La pandemia destapó sin sutilezas la corrupción rampante en el manejo de los recursos para resolver las necesidades de alimento de quienes no tienen cómo comprarlo. Además, puso al desnudo la fragilidad del sistema de salud, que ya se sabía pero que se omitía, y confirmó la pobreza y la enorme desigualdad que refleja el índice de Gini, pero que parecía solo una representación estadística. Todas estas son consecuencias de la crisis agudizada por la cuarentena a la que nos obligó la amenaza de un acelerado contagio del COVID-19.
Sin embargo, otros “descubrimientos” sorpresivamente han ocurrido estos días. Como en el mejor amanecer, gallos finos de la política nacional se han puesto a cantar verdades que ya se sabían, pero que se disimulaban a la sombra del poder de los poderosos, por tratarse de asuntos que revelan la manera facinerosa en la que acumulan sus riquezas.
Por su parte, el senador Barguil, notable representante de las toldas azules, acompañado de Armando Benedetti, senador de la U, han terminado por admitir los pecados de la banca usurera de nuestro país: el manejo de las tasas de interés, los costos de los distintos servicios como uso de cajeros, solicitud de referencias, etcétera, además de otras vivezas posibles por la complicidad del gobierno y el carácter monopólico de nuestro sistema financiero, atenazado en cuatro manos.
Por supuesto que todo lo que han dicho era de conocimiento público, ya lo sufríamos. Lo novedoso es que hasta ahora estos representantes del establecimiento se hayan atrevido a ponerlo en boca de la opinión, ¿será que ya entendieron que lo que se viene es bien duro para sus electores y se anticiparon al latigazo que vendrá con la crisis agrandada por las inmorales decisiones del gobierno?
Otro gallo que se decidió a cacarear fue el miembro de la junta de Finagro y presidente vitalicio de Fedegan, el señor Lafaurie, que luego del escándalo desatado por la investigación de la Contraloría referente a la colocación de los recursos del programa Colombia Agro-Produce, se decidió a contar detalles de lo que desde hace años consintió: el manejo del crédito para el agro, acaparado por el agrocomercio e importadores, dinero subsidiado que debería apoyar a los agricultores.
¿Será que presiente el desabastecimiento que se viene si los labriegos nacionales no logran producir los cincuenta millones de toneladas que cosechan con las uñas? Es positivo que contribuyan a destacar estas canalladas, sin embargo, el país debe tener claro, que esas políticas continúan mandando, y que de mantenerse no habrá futuro para muchos gallos y se afectará a buena parte de los que han gozado del gallinero y a todos aquellos que lo hemos sufrido