Que el programa más visto de la televisión colombiana sean las noticias de Caracol, da para preocuparse. Noticias Caracol es plano, aburrido, eterno. Es una cortina que ponen los restaurantes del país para que los trabajadores almuercen viendo, literalmente, cualquier cosa. Un espacio de tres horas al mediodía –Sí, Noticias Caracol oficia como el reemplazo de Padres e Hijos desde hace veinte años- en donde las notas se van hilvanando por inercia, un lugar capaz de convertir en estrella a Juan Diego Alvira con sus exhaustivas investigaciones –El Alka Seltzer derritiéndose para mostrar los efectos devastadores de la droga en el cerebro- dignas de estar en la Historia Universal de la Infamia y de que Erika Zapata sea la culpable de innovaciones tan discutibles como la de referirse a una multitud como “mero gentío”. Si, parece que ni la llegada de un monstruo de periodista como Ricardo Calderón han salvado de la influencia de Don Jediondo al noticiero mas importante del país, un noticiero que poco a poco va creciendo dentro de la programación del canal como si fuera un tumor maligno.
No alcanzar los ocho puntos de rating y ser primeros en el top 10 habla de que la televisión colombiana dejó de importarle a la gente. Antonio Morales, uno de los hombres que se inventó a Jaime Garzón, hace este análisis “En su caída Noticias Caracol tiene 7 puntos de rating y RCn Noticias 3. Eso significa una audiencia de 700.000 y 300.000 televidentes diarios. No pocos influencer o youtuber de opinión tienen muchísima más audiencia”. Caracol y RCN han crecido de espaldas a lo que sucede con las mejores plataformas del mundo. Historias atrevidas, profundas, frescas, putamente graciosas, capaces de volarte la cabeza como Severance de Apple, Merlina de Netflix, Last of us de HBO, Moon Knight de Disney, The consultant de Prime, y esto es sólo un pobre ejemplo porque estas plataformas están obligadas a sacar series buenas todo el tiempo. Si se termina una buena, debe arrancar otra espectacular, a Sucession le debe seguir Euphoria. Hay presupuesto hay imaginación y ha independencia. Por eso, mientras Hollywood sigue haciendo su basura de Marvel, plataformas como Apple le dan 200 millones de dólares a Scorsese para que haga un western con Brendan Fraser y Leonardo Di Caprio. En Colombia seguimos haciendo La Isla de los famosos.
Hasta hace unos años, contado por él mismo, le pagaban una carretilla de plata a Dago García para que estuviera frente a una pantalla viendo que todos los chascarrillos, climax y escenas de acción de los productos de Caracol, incluidos los realities, esas novelas postmodernas, fueran entendidos por los estratos 3 para abajo. Subestimar de esa manera al público colombiano es algo que están pagando caro los dos canales nacionales. Es que el público ya no es estúpido. Esta generación vino con más neuronas. Los muchachos quieren cosas diferentes. Incluso si son colombianas, incluso si son de Dago. La primera vez, la serie colombiana más diferente que ha hecho Netflix.
Pronto ya no pautará nadie en el canal de los Ardila y de los Santo Domingo. Por anacrónicos, por uribistas, por no darse cuenta que las cosas cambiaron. Si no se resetean las únicas propagandas que tendrán estos canales serán las de las propias empresas de sus dueños. Será canibalismo puro y duro. Y también morirán.