Son apenas 6 metros cuadrados donde dos personas, uno que cobra y otro que sirve, atienden en menos de un minuto una fila interminable de personas que llegan a pedir una “polla” (Polla en España es pene).
Con una voz absolutamente lasciva de un repostero ofrece el producto y le pregunta a quemarropa al cliente con qué lo quiere..."Con leche, pídeme leche”, dice el hombre con una voz de flauta.
Es una experiencia intimidadora que produce carcajadas en una fila interminable que llega hasta la esquina de Barbieri, una vía en el barrio de Chueca en la capital española.
Los “pollofres”, como le llaman en el lugar a estos gofres en forma de “polla”, causan furor, vienen personas de todo el mundo a comer por 6 euros una pieza que se baña en chocolate y crema de leche y que en la calle se devoran los compradores que siempre vuelven, según Pepe Martín, el creador de esta idea que convirtió la “polla” en un negocio fabuloso que ya tiene propuestas para montar dos locales, uno en Méjico y otro en Colombia .
La idea es abrir “Pollerías” en todo el mundo porque a juzgar por la emoción de los consumidores de “pollas” todos quieren comerse una.