La labor del editor periodístico es delicada. Cada cosa que lee, que redacta, que publica, debe manejarla con pinzas. Más aun en un país donde hay tantas personas amenazadas y temen perder su vida.
En Colombia, un error de lectura puede generar una hecatombe al otro lado del país. Como un aleteo de una mariposa puede provocar un huracán.
Pero hay días en que lees de afán, copias mal un nombre y te equivocas, como humano que eres. Entonces comienza la hecatombe.
En días pasados recibí una nota del antioqueño Andrés Ríos, titulada 'El silencio de un periodista del Bajo Cauca'. Estaba a punto de ir a almorzar, entonces la leí muy rápido, sabiendo que el periodista, quien ha publicado con nosotros en múltiples ocasiones, es muy pulido y riguroso con su trabajo.
Pero del afán no queda sino el cansancio. En el momento de armar el chapó o la entradilla copié un nombre mal: debía referirme a Luis Carlos Cervantes, periodista asesinado en Tarazá, Antioquia; pero escribí el nombre de Éder Narváez, quien se desempeña como director de NP Noticias Online y es corresponsal de Teleantioquia Noticias en el Bajo Cauca. Cubre todo tipo de temas: política, orden público y corrupción. Lo que no sabía yo es que Éder es uno más de los periodistas amenazados por los grupos armados, por lo que tiene un esquema de seguridad por parte de la UNP.
Lo que en cualquier lugar del mundo es un simple error de un cambio de nombre, que por supuesto corregí en cuanto lo advertí, en un país como Colombia puede desencadenar una tragedia. Lo que para una editora en la ciudad como Bogotá es un error de lectura, puede significar en el Bajo Cauca noches en vela, cientos de llamadas telefónicas de amigos y conocidos, dolor en el pecho, sentimiento de desprotección y pérdida de la tranquilidad.
Por mi error, los familiares del periodista lloraron angustiados al ver que las continuas amenazas se habían hecho reales. Para Éder ver su nombre en cualquier diario se vuelve una profecía cumplida.
Aclaro entonces que Éder Narváez está vivo y me excuso con él, los colegas, periodistas y familiares por este trago amargo que los hice pasar por un error al copiar un nombre. Ante los muchos mensajes de amigos y colegas, él escribió en su Facebook: "Gracias a Dios sigo vivo y trabajando. ¡Que el todopoderoso me ilumine!".
Ojalá estuviéramos en un país en el que copiar mal un nombre no ocasionara una seguidilla de tragos amargos. Pero estamos en Colombia, donde al menos 191 periodistas son amenazados al año. La muerte les respira en la nuca y saben que, como en un juego macabro, en cualquier momento pueden silenciar su voz.
*Editora de la Nota Ciudadana