La lucha por los derechos de las minorías en todo el mundo ha llevado a la consolidación de organizaciones y políticas en favor de las diferentes etnias, la infancia, la comunidad LGBTI y no en menor medida de las mujeres. Todas estas absolutamente justas y necesarias en lo ateniente a la protección y garantías de que deben gozar dichos grupos humanos.
Pero a la par del surgimiento de dichas políticas y organizaciones parece surgir en el imaginario colectivo una visión errónea, y es frente a que; o mejor quienes se deben proteger a esas gamas vulnerables de la sociedad. Y a este respecto pareciera existir un acuerdo tácito en el sentido de que la protección no solo es frente a los poderes públicos y privados, sino también frente a otra amplia gama de la población, y esta no es otra que los hombres heterosexuales de entre 18 y 60 años de edad por lo que estos últimos constituyen más una amenaza de violación de derechos, que sujetos que deban ser protegidos en los propios, y por ende no son vistos como actores a quienes el trato igualitario deba ser garantizado.
La hipótesis anteriormente expuesta podría parecer exagerada, injustificada e incluso para algunos ridícula ¿Por que razón habría que garantizársele un trato igualitario a estos hombres fuertes que parecen concentrar todo el poder en la sociedad? Pues podríamos comenzar echándole un vistazo a las cifras de abusos en los que comúnmente se asocian a las mujeres como victimas. Estas nos dicen que por ejemplo en el departamento de Antioquia 8 de cada 100 denuncias de violencia intrafamiliar son realizadas por hombres y que a nivel nacional el 9% de las violaciones denunciadas son cometidas hacia estos.
* Cifras 2012 unidad de victimas
Existe consenso en que la gran mayoría de estos abusos son cometidos hacia las mujeres, pero también la existe en cuanto al hecho de que muchos hombres no denuncian por temor a la estigmatización social y demostración de debilidad que supondría en una sociedad tan machista como la nuestra, reclamarse a si mismo como victima de alguno de estos actos por lo que las cifras reales deben ser mucho mayores.
En los ataques con ácido por ejemplo (otro acto donde comúnmente se asocia a las mujeres como únicas victimas) cuyas consecuencias son inmediatas y no existen tabúes en torno a la denuncia. Las cosas son un tanto más consecuentes con la realidad. Según en informe, revelado por medicina legal, del total de víctimas que se han registrado por esta modalidad desde 2004, 565 son mujeres; mientras que 361 es la cifra que representa a los hombres que han sido agredidos. Sin embargo ni las políticas públicas, ni las organizaciones existentes brindan mayor acompañamiento al creciente número de hombres atacados.
Dejando de lado los abusos de carácter delictuoso de los cuales ya dejamos claro, son victimas tanto hombres como mujeres, existen otros campos donde el trato igualitario hacia el hombre es prácticamente inexistente, empezando por el laboral. Basta con ver los avisos de empleos en periódicos y portales web donde es cada vez más común ver una nota entre paréntesis al lado de los mismos que reza “solo mujeres” o cuyo enunciado deja entrever que no será tomado en cuenta ningún aplicante del llamado “sexo fuerte”. Estoy bastante seguro de que las organizaciones feministas pondrían el grito en el cielo si el caso se diera al contrario. Y esto ocurre no solo en trabajos como secretarias o asistentes personales (que valga decir podrían también ser perfectamente desempeñados por hombres) sino en una gran diversidad de cargos de carácter administrativo y asistencial. Y como si fuera poco se crean leyes de cuotas y estatutos en las empresas donde debe existir un porcentaje mínimo de mujeres lo que genera por defecto la existencia de cargos inaccesibles para los hombres, en lugar de competir por los mismos en igualdad de condiciones ya que la mayor fuerza y resistencia física del hombre, aspecto en el que se escudan muchas de estas regulaciones, no representa ningún valor cuando lo que se requiere de nosotros son competencias cognitivas en los que hombres y mujeres tenemos diferencias mas de forma que de fondo.
Otro escenario en el que resulta altamente frustrante ser hombre es cuando después de una separación se disputa la custodia de los hijos en las llamadas comisarías de familia. El hombre debe probar que la madre es una autentica desalmada y que tiene a los niños viviendo en la absoluta miseria para tener siquiera una oportunidad de obtener la custodia de los menores, y no en pocas ocasiones lo único que logra es que le embarguen la mitad del sueldo y le permitan visitas cada 15 días.
Si juntamos todos los factores de carácter legal social y cultural que están generando desventajas para la gama de población objeto de este artículo no es de extrañar porque hoy las mujeres tienden a tener un nivel de vida superior al de los hombres de una misma familia. No existen (que yo sepa) estudios al respecto, se trata de una observación informada al analizar este aspecto en familias allegadas y la mía propia. Se podrá decir que las mujeres son mas dedicadas y responsables con sus proyectos personales, y probablemente tengan razón pero lo que también es cierto, es que la sociedad en su conjunto plantea cada vez mas un campo de juego desigual para el hombre.
Estoy seguro que lo aquí argumentado despertará una airada reacción de los defensores de esas otras gamas de la sociedad. Pero lo central de este escrito es el planteamiento en el sentido de que la protección de derechos y trato igualitario a otros segmentos, no tiene por que implicar la desprotección y desconocimiento del hombre como sujeto de esos mismos derechos.
Así pues en esta época de derrumbe de paradigmas, esta idea de la no necesidad de velar por el trato igualitario al ser masculino entre 18 y 60 años como resultado de una sociedad tradicionalmente patriarcal donde él no se cansa, si esta triste se tiene que tragar las lagrimas, y si el barco se hunde se debe hundir con él, debe revaluarse si queremos construir una sociedad realmente justa para todos.