Apreciado amigo: el pasado domingo, mientras la Registraduría Nacional del Estado Civil emitía boletines informativos, deseé por un momento que el ganador de las elecciones fuera Sergio Fajardo. Y no porque hubiese votado por él, sino porque su victoria habría significado, ni más ni menos, la derrota del uribismo en segunda vuelta. Estoy convencido de que todos los petristas, y los votantes de De la Calle, habrían dado su apoyo irrestricto al exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín si su candidatura hubiese avanzado a segunda vuelta. Las razones son elementales: una victoria de Duque (perdón, de Uribe) significaría volver a la época de los falsos positivos; de las chuzadas del Das a magistrados, periodistas y opositores; a la época de Agro Ingreso Seguro; al argumento de que exonerar de impuestos a los grandes empresarios es un generador de empleo; a la consigna de trabajar, trabajar y trabajar hasta las diez de la noche y sin recargo nocturno. Una victoria de Uribe significaría volver a la época de los buenos muchachos, de los que compran reelecciones con notarías y aprueban zonas francas para que los hijos del expresidente multipliquen su fortuna sin descaro. Una victoria de Uribe sería retroceder en libertades civiles elementales (las de la población LGTBI, por ejemplo) y esgrimir, por enésima vez, argumentos insostenibles como los de la prohibición de la dosis mínima, la prohibición del aborto, el uso de glifosato contra los cultivos ilícitos (y contra la salud) y la promoción de Colombia como base de operaciones del ejército norteamericano.
Una victoria de Uribe, en síntesis, habría significado un retroceso para un país que todavía no ha llegado al siglo XX.
Por todo ello le escribo esta carta. Para las elecciones del próximo 17 de junio, votar en blanco no es una opción independiente. Es irresponsabilidad política. Si usted, como yo, está convencido de que es un imperativo ético respetar las diferencias de orden sexual, racial, político y religioso, no vote en blanco. Eso es un voto a favor de Uribe. Y de Viviane Morales, Alejandro Ordóñez, José Obdulio Gaviria, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, esos personajes a los que siempre hemos criticado por su visión conservadora de país y de progreso.
Votar en blanco, querido amigo, no es una opción inteligente. El voto en blanco, aun cuando pueda ser mayoría, no podrá ser ganador. Sé que tal vez los candidatos que están en la recta final de las elecciones no son de su gusto, pero no estamos en un reinado de belleza o en un Reality show de carisma. Petro tiene muchos defectos, sí; pero nadie puede decir que representa una amenaza contra la libertad de prensa, como sí lo es Uribe, quien advirtió a Daniel Coronell de que a Noticias Uno no se le renovaría la licencia en un eventual gobierno de Duque. ¿En serio piensa votar en blanco ante amenazas como esta? ¿Recuerda cuando, en Venezuela, Chávez cerró ciertos canales que no eran de su gusto? Pues aquí está pasando lo mismo, y su voto en blanco permitiría una debacle de proporciones catastróficas.
Petro, repito, podrá no ser de su gusto; pero una cosa es elegir entre un exalcalde acusado de ser mal administrador y el lacayo de un expresidente que ha hecho alianzas con paramilitares y narcotraficantes. En sus manos está, amigo votante, el futuro del país, y eso no es cualquier cosa. Olvídese de los argumentos de corte personal (Petro esto, Petro aquello, Petro lo otro) y piense en la sociedad que quiere para sus hijos. La derecha colombiana es capaz de unirse en pos de un proyecto común: ahí están Viviane, Vargas Lleras, Uribe, Pastrana y Ordóñez, unidos y odiándose, haciendo elogios públicos y críticas privadas de sus coequiperos, pero unidos en la causa común de mantener a Colombia en el atraso y la barbarie. ¿Podrá la izquierda aprender algo de esa actitud?
Si quiere, no vote por Petro en segunda vuelta, pero piense por un momento en las madres de Soacha. ¿Sería capaz de votar en blanco por ellas?