La falta de consciencia es abrumadora. Regreso sobre este tema ante lo preocupante e irresponsable que es el querer manejar la salud de otro ser humano sin ninguna preparación formal. “Amigo (para no poner nombres propios) yo le ayudo a dejar la cantidad de medicamentos que usted toma, mediante el naturismo” le dice una persona a otra. Quien hace este ofrecimiento no tiene una preparación académica formal, universitaria, en ningún campo de la salud. No puede ser que con lecturas o cursos de 1 o 2 días alguien pretenda desconocer la seriedad de lo que significa una enfermedad y su manejo, más aun, con el riesgo de producir complicaciones, incluso mortales.
Parece ser que asistimos a una época en que todos queremos ayudar a los demás a mejorar. -En este escrito me refiero al tema de la salud-. Loable. Compasivo. Acertado. Siempre y cuando lo hagamos con responsabilidad, respeto y ética.
No es sino que el pretendido “curador” utilice la palabra neurociencia
para que caigan, todavía más rápido,
rendidos a sus pies, los sufrientes
Por ello llamo la atención sobre la abundancia de personas que se creen sanadoras, “terapeutas”, y ofrecen sus servicios sin más ni más. El enfermo ante la angustia de la enfermedad cae en sus redes. Y no es sino que el pretendido “curador” utilice la palabra neurociencia para que caigan, todavía más rápido, rendidos a sus pies, los sufrientes. Sí, aquella parte del sistema médico actual, (repito, es solo una parte), que no actúa con humanismo es también responsable de que esto suceda. Generalmente el “terapeuta” tiene un carisma y un discurso verbal que envuelve.
Creo con toda firmeza que cada uno puede tomar el camino que quiera para sanarse a si mismo. Para ello es que están los cursos y lecturas en el abundante universo de métodos para curar, para aplicarlos en nosotros mismos. Si tomamos los cursos, o leemos, es porque de nuestro interior sale un llamado que nos impulsa a sanar nuestras falencias. Nos convertimos en los directos beneficiados. Si queremos ayudar a otros, sin la preparación adecuada, es que este llamado es todavía más grande y nuestro subconsciente grita pidiendo auxilio, repito hasta el cansancio, para sí mismo. Frenemos el estar ofreciéndonos para sanar al vecino, cuando debemos comenzar por casa.
El abrazo caluroso, la sonrisa sincera, la palabra amable, el apoyo irrestricto, son sanadores por excelencia. Aquí está la clave para ayudarnos unos a otros a mejorar emocional, mental y físicamente. Nada de esto cuesta, ni necesita preparación. Es la sanación natural. Es el amor en marcha. Ni siquiera hay que ofrecerlo, se da con espontaneidad, con naturalidad.
Gracias por leer, reflexionar y actuar.
Médico fisiatra. Medicina del alma