Los héroes en Colombia sí existen, yo conocí uno

Los héroes en Colombia sí existen, yo conocí uno

Por defender de unos delincuentes a quienes departían con él en una finca, el coronel José David Garzón Daza perdió la vida

Por: Arley Fernando Gómez Hernández
noviembre 02, 2017
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Los héroes en Colombia sí existen, yo conocí uno

Nos preguntamos, ¿cómo es posible haber caído en los brazos crueles e inclementes de la delincuencia sin parecer haber forma de escaparnos de ellos? No hace mucho había comentado que debería haber una ley que dijera "Quien está decidido a matar por robar, debe estar dispuesto a morir por lo mismo".

Lo que nunca pensé es que aquella sensación de impotencia y desamparo que sentimos tantas personas le fuera a causar la muerte a un hombre bueno y culto, decente, con valores, joven aún, lleno de vida, al hijo de doña Maria y de don Pedro, al hermano de Pepe, Carlos y Alfonso, a un hijo querido de nuestra sociedad acacireña.

Quienes conocían de su carácter dentro de la Policía no dudaron en expresar que algo muy grave, a parte del posible robo del que parecían ser parte esa noche, podría pasarles para haber actuado de esa manera. Muy posiblemente pensó que si no se decidía a actuar con contundencia, las cosas podrían salir muy mal para su familia y sus amigos.

Habían mujeres en traje de baño, una de ellas su hija. Muy posiblemente después de más de veinte minutos de insistirles a los atracadores que tomaran lo que necesitaban y se fueran y ya sin que esas palabras tuvieran efecto en los criminales, quizás el coronel David Garzón Daza presintió algo terrible para su esposa e hija y para las demás damas que allí estaban. Había optado por escabullirse en un descuido del malhechor que cuidaba a las casi quince personas que departían esa noche en una finca de alquiler y corrió a sacar su arma personal.

Fueron solo segundos los que pasaron entre el momento que David se esfumó y el momento en que el delincuente se dio cuenta de que alguien le hacía falta. Cuando este preguntó para dónde había cogido el calvo de cachucha, ya David lo había asegurado, pero le quedaba uno más y justo ahí se le encascaró la pistola y el otro delincuente en la huida disparó al montón hiriendo a la hija de David, a una amiga con quien departían. También, una de esas se había incrustado en la cabeza de un hombre orgullo de su familia, de sus amigos y de toda la sociedad acacireña: José David Garzón Daza. El coronel estaba muerto.

Vale decir que solo un hombre con la formación en las armas que tuvo, con la audacia para estudiar los escenarios a los que se debe enfrentar, pero ante todo con una valentía sobrenatural, actúa como actuó el coronel Garzon.

Creo que fue cuestión de suerte que el coronel no estuviera en las primeras páginas de los periódicos por haber dado de baja a dos delincuentes, algo que lo habría subido a los pedestales del heroísmo que este país necesita.

No cabe duda de que cada vez que los colombianos vemos esos videos en los que los malos pierden y caen ante las balas legitimas de quienes tienen el poder constitucional para cargarlas o de aquellos propietarios de locales que las usan para defenderse de quienes osan atracarlos, sentimos una satisfacción enorme. Sin embargo, la mayoría de esos videos no son en Colombia porque aquí cuentan con más privilegios quienes nos atracan, quienes nos extorsionan que quienes actuamos en la legalidad.

Soy un promotor de permitir el porte legal de armas o en su defecto, del deber constitucional de proteger a aquellos hombres que sí pueden portarlas como lo son nuestras fuerzas armadas.

Estamos cansados de ver cómo la Policía atrapa delincuentes y cómo estos, casi que con una risa en su rostro, salen en pocas horas o días para seguir delinquiendo.

Vale aclarar que el papel de la policía ha sido, en este caso como en muchos que ocurren a diario en nuestro país, de enorme colaboración y ayuda, por lo que injusto seria culpar a esa institución de lo putrefacta que anda nuestra sociedad.

Tampoco sería justo endilgar esa responsabilidad a los jueces porque ellos solo interpretan unas leyes que son laxas, que los delincuentes conocen a la perfección y que por esa misma razón no dudan en violar porque las mismas les permiten tener el derecho de salirse con la suya por más atroz que sea el delito que cometa. Es muy posible, inclusive, que de no ser porque el coronel era revestido por ese grado en la policía y de haber salido airoso de este impasse, hoy estuviera él metido en un problema penal de enormes proporciones porque quizás haya hecho uso, según la ley, de un exceso de la fuerza y de las armas, y de esos ejemplos abundan por montones en todo el país. Algo inaudito.

Es claro que bajo este panorama de desolación, de desamparo, de frustración y de abandono en el que nos sentimos los colombianos, urge la imperiosa necesidad de reformar la justicia, de hacerla mas proclive a garantizar los derechos, la vida, la honra y los bienes de las personas de bien que amparar a quienes hoy actúan por fuera de la ley y que se están tomando para sí a toda una sociedad trabajadora, digna y que espera ser protegida.

Cuando una persona ingresa a cualquier institución de nuestras fuerzas militares y de policía lo hace bajo el juramento de protegernos a todos, no importa si en ese intento pierde su vida y una cosa quedó clara con la muerte del coronel Garzón: él nunca olvidó ese juramento.

Hoy, con enorme tristeza, despedimos a un héroe que dio su vida por proteger a los suyos, algo que toda su familia, sus amigos y la sociedad entera guardará con honor y elevará oraciones al cielo para que Dios, por un hecho tan valiente, hoy lo tenga en su seno.

Los heroes en Colombia sí existen y yo conocí a uno cerca de mi casa.

Dios te guarde amigo.

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