Desde hace casi 25 años, 1998 Jorge Arturo Moreno Ojeda ya sonaba como el zar de la seguridad en Bogotá. Reclamaba fincas abandonadas que habían sido de Gonzalo Rodríguez Gacha presentándose, sin que le temblara la voz, como el heredero de Gonzalo Rodríguez Gacha. Sabía rodearse bien al punto que el propio Ernesto Samper Pizano, quien vivía los últimos meses de su torrentosa presidencia, decidió aceptar la petición de Moreno y fue padrino de una de sus hijas.
Jorge Moreno era, como mínimo, un excéntrico. Para casarse por segunda vez escogió a una de las vigilantes de su propia agencia de seguridad Guardianes. La ascendió para darle funciones de secretaria. Después de tener con ella dos hijos más Jorge Arturo, cegado por la fama incipiente, conoció en una reunión a la modelo chocoana Tracy Andrade.
Pero las relaciones sociales y políticas de Moreno estaban por delante. Uribista convencido, decidió aspirar al poder total cuando, cobijado por el partido de la U, se lanzó a la Cámara, las investigaciones lo inhabilitaron a pesar de que los respaldaron nombres de peso como Dilian Francisca Toro, José David Name, o el cuñado de Cesar Gaviria, hermano de Ana Milena, Jorge Muñoz. Fuera de la política decidió invertir en la campaña de María Fernanda Cabal a la Cámara de Representantes de Bogotá en las elecciones del 2014. Movidas que realizó antes de que la justicia lo acorralara.
Fuera del foco mediático decidió invertir parte de su fortuna en locales en La Castellana de Bogotá, en donde la iglesia Su presencia se ha convertido en el primer motor comercial del tradicional barrio bogotano. Mientras tanto iba expandiendo su pequeño imperio de agencias de seguridades con los nombres de Protección 33, Siglo 21 y Guardianes. Esta última era su joya de la corona.
Quedaba en el barrio La Castellana y se convirtió en una gran contratista del Estado. Una investigación en el 2015 lo señalaba a él y a sus socios, Carlos Moreno Cubillos y Aurora Moreno Ojeda, de haber firmado, –con engaños de por medio- con el gobierno de Juan Manuel contratos que ascendían a los $320 mil millones. Buena parte de esos contratos se iban para la Unidad Nacional de Protección.
Diego Mora, quien era el director de la UNP en el 2015, inició una investigación que tenía como título El cartel de la seguridad. Allí descubriría que su antecesor en la unidad, Andrés Villamizar, influenciado por su secretario, General, le había otorgado contratos de carros blindados a una de las empresas de Moreno. A pesar de los indicios de favorecimientos en la contratación, Diego Mora no pudo apartar de una nueva licitación a Moreno y logró quedarse con el 80% de la contratación de la UNP, cerca de unos $ 80 mil millones. Según datos de la época, 1.300 de los 3.000 escoltas que trabajaban en la UNP eran de la entraña de Moreno. No había duda, era el zar de la seguridad.
Las investigaciones judiciales fueron cercando a Moreno. En el 2017 decidió instalarse en Miami y ponerle distancia al país. Un año después la Superintendencia de Industria y Comercio sancionó las empresas de Moreno por violar la libre competencia. En el 2021 un juez penal de Bogotá condenó a siete años de cárcel a Moreno con los delitos de fraude procesal señalando maneras irregulares de contratar con el Estado.
Decidió entonces salir del país y desde entonces está sub judice. Pero esté donde esté la influencia de Moreno no ha cesado. En el año 2021, a pesar de estar inhabilitado para contratar con el estado por 96 meses los negocios continuaron. Un año después se comprobó que una de sus empresas, Unión Temporal Excelence 2022, se acababa de ganar un contrato por $ 249.406 millones con la UNP.
Sólo la llegada a la UNP de Augusto Rodríguez, quien cuenta con la confianza absoluta de su amigo de toda la vida, el presidente Gustavo Petro, puede cambiar las cosas. Recuperado del impacto que le generó el atentado que sufrió en la noche del martes 7 de marzo y que hizo público el propio presidente, Augusto Rodríguez destapó en radio los complicados y peligrosos entramados que se tejen dentro de la UNP, una institución con 17 sindicatos en la que todos desconfían de todos. Al punto incluso de que el propio director de la entidad debe movilizarse por sus pasillos y permanecer en su oficina con escoltas personales. Una entidad encargada de la seguridad de miles de colombianos en riesgo, en la que nadie está segura y en la que, por lo visto, se mueven poderosos intereses.
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