Personas sin autoridad ni intelectual ni ética destilan veneno en la prensa hegemónica contra la Ministra para ocultar el desastre que dejó Iván Duque en materia de tarifas de energía y costos de los combustibles.
Las élites económicas y sus megáfonos –sus medios sumisos– tienden cortinas de humo sobre las denuncias hechas por la funcionaria y el Presidente en el sentido de que el régimen de Duque dejó un déficit de $34 billones en pagos de la llamada estabilización de precios de los combustibles.
Y legó un desastre por su contubernio con las empresas privadas de energía, a las que se dedicó a beneficiar con sus títeres en la Creg, en detrimento de los bolsillos de los más pobres, que están desvencijados por los costos astronómicos de la luz eléctrica en todo el país.
Ahora, al nuevo gobierno le toca solucionar los daños causados por Alí Babá Duque, en dolorosas decisiones de contenido fiscal que tratan perversamente de utilizar políticamente los mismos ladrones que las originaron.
Está en marcha la vieja ardid uribista: incendiar la pradera para luego llegar con los “bomberos” y fungir como falsos salvadores, cuando en realidad son los pirómanos más feroces, con las manos anegadas en gasolina.
Por eso no hay que dejarse entrampar por la jugada del alumno de Uribe, que se pasó cuatro años aprendiendo de marrullas. Ahora los viudos del poder pretenden encender en llamas el país.
La ministra Irene habla con solvencia e independencia sobre los asuntos de fondo del problema energético y ambiental, no solo porque es una académica preparada (doctora en geografía política, docente de la Universidad del Valle), sino porque su propuesta conceptual no es la de los viejos y carcomidos poderes petroleros.
A éstos les causa urticaria su filosofía de trabajo comprometido con las comunidades segregadas y violentadas históricamente por los detentadores tradicionales del cielo y de la tierra.
Las élites colombianas no terminan de darse cuenta de que se está construyendo un nuevo poder, porque ellas perdieron el 19 de junio, y que el nuevo gobierno, precisamente, desenmascara las intenciones de quienes pretenden domesticarlo.
Por eso reclaman técnicos, no académicas; ingenieros, no filósofos, en otras palabras, lo que buscan es amanuenses de las oligarquías, mandaderos que les manejen “bien” su negocio.
Y a eso no llegó Irene Vélez al ministerio. El gobierno del presidente Petro es distinto a los precedentes.
Con la ministra las élites se equivocaron: su participación en el gabinete del cambio no es por figuración personal, sino por compromiso social y político con el pueblo. Entonces, no podrán ni callarla ni cooptarla.
Además, grupos delincuenciales de la minería ilegal aúpan la campaña de estigmatización, porque la funcionaria pisa callos y porque esas bandas, que obtienen recursos multimillonarios, ven en peligro sus privilegios por la revisión de licencias de explotación de recursos.
La lupa inquisitorial
La ofensiva contra la ministra viene de tiempo atrás, desde cuando quisieron cuestionarla por su posición frente a la ciencia hegemónica y, luego, porque usaba tenis en vez de tacones… ¡Qué tal esto!
Después, porque habló de la teoría del decrecimiento económico, frente al consumismo devorador de los países desarrollados, en medio de mineros que de lo único que saben es de escarbar la tierra y de apropiarse de las aguas para quedarse con el oro y todos los minerales.
Lo dijo, asimismo, en medio de la ignorancia promedio que caracteriza al periodismo en Colombia, donde se cumple el viejo adagio según el cual aquí muchos de quienes se dicen comunicadores son “un mar de información con un centímetro de profundidad”.
No hay día en que no hurguen en los gestos, las intervenciones, las palabras, las sílabas de la ministra... Están a la caza de lapsus y gazapos, de cualquier mínimo detalle… Se volvieron buscadores de nimiedades, sembradores de odios.
El afán amarillista y el matoneo consumen a periodistas y congresistas de la oposición de derecha, y a algunas personas que se dicen alternativas y de izquierda. Tibios, al fin y al cabo.
La lapidaron porque leyó unos párrafos de su informe ante la Cámara de Representantes, incumpliendo la sacrosanta y anacrónica Ley 5ª. de funcionamiento del Legislativo, que prohíbe leer, lo que sí le permitieron al paramilitar Salvatore Mancuso y a sus secuaces, cuando hablaron allí, en épocas de Álvaro Uribe.
La lupa inquisidora está puesta sobre una ministra íntegra y competente, que no se arredra y persiste respondiendo aquí y allá, con autenticidad y decoro, en medio de la maratón de citaciones en el Legislativo, más orientadas a demolerla que a dejarla hablar.
Encendieron la hoguera feudal contra Irene, pero poco a poco han ido apareciendo las voces de respaldo y solidaridad con ella, entre hombres y mujeres del pueblo, entre profesoras, ministras y congresistas.
No entre quienes caen en la trampa de la narrativa sensacionalista y morbosa de los medios del sistema capitalista, sino entre muchos seres del común que no se suman a esa campaña infernal.
Este jueves 15 de septiembre, Irene Vélez dio muestras de su liderazgo al lograr, con otros funcionarios del Gobierno Nacional, y luego de más de 20 días de protestas, un acuerdo con la comunidad de El Guavio que reclama vías pavimentadas, y se evitó así un apagón masivo en parte del país por la imposibilidad de acceder a la hidroeléctrica.
La dignidad con la que ha sabido afrontar la lapidación mediática y enfrentar la prédica de todos aquellos que están detrás de la hoguera habla del ser humano noble que es usted, ministra. Y no está sola. Los del pueblo, las aulas, la barriada, la loma y los ríos están con usted.
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