su accionar político por la anestesia de la guerra. La abstención del 63% en el plebiscito, una prueba de vida o muerte, lo está confirmando con un puño de hierro.
La gente del Sí estaba hundida en la consternación, la incertidumbre y la desesperanza cuando, como por arte de magia, vino el premio nobel de la paz para el presidente Santos. Un nuevo aire se respiraba en el ambiente político. El premio nobel vino como un espaldarazo de la Comunidad Europea en un momento de crisis y desasosiego, a revivir la esperanza de una salida política a la guerra, como diciendo que “nunca es más oscuro que una hora antes del amanecer”.
Fue como una epifanía. Empezaron las multitudinarias marchas de estudiantes, víctimas, indígenas, afros, campesinos, trabajadores informales y desempleados en las principales capitales de la república, pidiendo al unísono “La paz ya”. Era como un resurgir de la nada. Jamás se había visto tanta gente tan distinta reunida en torno a una sola consigna: La paz ya. Sería interesante un estudio a fondo sobre el componente socio-político de estas manifestaciones espontáneas donde estaban presentes los del Sí y los No, marchando unidos con los abstencionistas. Qué maravilla. Impulsados a la acción por un sentimiento profundo de paz. Largas y multitudinarias marchas con flores blancas y camisas blancas en medio del frío y del aguacero. Increíble y emocionante. Desempleados, desplazados, amordazados, vilipendiados, humillados, ofendidos, desaparecidos, asesinados, judicializados y encarcelados, todos a una como en Fuente Ovejuna, estaban marchando los vivos y los muertos como si estuvieran presentes reclamando con su silencio el derecho a la paz.
Entonces aparecieron como por encanto los 400 empresarios que estuvieron ausentes antes del plebiscito. Ahora sí estuvieron prestos con una carta a las Farc, al Sí y al No, “para un acuerdo definitivo, incluyente y sostenible dentro del marco de un “Gran pacto nacional” que conduzca a la unidad de la nación” Y seguidamente afirmando: “ofrecemos nuestro concurso para facilitar, promover y concretar estos necesarios acuerdos que hoy son un clamor nacional”.
Aparece la noticia esperada: Instalación oficial de los diálogos con el ELN el 27 de octubre en Caracas y el comienzo de la mesa de negociación publica el 3 de noviembre en Quito, Ecuador, lo que abre una serie de expectativas positivas para la construcción de una paz integral y duradera. Haber llegado a este acuerdo con el ELN en medio de la crisis con los acuerdos de las Farc, está indicando con claridad que “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”
Y como si todos los factores anteriores fueran poco, el fin de la semana pasada se reunió en Bogotá la Conferencia Episcopal, donde se ratificó la “neutralidad de la Iglesia y sus obispos frente a la construcción de las paz”. Hay que tener la paciencia del santo Job para poder soportar las lamentaciones de Jeremías. La neutralidad en ninguna parte del mundo existe. En un país en guerra, profundamente polarizado, cuando precisamente se está “ad portas” de negociar este conflicto, los obispos católicos, con algunas excepciones, llaman a la neutralidad. Falta de compromiso. Una cosa es respetar la conciencia que ha creado en la gente del común los valores del capitalismo neoliberal, y otra muy distinta es asumir el compromiso con la construcción de la verdad y la justicia entre todos. No parece que hubieran asimilado los mensajes del Papa Francisco. La Iglesia Católica colombiana es producto, en su gran mayoría, de una concepción atrasada y feudal que la están aislando de las corrientes filosóficas y teológicas modernas de la liberación. Apoltronados en su buen vivir y en su calidad de vida, se escudan en un discurso respetuoso, completamente alejado de las realidades más dramáticas de este país. Ahora, cuando la realidad de la construcción de la paz llama a las puertas de los colombianos, la Conferencia Episcopal llama a la neutralidad.
No sé qué estarán pensando las Iglesias Evangélicas. Las respeto, como respeto cualquier manifestación humana, por ridícula que sea. Entre otras cosas, lo ridículo hace parte de la grandeza. Dice un diario nacional que cada día, en promedio, se crea una nueva iglesia evangélica en Colombia. Y que los pastores, no los feligreses, están muy preocupados por el nuevo rol que van a tener como contribuyentes en la reforma tributaria. Prendieron las alarmas y apoyaron el No en el plebiscito. Las cosas de la vida que la gente de la base no quiere ni puede entender, porque el ser humano es una construcción antropológica y cultural, que repite sin descanso los mismos comportamientos animales de su egoísmo genético.
Ahora el Presidente, como un rayo de luz y de esperanza, anuncia la vigencia del cese bilateral del fuego hasta el 31 de Diciembre de 2016. Esperemos confiados que en estos dos meses de infarto los líderes políticos, gremiales y religiosos, además del movimiento ciudadano de masas que debe doblar su presencia en las calles pidiendo la paz como aguinaldo para este fin de año, se pongan de acuerdo para sacar adelante los acuerdos de paz de La Habana.
Es en medio de todos estos acontecimientos que se vienen presentando con una velocidad vertiginosa, donde aparece la joya de la corona: Juan Carlos Vélez, excandidato a la Alcaldía de Medellín y exgerente de la campaña del No, afirma con toda precisión y claridad: “Dejamos de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación. En las emisoras de los estratos medios y altos nos basamos en la impunidad, la elegibilidad y la reforma tributaria, mientras en las emisoras de estratos bajos nos enfocamos en los subsidios. En cuanto al segmento, en cada región trazamos sus respectivos acentos. En ocho municipios del Cauca pasamos propaganda por la noche del sábado centrada en las víctimas”. No obstante lo anterior, todavía hay gente por ahí que no alcanza a entender qué fue lo que realmente pasó con los indignados, verracos y buenos muchachos del “País Paisa”.