Colombia es un país curioso y al mismo tiempo una tierra fecunda para los interesados en analizar los efectos de la política pública, y el comportamiento de distintos sectores frente a ella. Al mirar las peticiones que gremios y pobres hacen al Estado colombiano se encuentran similitudes sinceramente inexplicables. La sorpresa nace de que en este país tan desigual, si hay dos sectores ubicados en los extremos de la distribución de ingresos, son precisamente las asociaciones de empresarios y comerciantes y aquellos que luchan por sobrevivir. Sus necesidades son totalmente distintas y por ello es difícil entender que al final estén de acuerdo en lo que debe hacer el Estado por ellos.
Los sectores de bajos ingresos en Colombia y en América Latina, gracias a esa concepción reduccionista de la política social de esta economía que privilegia el mercado, no esperan lo que debería ser, igualdad de oportunidades frente a otros grupos de población que son privilegiados. De hecho, lo son, porque no van a las escuelas públicas como en países más igualitarios, sino a colegios privados; no hacen colas en EPS e IPS porque tienen salud prepagada; no andan en transporte público porque es pésimo sino en sus carros particulares, entre muchas otras cosas. Pero lo que sí pueden esperar muchos pobres es toda clase de subsidios del Estado y su esfuerzo no es solo lograrlos, sino que no los saquen de esa fila. Como el modelo no ofrece trabajo decente sino para unos pocos, todo se arregla transfiriéndole recursos del Estado con algunas condiciones como Familias en Acción, Jóvenes en Acción y en realidad Viejos en Acción, con otro nombre menos ofensivo, como los BEPS, Colombia Mayor, en vez de pensiones o seguros de vejez, invalidez y muerte.
Cuando la situación económica se complica, estos sectores menos favorecidos lo que piden de nuevo son subsidios. Lógico porque eso es lo que van a conseguir si les va bien porque ese empleo que se merecen si no existió para muchos en épocas de bonanza, mucho menos en momentos de desaceleración de la economía. Este comportamiento es absolutamente lógico.
Cómo se les ocurre a Fenalco y a la Andi, en semejante momento fiscal tan difícil,
solicitar reducción de impuestos
sin mostrar alternativas de fuentes de financiación para el fisco
Pero cuando se mira que piden los gremios, que son los que tienen voz, aquellos que representan a los grandes o poderosos, lo sorprendente es que al igual que los pobres, dejan en el Estado la solución de sus problemas en vez de mostrar un trabajo conjunto entre el gobierno y el sector privado, donde los dos ponen. Puede que no soliciten subsidios directos, aunque en algunos casos si lo hacen, pero en lo que coinciden pobres y gremios es en dejar en el Estado sus problemas muchas veces con peticiones absurdas. Cómo se les ocurre a Fenalco y a la Andi, en semejante momento fiscal tan difícil, solicitar reducción de impuestos sin mostrar alternativas de fuentes de financiación para el fisco. En qué mundo viven, cuando se supone que precisamente su función gremial es estar bien informados.
Claro que a todos nos gustaría tener menos impuestos indirectos como el IVA, que sigue siendo regresivo, más en Colombia con semejantes niveles de pobreza que aun imperan. Pero no es posible si no se cumple la regla que en Colombia es rey de burlas, que define la contribución de acuerdo a las posibilidades reales. Tambien quisiéramos ver tasas menos altas para las empresas para que sea más fácil crecer esta base productiva. Pero estas reducciones de gravámenes solo serán posibles si los dueños de las empresas, los individuos realmente ricos de este país dejan de hacerle conejo al Estado y no esconden su riqueza y pagan impuestos altos como en los países desarrollados.
Pero no. Resulta que tanto los pobres como los empresarios se ubican en el mismo nivel, al solicitar que el Estado sea su padre, y que es su obligación resolverles su situación. A los pobres no se les da otra posibilidad que extender la mano porque las otras puertas están cerradas para ellos. Pero a los poderosos empresarios no se les ocurren soluciones realistas sino solo piensan en su supervivencia, así el Estado se quiebre. Como si de la salud de las instituciones públicas no dependiera la vida de sus actividades empresariales y de comercio.
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