Los errores de la dirección que tienen roto el Partido Farc

Los errores de la dirección que tienen roto el Partido Farc

Siete tesis que explican la desbandada de muchos militantes y exguerrilleros que se jugaron la vida en armas y que ahora están por fuera. La mas reciente en salirse, Tanja, la holandesa

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enero 22, 2020
Los errores de la dirección que tienen roto el Partido Farc

La vieja costumbre de la izquierda, ya pasada de moda, de no criticar a los dirigentes, ni a los procesos, ni a las decisiones de los llamados cuadros, ha terminado tapando más de una vez un sinnúmero de equivocaciones que los mismos líderes han cometido, terminando impunes y sin un mínimo reproche por parte de la historia. Sin permitir que haya una crítica sólida desde una militancia que solo parece un comité de aplausos, nos hemos dedicado a echarle la culpa a la derecha de nuestros fracasos como si la historia se agenciara solo desde un mismo lado. Cuando ganamos hicimos las cosas bien, cuando perdimos fue culpa de la derecha.

Hace poco un reciente trabajo académico de la Universidad Nacional mostraba el rol que tuvieron distintos sectores en el desfalco y posterior liquidación de Provivienda, aquel proyecto político y de masas dirigido por el Partido Comunista para la construcción de vivienda de los sectores más desfavorecidos. Sin demeritar el positivo impacto que tuvo para muchos este proyecto y que algunas investigaciones ya han sistematizado, el estudio también cuenta cómo desde la administración hubo manejos ilícitos que dieron al traste con este proyecto cuyos responsables no venían de la derecha, ni del régimen, sino desde adentro mismo.

La autora del libro, se confesaba conmigo sobre la disyuntiva que tenía. Se enfrentaba entonces a un dilema ético. ¿Cómo podemos contribuir a superar los errores?, ¿cómo podemos recuperar una memoria militante que aporte al futuro sin que sea considerada como traición? La cuestión entonces es si el revolucionario, en aras de usar las instancias partidarias que muchas veces no funcionan, debería callarse y “no hacer el trabajo del enemigo” o, por el contrario, denunciar las prácticas y protagonistas que se incrustan en los partidos progresistas fungiendo de revolucionarios. Mismo dilema ético que enfrentan las feministas al decidir denunciar a los machitos de izquierda que en la calle son como el Che y en la casa son como Pinochet. Lo cierto es que uno no puede cambiar el mundo si la casa no esta cambiada. Uno no puede cambiar la sociedad y dar una lucha contra el establecimiento reproduciendo los mismos vicios de quienes nos dominan. La tarea del revolucionario debe ser integral, no solo dar ejemplo, sino también denunciar las prácticas y a quienes no tienen la ética necesaria para dirigir una transformación social.

En política, el debate abierto y amplio es lo mas sano para la democracia. Ocultar o esperar que, a través de instancias y mecanismos que muchas veces no existen o no funcionan, se resuelvan graves y profundos errores cometidos en especial por partidos revolucionarios solo sirve para postergar las soluciones urgentes. El joven Marx no solía pedir permiso para hacer críticas fuertes, contundentes y públicas hacia lo que él consideraba concepciones desviadas de la táctica y estrategia revolucionaria. No me imagino algún revolucionario de aquella época increpando al joven Marx por haber criticado (y hasta burlado) en público las tesis de Proudhon argumentando que este le hacía daño a la revolución. No hacer las debidas críticas a tiempo solo nos convierte en cómplices. Así pues, con ese mismo espíritu, sin caer en la crítica personal, lo cual considero poco honesto y para nada argumentativo —y considerando que por parte de unos militantes ya el debate político se ha abierto al público—como producto de una recolección de historias de desilusión y desencantamiento de diversos militantes y ex militantes del partido FARC, me atrevo a sacar estas tesis (que se han convertido desafortunadamente en políticas internas del nuevo partido). Todas estas configuran lo que se ha osado llamar “La nueva forma de hacer política” y considero están dando al traste con la posibilidad de crear verdaderamente un partido democrático que realmente se dispute el poder en Colombia.

1.      Ser críticos es ser de la disidencia o hacerle daño al partido. Hace poco cuando criticábamos la intervención de uno de los parlamentarios de FARC en el congreso, que prácticamente justificaba el accionar violento del ESMAD, una experimentada militante nos acusaba e invitaba a abandonar el partido mientras dejaba impune a quien defendía al ESMAD, institución acusada ya en muchas ocasiones de asesinar y reprimir al pueblo colombiano. Según ella, quienes le hacíamos daño al partido éramos nosotros debatiendo en un grupo de Whatsapp y no aquel enviando un mensaje equivocado frente a los televisores de toda Colombia.

