A finales de Marzo pasado Amazon Prime estrenó Swarm (enjambre) una comedia de terror surrealista con Donald Glover (Atlanta) como co-creador y trata sobre una fan de una super artista llamada Ni´jah en clarísima referencia a Beyoncé, que se convierte en una asesina en serie porque va matando a cualquiera que critique a Beyoncé, perdón, a Ni´jah. Glover explora y critica el obsesivo mundo de los y las fans de artistas como BTS o Taylor Swift que son conviertidos en sus dioses, y de paso en una religión que ataca en manada (o como un enjambre) a gente que expresa públicamente que no les gustan los artistas que ellos idolatran; se consideran a si mismos como “abejas obreras que defienden a su abeja reina”.
Por fans así es que Jhon Lennon fue asesinado, en este caso porque el Beatle traicionó unos principios retorcidos que tenía su verdugo, menos mal no había Internet y redes sociales que ventilaran cualquier cosa que hacían o decían las estrellas en esa época, tal vez nos hubiéramos quedado sin los Stones, o Black Sabbath, porque religiosos y/o republicanos trastornados e iracundos llamarían a sus adeptos en Twitter a “tomar acciones “por canciones como War pigs o Sympathy for the Devil. O sin Led Zeppelin porque la comunidad afroamericana gringa los trataría de cancelar por apropiación cultural: “no toques nuestros Blues con tus sucias manos blancas”. De la que nos salvamos.
Es complicado el asunto para los artistas hoy, por un lado, sus millones de club de fans alrededor del mundo agotan la boletería para sus conciertos en segundos, crean tendencias en redes, revientan los contadores con millones de visualizaciones los videos de You Tube , y por otro lado les toca contratar sendos esquemas de seguridad privados para protegerse y gastan cientos de miles de Dólares en Abogados para convencer a jueces que impongan órdenes de restricción a sus fans que ingresan ilegalmente a sus mansiones solo para verlos dormir o tomarse selfies a las malas. Una absoluta locura.
Hay una banda que nunca ha venido a Colombia y que si viene hipoteco mi casa para comprar la boleta, se llama Tool y nos detesta a nosotros sus fans, nos califica como “insufribles” y agregan “búsquense otro Dios, ilumínense”. Eso me encanta, no hacen música para complacernos, no ligan su creatividad a nuestras expectativas, se toman el tiempo que se les dé la gana entre un álbum y otro (eso no es tan chévere) pero siempre vale la pena la espera. Es más, hay una canción dedicada a un fan que los acuso de vendidos, acá un extracto de la letra:
Conocí a un chico que tenía unas Vans/ Levis 501 y piercings en los pezones y un tatuaje que decía que era fan de Tool desde el ´92/ y entre sorbos de gaseosa nos dijo que nos estábamos vendiendo y se la estábamos chupando a la disquera/bueno te voy a dar un consejo amiguito, antes de señalar con el dedo deberías saber que yo soy el jefe/compra mi álbum, cambia de dirección tu dedo y apúntalo hacia tu culo.
Bueno eso pasa con los fans y los artistas en el primer mundo, y que pasa en los países subdesarrollados o “economías emergentes”? pues que así son: Fans subdesarrollados o de clases medias emergentes: En Hip-Hop al parque se descosen a puñaladas entre pandillas o parches rivales, en conciertos de Jonny Rivera o cualquiera de esos cantantuchos que le hacen albums enteros al alcohol y al despecho les dan con la boleta a sus conciertos media botella de Aguardiente, y a la media hora vuelan sillas de plástico en todas direcciones y esas mismas botellas se estallan en las cabezas de los beodos asistentes. La clase media emergente, esa que tuvo padres trabajando en talleres de mecánica y madres de muchachas del servicio, sus hijos e hijas entonces se queman las pestañas estudiando, logran entrar a una universidad, se gradúan y consiguen trabajos medianamente bien remunerados, se compran un carro gama media, cuando viajan a algún lado postean los tres golpes diarios, el hotel, todo, pero es que hay que mostrar que rompieron el círculo de la pobreza, no hay mucho tiempo de convertirse en fan de alguien. Algo si heredaron de sus padres y es de una Colombianidad por antonomasia: El físico terror a hacer cualquier cosa en silencio, necesitan un sonsonete todo el tiempo que los acompañe y que mejor que “Radio uno, la de uno” y su infernal chiflido o cortinilla posterior. (consejo de supervivencia básica, si ud va por un barrio de dudosa reputación y oye ese chiflido, agarre duro su celular y corra por su vida) Y que música transmite esa mierda de emisora? Pues la de mamarrachos prefabricados como Sebastián Yatra, y ahí cae la clase media emergente ya con acceso a Internet , el algoritmo les arroja a ese baboso y sucede la química instantánea “Mi pedazo de sol, la niña de mis ojos, la que baila Reguetón con tacones rojos” ya, atrapados(as), de ahí en adelante consumirán ávidamente cuanta estupidez publique el cantante de marras: Con quien sale o no sale, si abrió una puerta, si tiene diarrea, si va a la playa o a la montaña y así hasta el infinito. Ah, y en los conciertos terminan viendo todo el show por la pantalla del celular, no disfrutaron nada, pero es que había que grabarlo para subirlo a You Tube.
Si nosotros saliéramos tan solo un poco de nuestras burbujas musicales (Keith Jarrett, Miles Davis, Dead Can Dance para hacer yoga, Charly Garcia, Tool o yo que sé, lo que los haga sentir más cultos) nos pillaríamos que el gran formador del criterio musical de millones de personas en este peladero se llama Radio Uno y todos los Sebastianes Yatras que quepan en su parrilla de programación, así estamos y estaremos quien sabe por cuantas generaciones más.