El mundo entero tiene sus ojos puestos sobre lo que ocurre en la Amazonía brasileña. Desde hace varias semanas, se han reportado múltiples incendios a lo largo de la selva y el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (IPAM) confirmó que estos han aumentado en un 83% en comparación con el 2018. Si bien de junio a septiembre transcurre la temporada seca en esta región tropical, la acción de los propietarios de la tierra y el desinterés del gobierno de Jair Bolsonaro han contribuido a que se propaguen las llamas. Más de 74 mil incendios se registran desde enero del presente año.
La indignación mundial no se ha hecho esperar. En Brasil, miles de personas se han movilizado para protestar y en otros países se exigen acciones inmediatas para apaciguar el caos que consume al principal pulmón de la Tierra. Y, a pesar de las tensas relaciones existentes en la actualidad entre China y Estados Unidos, el tema que más se discutió en la última reunión del G7 en Biarritz, Francia, fue lo acontecido en Brasil.
El presidente francés Emmanuel Macron instó a Bolsonaro a hacer algo al respecto y lo calificó de “irresponsable” por su pasividad frente a la emergencia ambiental. Luego, anunció la creación de un fondo de 22 millones de dólares, auspiciado por los miembros del G7, para ayudar con la atención urgente a los incendios. Sin embargo, Bolsonaro afirmó que no recibiría la suma hasta que Macron no se retractara, desatando así una confrontación de egos que no ayuda a resolver la problemática.
Mientras todo esto sucede, la selva amazónica continúa consumiéndose. Greenpeace Brasil se tomó la tarea de sobrevolar algunos de los territorios más afectados para mostrarle al mundo la magnitud de la situación. Las imágenes son aterradoras.
