Nicolás Maduro (Venezuela) y Daniel Ortega (Nicaragua) han hecho gala de su religiosidad con el cristianismo, usándolo como pretexto para engañar a los pueblos de manera oportunista; advirtiendo que esos dos personajes abrazan al marxismo-leninismo como un dogma irrenunciable. Así pues, están en una contradicción, ya que para el señor Karl Marx la religión era el opio del pueblo. De este modo queda claro que el comunismo totalitario utiliza al cristianismo (que es libertario) para su estrategia esclavista, de forma que, como dice el evangelio: “Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz” (Lucas 16:8).
Sin embargo, la astucia de los seguidores del extremismo de la denominada izquierda no termina ahí, en atención a que otro truco que emplean algunos grupos marxistas para despistar a sectores desinformados es proclamar que el comunismo ya no existe para que los demócratas bajen la guardia. Esa es otra falacia que en varios escenarios se ha discutido, puesto que no se conoce que el congreso del Partido Comunista de China haya renunciado al marxismo-leninismo, no existe tampoco un documento en el que el Partido Comunista de Cuba (que dirige la dictadura que subyuga a los habitantes de isla) haya abjurado del comunismo, ni mucho menos existe una fecha en la que el régimen de Norcorea haya desertado del marxismo. Eso sin hablar de Vietnam, Venezuela y Nicaragua...
Ahora bien, para el caso colombiano, no se conoce que los diferentes partidos que se proclaman marxistas-leninistas hayan renegado de esa doctrina política. Lo anterior con el agregado de que hay movimientos criptocomunistas que se saben ocultar, sin olvidar a las bandas terroristas narcoguerrilleras que han asolado al país durante décadas, debido a que desde que su aparición se ciñeron a la dogmática marxista. Con eso dicho se entiende que el comunismo, tanto en su teoría como en su práctica, sigue al acecho. Entonces, el cuento de que ha sido mal aplicado, mal interpretado o que ya no existe no es verdad, porque lo tenemos actuando y haciéndole daño a la humanidad, como ocurre con la COVID-19.
Sabiendo eso, vale anotar que la enemistad entre el cristianismo y el marxismo es de antaño. Precisamente, el 19 de marzo de 1937, en la encíclica Divini Redemtoris, el papa Pio XI declaró: “La doctrina marxista es intrínsecamente perversa”. A pesar del calibre, esa afirmación se queda corta, más por los millones de víctimas que ha ocasionado el comunismo totalitario durante su existencia (en la búsqueda de conquistar o aferrarse al poder político de las naciones), sometiendo a los pueblos a la esclavitud. Por esa razón es que los libertarios, quienes derrotaron filosófica e ideológicamente a Karl Marx en el siglo XIX, coinciden con el cristianismo, resaltando las palabras de Pierre-Joseph Proudhon, quien decía: “Libertad absoluta del hombre y del ciudadano. Esta es nuestra profesión de fe política y social”.
Por otro lado, hace 2000 años, Jesucristo estuvo impulsando las reivindicaciones en favor de los necesitados. De hecho, en varias oportunidades dio muestras de privilegiar a los humildes por encima de los acaudalados de aquel tiempo, continuando sus apóstoles con las enseñanzas (el cristianismo primitivo tenía un gran fervor por el servicio a la comunidad). Así mismo, durante al menos tres siglos de cristianismo, en el Imperio Romano se practicó como un principio fundamental la caridad y la solidaridad, en donde se destaca a San Lorenzo mártir y diacono, quien fue sacrificado en el año 258 d. C., pues administraba los bienes de la iglesia y cuidaba de los pobres (los que consideraba el mayor tesoro), situación que no permitieron las autoridades romanas, quienes lo quemaron vivo.
Ahora pues, el cristianismo católico, que es una institución histórica de dos milenios, toma el trabajo como condición necesaria para el progreso, en virtud de lo cual este no se puede deshumanizar como lo hace el neoliberalismo y la globalización. De ahí que la opción preferencial por los pobres es una premisa para el desarrollo eclesiástico, siguiendo las enseñanzas de la palabra de Dios, respetando la tradición y fortaleciendo el magisterio. En consecuencia, la acción pastoral a favor de los trabajadores reconforta para lograr la dignidad social, sin olvidar que hay que trabajar defendiendo la creación, que corre peligro por el afán excesivo de poseer y acumular riquezas, como lo expuso el papa Francisco en la encíclica Laudato Si, que se refiere al medio ambiente; por ello el desarrollo de las organizaciones sindicales debe de ir de la mano con la defensa de los nobles intereses que mueven a las mujeres y los hombres de buena voluntad.
Para cerrar, en Colombia el cristianismo tiene una tarea preponderante desde el punto de vista social, especialmente por la catástrofe sanitaria que acarrea el virus chino, para seguir ayudando mediante acciones caritativas a los más necesitados y así contribuir a lograr la tranquilidad de muchos. En este escenario, las organizaciones sindicales también podrán incrementar su participación, buscando elevar la calidad de vida de la ciudadanía con sus luchas diarias, más en vista de que el marxismo-leninismo es una trampa en la que no deben de caer las masas.
