Darío Arizmendi, el pasado viernes, empezó su programa diciendo que había sido una catástrofe lo que habíamos vivido el día anterior. No se refería, por supuesto, a los 10 muertos que dejó la fuerza pública en Tumaco sino al partido contra Paraguay que las maletas de la selección habían perdido de manera inexplicable. Vivimos en el televisor, nada que hacer. Vivimos en las redes conformadas por niños tontos que han dejado en claro que Tumaco es un puerto asqueroso, lleno de negros, que no importa y menos si son cocaleros. Acá lo que importa es ir al Mundial por encima de la implementación de los Acuerdos de Paz.
Es indignante esto. Indigna que importe mas un partido que vidas humanas. Colombia, que duda cabe, es un país machista, clasista y misógino. Empezando por los mismos pobres que no tienen conciencia de clase. Creo que son los pobres mas de derecha del continente. No creo que mucha gente se enterara de lo de Tumaco. Duró mucho tiempo para que se pusiera en tendencia. En cambio, en los atentados de Las Vegas, París o Barcelona la noticia se extendió como un incendio. Empezaron a aparecer los hashtag diciendo Jesui Charlie Hebdo o demás pamplinadas. Somos tan arribistas y asquerosos que nos sentimos más cercanos a los europeos que a nuestros campesinos cocaleros. Esa negación nos hace daño, nos destruye como sociedad.
En el fondo hoy quiero que pierda Colombia porque donde gane el genocidio de Tumaco quedará olvidado para siempre. Ninguno de los uribistas que se saca los ojos si un guerrillero de las Farc es capaz de protestar por la barbarie de Tumaco. La insensibilidad es absurdo y se anida en cada corazón de los colombianos, sobre todo si son uribistas
