Es muy grato y hasta esperanzador, cuando ilustres personajes de la vida pública como artistas, eruditos, deportistas, educadores, políticos de la vieja guardia, jóvenes promesas, y gente del común, se atreven a opinar sobre la realidad del país, y sobre los acontecimientos que están llevando a nuestra sociedad a su desfiguración axiológica y la desintegración total.
A la vez, es irónico y triste, saber que esas mismas personas que se dan golpes de pecho de ser defensores de los derechos humanos, de ser personas justas, respetuosos de las normas, conservadores del ambiente, y ante todo ciudadanos que siempre velan por el bien común, sean las mismas personas que a la hora de tomar las decisiones que les permita poner en práctica lo que profesan, se hagan los de la vista gorda o simplemente traten de justificar sus acciones con argumentos pobres, que a la postre no son más que un colchón de algodón de azúcar.
Y, es que la verdad de todo esto no es un tabú, la realidad es más simple de lo que parece, somos herederos de un sistema que reconocemos, es lesivo para el pueblo, pero que en cierta forma conviene a aquellos que no tienen ningún problema en vivir una doble moral, a los que de una u otra forma obtienen beneficios a merced de los demás, a esas personas que a al momento de poner sus necesidades sobres las del resto, no dudan en inclinar la balanza a su favor; estas personas son aquellas que en épocas electorales, meten sus “IDEALES” en un congelador, lo hacen porque saben que después de esas coyunturas, las cosas siguen su rumbo y deben continuar manejando su doble moral y su discurso reforzado lleno de falacias; o quizás simplemente lo hagan, para evitar confrontaciones contra su propia consciencia.
Aunque sinceramente no creo que estas personas tengan claro cuáles son sus “IDEALES”, más bien pienso que estos se han ido acomodando en el tiempo, según sea la situación o las ganancias que genere un nuevo cambio. Una muestra de lo que digo, se evidencia en las alianzas políticas, aquellos partidos que antes se mataban entre sí, defendiendo sus ideales, hoy se unen para repartirse la tan mencionada mermelada, y cada vez aparecen nuevos partidos políticos con nuevos ideales, liderados por los que en otrora defendían cierta causa.
Entonces, qué pena me da con aquellos que hoy guardan en el congelador, los supuestos ideales, que los define como personas sensatas, que expresan su indignación por los atropellos que es sometido el pueblo, por el autoritarismo del sistema, por la injusticia social, por el modelo económico, por el desempleo; esas personas que hoy dicen apoyar a los verdaderos representantes del pueblo, a los hombres y mujeres que pelean a capa y espada por nuestros derechos. Esos derechos que nosotros mismos vulneramos a la hora de decidir en una urna electoral, el futuro a corto, mediano y largo plazo; futuro que no es más, que una proyección de un presente, caracterizado por la falta de sensatez, por la imposición del mal sobre el bien, por el egoísmo de pocos sobre muchos, por la carencia de valores en nuestra sociedad, y por la falta de verdaderos ideales.
Rafael Antonio Zumaqué Díaz
(Loez Zenú)