Circulan en los medios reseñas en torno a supuestas o reales amenazas emanadas de la denominada Segunda Marquetalia, organización fantasmal que toma cuerpo en videos que publica el exmiembro de las Farc y de la Mesa de Conversaciones de La Habana Jesús Santrich. A dichas reseñas se añade otra que da cuenta de la refundación del antiguo bloque Martín Caballero, con pretensiones de extensión a la región del Magdalena Medio.
Todo eso acompañado de la jerga sobre la toma del poder para el pueblo, producto de una insurrección armada generalizada, que ellos encabezarán en cumplimiento del papel que les ha asignado la historia. No faltan las alusiones a la perfidia y el incumplimiento de los Acuerdos de Paz por parte del gobierno de Iván Duque, acuerdos que como es absolutamente necesario para ellos, son tachados de fallidos y fracasados, casi como piezas de museo.
Uno no sabe si reír a carcajadas, llorar de lástima o indignarse con razón ante semejantes pretensiones. La Segunda Marquetalia ha sido presentada ante los medios como la creación de Iván Márquez y Jesús Santrich, los dos antiguos mandos de las Farc-EP, que encabezaron y desarrollaron el proceso de conversaciones de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos, proceso que terminó con la firma del Acuerdo Final, que ellos pactaron y firmaron de primeros.
Y que luego, ante las primeras dificultades, rechazaron como deleznable, desconociendo de plano su trascendencia política, social y moral. Alegarían luego la existencia de un montaje concertado entre la DEA y la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez, para capturarlos y extraditarlos, con el propósito de propinar una estocada mortal al proceso de paz, omitiendo que quienes agredieron perversamente el Acuerdo de Paz fueron ellos al declararse en rebeldía.
Lo otro hubieran podido manejarlo, refugiándose en el exterior o donde consideraran tener las condiciones de protección suficientes, sin necesidad de declarar una nueva guerra al Estado, para reaparecer con la frente en alto cuando quiera que se probaran de manera suficiente, como se vislumbra, que habían sido víctimas de una sucia celada. Las frecuentes declaraciones de Santrich únicamente ponen en evidencia lo que siempre quisieron, perseverar sin tregua en la guerra.
Así los sostenía él en los corrillos que formaba buscando adeptos entre los miembros de la delegación de paz presente en La Habana. De hecho, llegó a conformar un núcleo a su alrededor, del cual hicieron parte Romaña, Walter, el paisa Oscar, Gentil y otros de los mandos que fueron a conformar la subcomisión técnica que discutía el cese al fuego y el fin del conflicto, los mismos que tiempo después romperían con el proceso, los acuerdos y el partido nacido de ellos.
Iván Márquez llegó al Caribe en el año 1995, para ponerse al frente de la coordinación del naciente bloque que doce años después tomaría el nombre de Martín Caballero. En esa docena de años la fuerza guerrillera en la costa atlántica fue reducida casi a cero, por cuenta de su pésima dirección. De hecho, los restos de los frentes 19, 41 y 59 habían cruzado la frontera, a salvo de cualquier acción de guerra, dedicados a prestarle guardia a sus flamantes mandos.
Allá permanecieron hasta que se produjo la firma de los Acuerdos de Paz, sin haber tomado parte en la conflagración bélica desatada con los planes Colombia, Patriota y subsiguientes. Así que el anuncio de la refundación del bloque y sus frentes mueve a preguntarse si operarán desde el extranjero como sus parlanchines comandantes. Se comprende entonces el escepticismo y el rechazo de Gentil Duarte y los suyos cuando Iván Márquez se les presentó como nuevo jefe.
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Para los viejos comandantes del antiguo bloque oriental que se apartaron del Acuerdo de Paz en ciernes, resultaba evidente la falta de capacidad de conducción militar de Márquez y Santrich
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Para los viejos comandantes del antiguo bloque oriental que se apartaron del Acuerdo de Paz en ciernes, resultaba evidente la falta de capacidad de conducción militar de Márquez y Santrich. Aparte de que no les inspiraban confianza los golpes de pecho que quienes encabezaron la delegación de paz y concertaron los Acuerdos, desconfianza natural de quien observa la inconsecuencia flagrante de su interlocutor. Así que partieron cobijas y cada uno por su lado.
Quizás no pueda establecerse una regla general para las relaciones entre esas dos fuerzas en todo el país. Pero hoy es evidente su enfrentamiento, se están matando unos a otros. Y lo que es peor, están matando líderes sociales y firmantes de paz, por una y otra razón, justificándolo con la ligera acusación de traición al ideal revolucionario. Nunca alguien sirvió de tal manera, en ninguna parte, a los intereses de la ultraderecha enemiga de la paz sedienta de una guerra.
Es cierto, los extremos irremediablemente se parecen y juntan. A la demencial inclinación por la violencia y las soluciones de fuerza de los unos, se suma la ceguera irracional de los otros. Urge como nunca una inmensa convergencia nacional por la paz y la democracia.