Me explico: desde tiempos inmemoriales, en la capital y el departamento del Magdalena, solo se conocía un modo de gobernar, el cual consistía en favorecer a los grupos, familias o círculos sociales. Luego apareció "modesto" y acabó con eso: me refiero a quien llegó a la política en los últimos ocho años con un método distinto que no necesitó nutrirse de la misma fuente del viejo y obsoleto modus operandi.
En la primera en mención, los dos gobernantes últimos, en la escogencia del grupo de sus colaboradores o equipo de trabajo, no necesitaron favorecer a ningún grupo empresarial, comercial o político, mucho menos a ninguna familia rica ni de ningún círculo social. De ahí la incomodidad causada desde un principio. Es un modus que por la inicial índole de su precursor, los gobiernos cómodos han bautizado "de izquierdoso". Mas no es así. Para los amantes de los gobiernos cómodos, llamarlos así se les hace más fácil, pues de esa manera tratan de desprestigiarlo, ya que por el populismo que profesan y que entre otras cosas ser popular no es malo, antes por el contrario, es bueno porque de esa forma se arraigan más en el pueblo, creen que con ese calificativo despectivo los van a perjudicar y están haciendo lo contrario, es decir, entre más traten de enlodarlos, más los victimizan.
Los gobiernos cómodos, por ejemplo, ya todo el mundo los conoce, pues hemos vividos con ellos desde tiempos inmemoriales, son los mismos con las mismas, los de siempre, los de antes y los que se dejan absorver muy fácil del sistema donde prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos. Ese sistema, también conocido científicamente como cleptocracia, tampoco es ajeno a los gobiernos que incomodan a los cómodos, porque para resistir a los embates de los cómodos, ya que nunca van a estar de acuerdo con los incómodos, deben financiarse y de ahí que deben aprovechar las naranjas dulces que brinda el sistema de muy difícil erradicación de nuestras sociedades democráticas.
Para que la cleptocracia se erradique de Colombia, primero pasa un camello por el ojo de una aguja. Es un imposible, un caso utópico. Por eso las formas de gobiernos que nazcan en ella, en su modus vivendi o hábitat, jamás sobrevivirán de otra forma. Deben nutrirse, respirar y reproducirse en ese ambiente social, porque de lo contrario mueren o desaparecen.
Ya es hora de que dejemos de llamar a la gente según sus pensamientos. Todos llevamos un nombre propio con el que nos bautizaron desde muy pequeño. Suficiente tenemos con que por nuestras acciones nos apoden, tilden y hasta nos califiquen. De modo que, en Santa Marta y el Magdalena, señores de los gobiernos cómodos e incómodos, no existen los izquierdosos ni derechosos, solo subsistimos al modo como nos gobiernen y para ello, gracias a la Constitución, también tenemos derechos y deberes. Dejémonos de ser creídos y aprender de los que nos incomodan, pues muchas veces las incomodidades nos acomodan a vivir en sana paz o tranquilidad y a progresar.