Pocas cosas son más oscuras que un despacho judicial o cualquier otro despacho burocrático en donde el sello del funcionario de turno hace las veces de espada de caballero. Y no es que carezcan de luz artificial con sus tubos de luz blanca y barata en el techo de paneles en ruina, y sus bibliotecas institucionales indigentes. Es que son así, por oficio, por ese interés grotesco y arrogante de recalcar una jerarquía de cubículo del desahucio.
Quienes trabajan allí, cumplen lo que pueden, lo que callan, lo que alcanzan, muchas veces lo que el azar o la arbitrariedad manda. Algunos se inflan con el hecho de que quienes deben asistir allí a un trámite, a un litigio, a una queja, a la petición de una pensión o un permiso, estén en su terreno cercado, bajo su poder, aunque sea por un momento, debajo de su propia condición humana.
No son las camisas apretadas, las corbatas cortas, los pantalones entubados, el profuso maquillaje, o el olor confuso de los perfumes mezclados en el lugar lo que inquieta, es más bien la forma con la que los dueños del lugar, los funcionarios, el doctor, el asistente, el asesor, citan cada inciso legal de la misma forma que lo harían con las tablas de la verdad de la creación obra de todos los dioses del universo, su lenguaje pobre, mínimo, oficialista en donde uno, y el otro y los demás que vienen en la fila, son tan solo colillas de cigarro por espichar contra el piso de tabletas grises.
Muchas veces, al ingresar a estos lugares, a la oficina tal, al despacho de fulano de tal, al cubículo tal, se sabe que nada sucederá, el tiempo se hará bolas de papel para practicar disparos contra la caneca, se difuminará cualquier solución, una respuesta. Siempre o casi siempre, los papeles que hoy alguien debe tramitar apenas empiezan a nacer, se reproducirán como virus, engordarán entre copias, expedientes múltiples y sellos, porque siempre hay que tener una copia o dos copias o tres copias físicas por si se cae el sistema.
Es siempre probable que falte un requisito, que sirva solo si tiene tan solo tres días de expedición, si viene en papel amarillo o azul, que falte una declaración jurada, una autenticación notarial
Es siempre probable que falte un requisito, que el requisito sirva solo si tiene tan solo tres días de expedición, si viene en papel amarillo o azul; es siempre probable que falte una declaración jurada, una autenticación notarial, un certificado de supervivencia, un certificado de antecedentes, alguna mendacidad escrita en letra pequeña en la resolución tal, en el decreto tal, en la ley tal.
Es siempre probable que tras el trámite no logre usted nada, que al trámite se le imponga un sello de “archivado”, “Desistido” o “Prescrito por vencimiento de términos”. También es siempre posible que justo antes de entrar en el despacho del superintendente, del juez, del inspector, del curador, del defensor del ciudadano, del cliente o del paciente, el o cualquiera de estos de naturaleza similar, usted prefiera tirarse por otro abismo, incluso correr raudo a través de una puerta de huida.
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