No digo que Duque quiera retrotraer el país 12 o 10 años atrás, cuando las chuzadas se convirtieron en hábito estatal, cuando las amenazas eran la forma más diplomática de responder a las diferencias con las políticas del gobierno, cuando desarrollando decisiones del ejecutivo, las fuerzas militares y de policía ejecutaban civiles absolutamente ajenos a la confrontación, para presentarlos como guerrilleros dados de baja en combate.
No estoy diciendo que los montajes judiciales van a volver a ser el pan de cada día, por obra de los pagos a testigos falsos, antiguos guerrilleros o disidentes en trance de arrepentimiento por obra del fracaso de su delirio armado. No, no creo que Iván Duque sea un hombre de tal condición. Me parece imposible que una década después, vuelvan a desatarse persecuciones gubernamentales contra magistrados de las altas cortes, periodistas de renombre o líderes sociales.
No creo que debamos pensar en que el ascenso al poder de Duque, automáticamente desatará la más implacable arremetida de paramilitares y bandas criminales en contra de la Colombia Humana, la Farc, el Partido Verde, el Polo Democrático, los Decentes, el Partido Comunista, dirigentes sindicales, populares, campesinos, líderes de la protesta social, de género etc. No quiero imaginar que Duque se incline por regresar al país fallido en que vivíamos hace once o quince años.
Tampoco acepto así de entrada que Duque va a arrasar con los Acuerdos de La Habana, o que aspira a desmontar algunos aspectos tan importantes como el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, que incluye el invalorable capítulo de la JEP. Solo un Presidente demente aspiraría a que el país vuelva a hundirse en una confrontación sanguinaria que espante la inversión, acarree dramas humanos inenarrables y nos convierta en una nación paria.
Me ilusiono pensando en que Duque va a ser ante todo un hombre racional, un tipo que realmente intentará gobernar para todos los colombianos, como aseguró en el discurso de su triunfo electoral. Pienso que tiene en sus manos la oportunidad de consagrar en Colombia un ambiente democrático, de respeto al adversario político, de acatamiento a las obras positivas del gobierno que termina, empezando por la paz. Me niego a creer que piense como un vulgar fascista.
Sin embargo, debo decir que hay cosas que alarman. Uno no sabe hasta qué punto será cierto, pero se oyen versiones intimidantes. Por ejemplo, que del equipo que rodea a Duque, detrás del cual se halla sin duda el fatídico Álvaro Uribe, se ha manifestado sin pudor el deseo de retaliación, de ajustar cuentas a todos los traidores que se volvieron contra la obra del Mesías. De allí que se piense que su idea rectora es picar como con motosierra la obra de gobierno de Santos.
Recordamos que las iras del uribismo estallaron en cuanto Juan Manuel se atrevió a promover la ley de víctimas y restitución de tierras, a la vez que a iniciar conversaciones con las Farc. Sabemos que el asesinato de líderes de procesos de recuperación de tierras se elevó a su máximo nivel desde entonces. Después, la judicialización y condena de importantes funcionarios del presidente Uribe por sus nexos con la corrupción, fue calificada por este como persecución política.
Así que podría esperarse la arremetida judicial contra funcionarios de Santos y él mismo, acusados con sevicia por el saqueo de recursos públicos. En el cuidadosamente planificado destape de la olla podrida del anterior gobierno, no puede descartarse la demostración escandalosa de que su pretendida paz fue una completa estafa. Que permitió tranquilamente el rearme guerrillero, si no fue que lo patrocinó, que incluso fue cómplice en la matanza de líderes sociales.
Es tan grande la oleada de asesinatos
que el miedo se va apoderando de mucha gente.
Un ambiente propicio para la llegada del salvador de mano fuerte
Así se podrían dirigir con plena libertad los tiros contra los Acuerdos de La Habana. Es tan grande la oleada de asesinatos que el miedo se va apoderando de mucha gente. Un ambiente propicio para la llegada del salvador de mano fuerte. Y es tan agigantada la campaña de propaganda en torno al incremento de la actividad de las antiguas Farc, empeñadas en refundarse, que muchísima gente va a terminar aplaudiendo las políticas de represión contra los terroristas y sus cómplices.
Alguien en nuestro país está profundamente interesado en la expansión del horror. Por cuenta de los crímenes impunes desbocados en toda la geografía nacional, y por la supuesta reproducción acelerada de la lucha armada fariana. Es claro que en uno y otro fenómeno tienen metidas sus manos poderosas mafias del narcotráfico. Para lo único que sirven los grupos de sicarios y de supuestos revolucionarios en armas, es para justificar el afán vengativo de Uribe.
No sería la primera vez en la historia que el ascenso de las mafias se entrelaza con gobiernos de extrema derecha. El tiempo nos mostrará bien de prisa la verdadera condición de Duque, que por cierto, ya comienza a avizorarse.