Una generación de jóvenes, hijos de la desesperación, ha nacido en estos barrios. Todos menores de veinte años crecidos en el desarraigo y la pobreza. Sin escuelas, sin parques, sin futuro. El miedo manda en las calles: patrullan con changones y cuchillos, venden droga en las esquinas; sentencian a los vecinos, cobran vacunas; atemorizan con panfletos: pobres contra pobres. La celebración de La virgen del Carmen, la patrona mayor, el pasado 16 de julio luctuosa: se apagaron los picos y el sonido de la pólvora se confundió con el del plomo, augurando los malos días que están por llegar.
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