Estas elecciones cargadas de polarización se convierten en el escenario macabro de deshumanización y demonización de candidatos, que para los que conocemos la historia política reciente es lo que precede a la justificación de asesinatos, genocidios y magnicidios.
Sin embargo, lo que aún me sorprende es que —con la intención de demonizar al candidato progresista Gustavo Petro— grupos religiosos como los evangélicos en cabeza de la Confederación Evangélica de Colombia (Cedecol) y los pastores afiliados sean la fuente y encabecen la propaganda mentirosa que llena de odio a sus feligreses.
Y es que para nadie es un secreto cómo las cadenas de Whatssap con información falsa fluyen con propaganda política. Hoy lo siguen haciendo por su comprobada efectividad para enviar a la gente “a votar berraca”, como dijo Carlos Vélez, autor de la campaña del ‘No’ en el plebiscito por la paz en 2016.
Tampoco es secreto la derechización de las iglesias cristianas en los últimos 20 años. Lo digo porque desde su origen en Colombia los evangélicos encontraron refugio en los conglomerados ideológicos liberales y se vieron representados en el liberalismo progresista de Gaitán y Galán en épocas donde eran perseguidos por sus creencias en Colombia.
El fenómeno de derechización de los evangélicos en Colombia no es único, pero sí es quizá el más paradójico. El mismo exprocurador Alejandro Ordoñez, quien quemaba Biblias en plazas públicas porque leerlas era contradictorio a la fe católica y perseguía evangélicos, es hoy uno de los que carga las banderas del cristianismo en la política, según los evangélicos de megaiglesias.
Sin embargo, siendo creyente de cuna evangélica protestante, sí me es de gran sorpresa cómo desde la cabeza institucional del cristianismo evangélico se estén usando propagandas mentirosas y deshumanizantes que están llevando a la gente a odiar y repeler a un candidato como si se tratara del mismo diablo.
Más recientemente, una imagen falsa que fue altamente difundida en cadenas de WhatsApp cristianas aparece Gustavo Petro diciendo que “Dios no existe… Dios es humano, por lo tanto yo soy Dios” y finaliza diciendo “Por el amor de Dios ayúdennos a difundir esto para salvar a Colombia de este monstruo”.
Al buscar la fuente de dicha cadena para confrontar la difusión de información falsa, un pastor evangélico —de quien reservo su nombre— me respondió: “Esa información está en todas las asociaciones de pastores de Cedecol, es una cosa certificada y todo el gremio pastoral unánime, estamos de acuerdo con ello”. Esta cadena ya fue desmentida por medios de comunicación.
Todo esto me recordó entonces a la Alemania nazi con sus cristianos alemanes. En la Alemania de 1940 la propaganda anticomunista y antisemita fluía ya en las corrientes populares. Una vez Hitler llegó al poder, ya existía un miedo y un odio tanto para comunistas como para judíos, y esa cultura permeó la iglesia protestante en Alemania, al punto que fue normalizada y asimilada por los cristianos protestantes. En Alemania había alrededor de 40 millones de cristianos protestantes, entre luteranos, reformados y unitarios y otras minoritarias denominaciones. Los cristianos protestantes eran la religión mayoritaria de Alemania.
Dentro de la iglesia la idea nacionalista tomó gran popularidad al punto que se crearon los “cristianos alemanes” que eran precisamente los cristianos que asimilaron la ideología nazi y la enseñaron desde sus púlpitos.
La propaganda usada por los alemanes en contra de los judíos fue sistemática y consistente. Panfletos con judíos con cara de ratas eran repartidos y publicaciones de periódico eran usadas para construir una imagen de un grupo como animales (deshumanización), como un verdadero problema y un peligro a combatir. Los púlpitos de las iglesias se usaron para este mismo fin, mostrando cómo era necesaria una unión nacional para combatir la amenaza comunista y judía.
La historia del Holocausto nazi ya es bien conocida, pero es importante recordar que alrededor de 6 millones de judíos murieron asesinados en campos de concentración y 5 millones de prisioneros políticos y de guerra también. La pregunta que ha surgido durante mucho tiempo es ¿cómo el pueblo alemán permitió semejante horror? Porque leer la historia, ver los documentales y escuchar el testimonio de sobrevivientes tan desgarradores hace pensar que algo hizo que la población alemana aceptara y permitiera esta atrocidad.
El papel de las iglesias y de la religión ha sido fundamental para poderes totalitarios como el nazismo. Con la difusión de ideología y propaganda desde los púlpitos, se hizo aceptable la tarea de eliminar a los judíos y comunistas en Alemania.
Hoy en día, esas mismas ideas de corte fascista y totalitaria infundidas en miedo a los comunistas y a clases sociales, jóvenes estudiantes y grupos étnicos también se tomó las iglesias evangélicas colombianas. Ver como los mismos pastores difunden propaganda mentirosa y cargada de odio hacia una persona o grupo de personas, los hace iguales a la iglesia cristiana nazi de Alemania. Y no es una exageración. Desde todos los puntos, tanto los pastores en política como los pastores en los púlpitos usan la misma retahíla de guerra en contra del comunismo y la “sodomía” que Petro y los alternativos representan, según ellos.
Esa constante deshumanización en la difusión de propaganda engañosa y llena de odio es lo que ha justificado genocidios como el judío en Alemania, y en Colombia con todo el que le huela a comunismo.
Cabe anotar que hoy día no tenemos comunistas como candidatos a la presidencia, y decirlo es sencillamente mentira o ignorancia en conceptos económicos y políticos. Pero esa guerra ideológica, simbólica y de discurso es precisamente la mejor estrategia para preparar al pueblo para aplaudir la muerte de candidatos y de grupos de personas.
Están preparando a su gente para aplaudir un magnicidio, al mismo tiempo que justificar el uso criminal de la fuerza pública contra la población civil.
El asesinato y desaparición de estudiantes en el paro de hace un año es una muestra de cómo “muerte a vándalos” era una idea generalizada en redes. Lo mismo sucedió con la masacre de Putumayo hace unos días: “narco-bazar, cocaleros, guerrilleros” fueron las respuestas de aquellos que tenían como cristianos el deber de ser la conciencia de su sociedad para cumplir su llamado de ser sal y luz.
Lo más chocante y contradictorio es que sean los mismos pastores cristianos de Cedecol liderando esas campañas de criminalización y deshumanización y usando mentiras para ello. Eso los hace cómplices de la violencia en Colombia y el cielo les tomará cuentas de ello.
Aunque la historia muestra cómo es hasta normal que sucedan estos fenómenos, es importante hacer un llamado a la Iglesia remanente que tiene un compromiso sellado en el corazón con la paz.
A aquella que sabe y conoce que la verdad de Cristo jamás justificaría la deshumanización el asesinato de una persona o un grupo de personas. De hecho, Jesús mismo fue crucificado con esta misma propaganda ideológica que lo comparaba con el mismo Belcebú.
Transmitir mentiras y propaganda engañosa no representa el cristianismo, sino al mismo diablo que los cristianos pretenden combatir. Como Jesucristo les decía a los fariseos: “Ustedes son de su padre, el diablo. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!” (Juan 8:44).