Muy pocas veces en la historia de nuestra democracia se ha acudido tanto como ahora a manejar el miedo como argumento de campaña. En ocasiones se ha votado en contra de alguien pero no propiamente por el susto de que viene el “coco”. Hemos votado sí, contra las maquinarias clientelistas, contra los corruptos, contra los mafiosos, contra los incapaces. Mejor dicho, aquí nos la pasamos votando en contra de…, pero casi nunca a favor de ideas o propuestas.
En esta ocasión, gane quien gane, se está moviendo el temor del electorado hacia falsas amenazas. La más utilizada ha sido la amenaza del castrochavismo, representada según la campaña del otro lado, por Juan Manuel Santos. Válgame Dios, un oligarca a carta cabal, un niño mimado de la burguesía, un socio de los clubes más exclusivos y de las familias más aristocráticas, un hombre rico y amante del poder, encarnando según sus opositores, el fantasma del comunismo.
Y lo peor es que la gente, muerta de miedo, se come este cuento, más parecido a las historias de espantos para engañar a los niños que a la realidad. Santos no es, ni será nunca un comunista. No le va a entregar el país a la guerrilla, ni se va a aliar con Castro o con Maduro para imponer en Colombia el socialismo del siglo XXI.
Se pueden dar estos y otros argumentos pero los asustadores profesionales siguen gritando: Peligro, peligro, miren como se alió con Clara, con Petro, con Cepeda. Así, entre más alianzas de izquierda se sumen a la campaña de la reelección, más parecería confirmarse la falsa tesis de que vamos hacia el precipicio de un estado totalitario de izquierda.
Una alta burguesía muerta de pánico, una clase media inculta políticamente se creen un racionamiento tan elemental como el de la senadora Cabal, que grita: Viene el lobo del comunismo ateo. Uy, que susto repiten por redes sociales y por todo tipo de comunicaciones: Santos nos va a quitar la propiedad privada, va a prohibir la religión, nos va a obligar a comer niños crudos, va a nombrar a Timochenko ministro de Defensa, etc., etc.
Mi buzón de correo, mi Whatsaap, mi Twittter están llenos de mensajes hechos para producir terror y llevarnos a votar por el espantamiedos, el Zorro Zuluaga, un vengador justo que pondrá en su sitio a ateos y comunistas. Con Zuluaga estaremos a salvo de Santos, el país se habrá librado de caer en las garras del socialismo, con Zuluaga la familia, la propiedad privada y el Estado se fortalecerán.
¡Cuánto embuste para vender un candidato! Si lo eligen las mayorías, habrá que aceptar el cambio de enfoque en el gobierno, pero ni Zuluaga es un santo que viene a salvarnos del demonio, ni Santos es un demonio que nos llevaría al infierno.
Las campañas hechas a base de estas simplezas no sirven de nada porque no nos dejan ver las verdaderas intenciones de los candidatos. Tal vez esto no sea culpa de ellos o de sus equipos de campaña, pero si de seguidores fanáticos que creen hacer un buen trabajo alimentando odios, repitiendo sandeces y mentiras.
Todo parece indicar que nuestra cultura política es muy baja, casi rastrera. No somos capaces de argumentar con seriedad y soportes, sino con fábulas construidas con base en imágenes manipuladas y sensiblería cursi.
Afortunadamente esto está por acabarse y no tendré que soportar más mensajes sobre la catástrofe que se avecina. Es que se parecen mucho a aquellos que aseguraban la llegada del fin de los tiempos según el calendario azteca o a esa otra simpleza del fin del fin el 31 de diciembre de 1999. En ninguno de los esos dos casos se produjo el apocalipsis que afirmaban en las redes sociales y tampoco se producirá el 7 de agosto de 2014.
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