Siempre hay decenas de temas sobre los que me encantaría pensar, reflexionar, conversar. Los avances y retrocesos del país y la humanidad según mi punto de vista. Y aunque hay muchos que me tientan y sobre los que la prensa escribe hoy kilómetros y graba días enteros, decido tocar justo el que más me duele.
Es el dolor profundo de saber que en el mundo las mujeres continuamos siendo objetos, mercancías, botín de guerra. Que nuestro cuerpo es un territorio sobre el que se libra la humillación y aniquilamiento del contrario. Que las violaciones, la esclavitud sexual, doméstica y militar son una estrategia de guerra y que a eso se suma el embarazo como arma de guerra. Un arma masiva de destrucción. Destruir la vida, la confianza, el tejido social, el amor propio, la alegría de niñas y mujeres es un objetivo que logra el patriarcado con diversas estrategias. La guerra es un invento abominable, que pone a las mujeres, desde tiempos remotos, al nivel de propiedades intercambiables entre guerreros.
Esta denuncia, que el feminismo ha enarbolado desde hace tanto tiempo, no tiene eco en los medios masivos, más que cuando se pueden nutrir del sensacionalismo por unos días y subir su audiencia a punta de detalles sórdidos que revictimizan a quienes tanto han sufrido. Y si no, por qué las 200 niñas nigerianas que aún permanecen secuestradas por Boko Haram no son noticia, pero sí las miles de mujeres que huyeron, entre ellas 241 embarazadas por sus captores? Por la lógica carroñera de los medios, que solo ilumina lo que huela a podrido.
La esclavitud doméstica, sexual y militar ha sido usada por siglos y en contextos muy diversos. Un caso documentado ampliamente, fue el de las “mujeres confort” o “mujeres solaz”, niñas secuestradas en los países de Asia ocupados por el Japón y encerradas en “Estaciones Confort” donde eran prostituidas y tratadas como propiedad de estos “nobles y honorables” guerreros.
Cuando la guerra terminó fueron abandonadas o subidas a trenes sin destino fijo. Muchas se suicidaron, pues ya no tenían cabida en sus familias, quienes se sentían deshonradas con una prostituta en casa. Algunas vivieron indigentes y reconstruyeron su vida como pudieron. Ninguna película de la Segunda Guerra las nombró. Solo 50 años más tarde esta historia fue contada en una Corte Internacional de Mujeres. No pidieron ser indemnizadas. Solo pidieron ser reconocidas y que Japón les pidiera perdón.
Hay casos documentados de violaciones de prácticamente todos los ejércitos en el mundo. De manera que cuando en el cine nos muestran a los heroicos Aliados, entrando en las ciudades a salvar a Europa, no están contando la verdad completa. Miles de mujeres y niñas alemanas fueron violadas por los ejércitos aliados y también las mujeres que decían liberar corrieron con esta suerte.
¿Será que el deseo sexual de los hombres es irrefrenable? Noooo. Las violaciones no tienen que ver con el deseo sexual. No es que los guerreros les “hagan el amor” a las mujeres. No es que sean buenos amantes. Por el contrario, la violencia sexual es un ejercicio de poder que aleja la sexualidad y el erotismo. En el contexto de guerra, tiene además componentes adicionales que no tienen nada que ver con el amor o el deseo: los discursos de la patria, la obediencia, el control de territorios, el despojo… todos alejan a los hombres de su propio cuerpo y sus sensaciones de placer por otra vía que no sea infligir dolor a su enemigo.
Embarazar a las mujeres del “enemigo” tampoco es una estrategia nueva. Miles de mujeres de la antigua Yugoslavia fueron embarazadas por el ejército serbio https://www.youtube.com/watch?v=0Zit0wjKq5w y miles siguen hoy sufriendo por estos crímenes en El Congo
Suena terrible, pero también familiar, ¿verdad? En Colombia la violación de mujeres y las torturas sexuales han sido arma usada por todos los actores armados, legales e ilegales. La Ruta Pacífica de las Mujeres, Sisma Mujer, la Corporación Humanas, el Colectivo de Mujeres Pazíficas y muchas otras organizaciones de mujeres lo vienen denunciando y documentando hace años. María Emma Wills y un grupo de académicas, del Centro de Memoria Histórica lo ha investigado y revelado.
Sin embargo, es un crimen que aún permanece con un enorme subregistro y por supuesto, es el que menor porcentaje ocupa en las confesiones de los perpetradores.
De acuerdo con el Registro único de Víctimas (RUV), entre 1985 y 2013, 5110 personas reportaron ser víctimas de delitos contra la libertad e integridad sexual (DLIS). 86 % de estas víctimas fueron mujeres. 21 % entre los 13 y los 26 años. Niñas el 2,2 % y mujeres mayores de 26 años el 57,4 %. En promedio, los delitos sexuales apenas llegan a ser el 0,06 % de las declaraciones de hechos victimizantes, ¡y las confesiones y judicializaciones son aún menos!
El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en el Informe Masatugó, Violencia contra las mujeres, reportó que entre 2004 y 2008, 148 mujeres fueron víctimas de probable abuso sexual por parte de algún actor armado o agente del Estado en la siguiente proporción: 105 (70,94 % de los casos), por parte de las fuerzas militares, policía nacional, guardianes del Inpec y servicios de inteligencia (¡) y 43 (29,05 % de los casos), por las Farc, el Eln, otras guerrillas y grupos paramilitares.
Es decir que nuestros “Héroes de la Patria” violan a más mujeres que las fuerzas ilegales. No hay derecho. El otro hecho agravante es que las mujeres, que se tardan años para lograr reconocer la violación como un crimen o hecho victimizante y otros años para atreverse a hablar de él y a declararlo, no lo hacen porque persiste la presencia de estos actores en sus territorios. Una muestra de ello es la presencia de Juancho Prada y otros acusados de violaciones en los territorios con su gran capacidad intimidatoria.
El hecho trágico de las mujeres embarazadas por violación pone de nuevo en el foco el debate sobre el derecho al aborto. La mujer debe poder decidir autónomamente si desea o no continuar con el embarazo producto de una violación y el Estado garantizar esta decisión. En el caso de la Interrupción del embarazo, aún el personal de salud pone talanqueras, se inventa requisitos, hace comentarios y juicios, que revictimizan a las mujeres.
Termino diciendo que es urgente darle la importancia que se merecen estos delitos, que terminan con miles de vidas, muchas más que las que aparecen en las estadísticas. Que los guerreros, oficiales, ilegales, de cualquier bando, se suban la bragueta y saquen nuestros cuerpos de sus estrategias de dominación y que el Estado y la Sociedad acompañe sin juzgar a las víctimas, para que algún día puedan remendar sus alas y volver a vivir sin miedo y con dignidad. Y sobre todo: que enfrentemos a nivel preventivo las violencias sexuales, que solo se logra haciendo una gran ofensiva para contrarrestar la cultura patriarcal que es su partera.