El mundo se cae a pedazos pero ellos siguen tan campantes tomándose selfies, mostrando sus músculos, sus tatuajes, sus videos violando la cuarentena y propagando la pandemia. Si, no hay nada más inútil que un influencer, sobre todo los de Instagram. Hecha a la altura del millennial promedio, esta red ha mostrado su vacuidad, su intrascendencia. No hay información, no sirve para nada. Por eso es usual ver a más de instagramer nadar como un tiburón perdido en el río de Twitter sólo para saber lo que en sus aguas se ignora: que esto no es una bobada, que las cifras de muertos se cuentan por miles, que el sistema de salud colombiano colapsará si no se toman las medidas, que el apocalipsis ha llegado.
El coronavirus acabó con Instagram. Yo abrí cuenta hace un año. Me ha ido muy mal. El modesto éxito que puedo tener en Facebook se convierte en un fracaso rotundo, estruendoso en Instagram. Cuando recién lo abrí creí, como millones de incautos, que podía ser fotógrafo solo por tener un Iphone. Salí al parque, le tomé fotos a una rosa, a un bosque de pinos, soñé que era el reemplazo de Ansel Adams. Nada pasó, siete likes. Hasta ahora creo que tengo 200 amigos y sigo a 5.000.
Claro que hablo desde el resentimiento. Soy gordo, feo y por más filtros que le ponga a la foto se me van a ver los pelos en las orejas. Instagram es para gente hermosa o al menos que se vea hermosa en la foto. Es un centro comercial gigante donde todo pasa y es desechable. Nada perdura. Son despreciados los textos, prima la imagen, el video corto y tonto. Instagram está hecho a la medida de la capacidad de atención que tenemos en los días infaustos del apocalipsis.
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Para informarse la gente ha regresado a ese viejo barrio que es Facebook o a la gran universidad que es Twitter
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Para informarse la gente ha regresado a ese viejo barrio que es Facebook o a la gran universidad que es Twitter. Desde sus casas devoran, en la infelicidad de sus soledades, de su aburrimiento, cuanta bosta sea posteada. Entre más falsa sea la noticia mejor. Delfines en Cartagena, Ciervos en la séptima, un complot judío para acabar con el mundo, el virus que fue inventado por científicos chinos para que el mundo sea rojo. Cualquier tipo de información, de la buena o de la mala, sirve para no enloquecer.
Entonces les digo, si quieren seguir siendo imbéciles en Instagram háganlo. Tómense todas las selfies que quieran, hagan lo que necesiten para no enloquecer. Se vienen días muy duros, días en donde sufriremos los 30 años de un neoliberalismo descarnado, criminal, que llegó con César Gaviria y se resiste a irse. Ese virus, combinado con el covid-19 acabarán con el país que hasta hoy conocimos. La vida es muy corta para que un gordo como yo los critique.
Pero si se ven como tremendos imbéciles tomándose selfies con los jinetes del apocalipsis detrás de ustedes.