Qué vergüenza, que pobre, que precario, denigrante, indigno, infame…
La dicha y la desdicha parecen haberse juntado en un solo recinto. La desvergüenza ponderada por nuestros padres de la patria se tomó las pantallas hace dos días y la novela continua.
Y claro, si lo que los colombianos vimos fue casi una novela mexicana que duró todo el día. La guerra de los odios, una contienda anti-democrática que solo demuestra la vituperante fuerza de la política sucia e inescrupulosa. El debate sobre el paramilitarismo terminó siendo un reflejo de lo que se augura para este congreso que no promete nada más que discusiones de un pasado en el que todos tienen algo que esconder.
Uno en realidad no se imagina al parlamento francés o al Bundestag en esas. Qué triste, se ve que a unos políticos sin política ni diplomacia que se tomen los medios para protagonizar tan bochornoso acto que debería causar indignación en vez de aplausos.
La huida de un senador que pareciera ir a acusar al otro con mamá corte suprema y el pudor al aire de otros que a herida abierta exclamaron exorbitantes discursos ante el silenciado aparatoso y obligado del director de orquesta. Mientras, el pobre capitolio nacional veía pasar a ellos y aquellos y me imagino, justificaba el subdesarrollo inducido en que nos tienen.
Estos honorables sin honra, posterior a tan agobiante día plantean ejecutar otro debate. Yo si tengo que reconocer que me divirtieron mucho, solo faltó que Serpa dijera “Mamola” o que Uribe le tirara los huevitos de la seguridad insegura a Cepeda. Queda entonces comprobado que este país es biche, que 200 años es muy poco, y que aparentemente necesita escenarios y protagonistas serios para entrar a tocar temas como estos.
Ojalá el desenlace y el balance que deje todo esto sea positivo, de lo contrario seguiremos siendo los mismos “Iguazos” como lo mencionara el célebre programa de Martín de francisco.
@DayronReyess