Los hijuepapis, “güeón”
Opinión

Los hijuepapis, “güeón”

Por:
marzo 12, 2015
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Nada mejor para darse a conocer que protagonizar un escándalo o una tragedia. Que sea lo uno o la otra, depende de los presuntos implicados. Las peleas en zonas rosas o en clubes sociales o en restaurantes de Brasil en pleno Mundial de Fútbol, por ejemplo, fijo se dan entre ciudadanos de estrato seis hacia arriba. Los derrumbes, los incendios, las inundaciones, por ejemplo, entre los de estrato tres hacia abajo. (Los de la mitad llevan del bulto, pocas veces son noticia). Así lo ha determinado la dinámica de una sociedad que se deslumbra con apellidos, apariencias, cargos, chequeras, rancios abolengos.

Por eso —partiendo de la base de que Nicolás Gaviria no es más que una nueva versión de la fanfarronería registrada del concejal Martínez, el alcalde Orozco, el congresista Merlano, el exsenador Moreno de Caro y otros—, no dejo de hacerme preguntas frente a las reacciones suscitadas por el #UstedNoSabeQuienSoyYo que ha dado la vuelta al mundo del pico de twitter. Está bien que ya no haya nada oculto bajo el sol, gracias al papel de Gran Hermano que desempeñan las cámaras de los smartphones y replican las redes a velocidades que harían volver a hacer morir del susto a George Orwell. Expresar la indignación, como dice Mockus, es saludable y conjura la violencia; si no se sale de madre, complemento yo, y desemboca encibermatoneo, que para eso nos tenemos confianza. Hay acciones que merecen, al menos, una sanción social. Solo que de ahí a rasgarse las vestiduras y clamar justicia al cielo, cuando son tantos los rabos de paja que se mueven en el ambiente…, daría risa si no fuera patético.

Porque es que los hijuepapis no son una tribu urbana de reciente creación, son los de toda la vida; pasa que ahora han cobrado mayor visibilidad gracias a las apps de teléfonos y tabletas. Y aunque sus máximos exponentes son señoritos de la capital, en todas las ciudades los tenemos —la hijuepapez es contagiosa, “güeón”— y de todas las edades: de cero a siempre. Les gusta hacerse notar. Irrespetan las normas e insultan a quienes las respetan; toman trago y dan rienda suelta a la egolatría; la moda los victimiza a punta de marcas; coleccionan selfies y las ponen a circular. No presentan entrevistas sino castings, en sus basureras no dice “aseo” sino “osea” y no mandan “a la mierda” sino al Chocó. Y, lo más característico, están convencidos de que no hay nada que el dinero no pueda comprar.

(Una pincelada de subcultura general, proveniente de frikipedia: “Los gomelos chibchombianos son parientes cercanos de los pijos de España, los fresas de México, los chetos de Argentina y Uruguay, los cuicos o pelolais de Chile, los pitucos de Perú, los sifrinos de Venezuela, los pipis de Costa Rica, los pelucones de Ecuador, los jevitos de República Dominicana, los yeyés de Panamá y los prepis de Estados Unidos”).

Pero hay algunos de más edad y más zorros que camuflan su complejo de superioridad bajo excesos de autoestima. Son los que, sin necesidad de abrir la boca, amedrentan. Pilas conmigo que soy periodista, senador, penalista, figura pública, rico heredero…, parecen decir con su llenadora omnipresencia. Están acostumbrados a que les rindan pleitesía, se arropan unos a otros, nunca tienen que hacer fila para ser atendidos, creen que son eternos en el mundo y no caen en la ramplonería de pronunciar “usted no sabe quién soy yo”. Es deber de los demás saberlo a ciencia cierta.

Por eso es que respecto del caso Nicolás tengo más preguntas que respuestas. Y si sí hubiera resultado sobrino del expresidente César Gaviria, ¿cómo hubieran reaccionado los medios, la fuerza pública, la Fiscalía, el presidente Santos, el mismo Gaviria? Los policías, cuya serenidad ante la provocación ha sido motivo de admiración, ¿se comportaron así por si acaso era verdad lo del parentesco, porque sabían que había cámaras, porque son agentes ejemplares? ¿El ustednosabe… es igual de condenable sea quien sea el que lo pronuncie o en esta tribu de hijuepapis también los hay de primera y de quinta categoría? ¿Esta insufrible hijuepapez es herencia de la cultura mafiosa o los mafiosos fueron aprendices que superaron a los maestros? Si las autoridades no son arbitrarias y la ley es para todos, ¿por qué les preocupa tanto saber quién es quién cuando de reportar una infracción se trata? En fin. (Por fortuna hay muchísimos colombianos, conocidos y anónimos, que viven y dejan vivir ajenos al hijuepapismo que llama un profesor de la UPB, tan en boga entre quienes apelan al irrespeto para hacerse respetar).

COPETE DE CREMA: “Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”, es un proverbio italiano con el que deberían llenar planas Berlusconi, Nicolás y el resto de hijuepapis de allá y de acá.

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