En otros escenarios, ante las repetidas renuncias de más de una centena de militantes bogotanos en el último año, Gabriel Ángel, en una carta a nombre de unos supuestos “verdaderos militantes”—ya de por si odioso decir que unos son verdaderos y otros de mentiras—antes que reflexionar sobre el origen real de esas renuncias y sin un céntimo de autocrítica insistía de manera soterrada en incluirlos en las filas de la disidencia, poniendo de manera irresponsable en grave riesgo sus vidas. No contento con esto, ahora acusa al profesor Medina Gallego de apoyar a la disidencia en una reciente columna entre otras cosas desviando el debate que el académico le estaba proponiendo en su tweet. Adicionalmente, en otra reciente columna, pone en tela de juicio las críticas necesarias al partido descalificando de manera grotesca la personalidad de quienes las hacen. Nada mas antimarxista responder a las profundas críticas hacia el partido, que desfigurando la humanidad de quienes las hacen. De esta manera, se ha configurado un sector del partido donde no caben las críticas y el debate, y donde se autoproclama una sola verdad por un grupo cerrado de cuadros que inocentemente siguen creyendo que son la vanguardia, y quienes acusan peligrosamente de disidentes a cualquiera que haga críticas a su “nueva forma de hacer política”.

2. Para poder ser militante válido del partido FARC se debe haber sido guerrillero y por lo menos de más de una o dos décadas en la guerrilla (solo cuando conviene). En no pocas ocasiones un “prodigioso” cuadro del partido ha despreciado las opiniones de los nuevos militantes urbanos de Bogotá porque no “huelen a pólvora”; en otras los ha tratado de “cucarachas”… ¡Y después preguntan por qué la gente renuncia! Pareciera que, para estos dirigentes, haber estado en el monte y cargado un fusil los hace portadores de la verdad absoluta. Eso lo he llamado “fetichismo del fusil” y es una clara enfermedad izquierdista. Si lo que se quería formar era un colectivo de ex guerrilleros, debieron haber pensado mas bien en una fundación mas no en un partido político. De haber sabido que para poder hablar dentro de este partido debería tener mas de dos décadas de militancia, muchos de nosotros tendríamos que haber ingresado a los 5 años, o incluso en el momento de la gestación. Sin embargo, lo paradójico de esta medida es que se aplica de manera acomodada, pues ni siquiera antiguos y curtidos comandantes y exguerrilleros que cumplieron un papel valiosísimo en las negociones de La Habana y durante la guerra han sido interlocutores válidos en tanto han sido críticos de las prácticas de la dirección actual. Por el contrario, como muchos manifiestan: “nos han abandonado o no nos dejan participar”. Mientras tanto, otros militantes que nunca estuvieron en el monte ocupan los distintos cargos burocráticos que el partido actual ofrece, eso sí, mientras mantengan su silencio. En otras palabras, el discurso de la militancia armada como prerrequisito para ser un militante válido se usa a veces… pero a veces no.

3. Los intelectuales no sirven y solo con el conocimiento que tuvimos en la guerrilla nos basta para entender el mundo. Nada más insensato, anti marxista e ingenuo creer que el hecho de haber estado en el monte ha sido suficiente para tener los elementos necesarios para construir una nueva sociedad o para enfrentar los retos que la paz demanda. En un reciente taller de formación, un excomandante, (de esos de más de dos décadas en el monte) de manera apresurada se mofaba de las clases de administración sugiriendo que lo que había en las FARC eran administradores y que ese arte lo perfeccionábamos con dos semanas de teoría. Su inocente comentario me recordó aquel cristiano fanático que conocí en la cárcel que alguna vez me dijo que todas las ciencias del mundo cabían en un solo libro: La biblia. En lo que he percibido, en la generalidad de este sector de la dirigencia, existe un desprecio a los nuevos conocimientos y a quienes por algunas razones hemos sido privilegiados de tener formación universitaria.

Es clara la aversión hacia la práctica académica que destila en su carta Gabriel Ángel contra el profesor Medina, la misma aversión que tiene contra Santrich, y que se suma a la ya conocida prevención que tienen contra el profesor Jairo Estrada y el menosprecio por los aportes académicos en favor de la reconstrucción histórica de FARC realizados por Miguel Ángel Beltrán. En síntesis, lo que algunos militantes se atreven a diagnosticar, es el síndrome de Procusto de algunos dirigentes del partido: una actitud férrea de no dejar espacio a quienes intelectualmente e ideológicamente pueden superarlos.

4. Como corolario de la anterior tesis: la gente nueva que ha llegado al partido en los últimos años no aporta nada. En un encuentro, otra vez nuestro ilustre “dirigente” trató de cucarachas a unos militantes jóvenes del partido, situación que sirvió como un argumento adicional para que toda una comuna se distanciara del mismo. Otro “cuadro”, reflexionando sobre las crecientes renuncias sentenciaba: “estamos quedando el acero y nos hemos limpiado de lastres”. Me pregunto: ¿Existe, en serio, una política clara para atraer gente al partido? ¿A quién le gusta ser maltratado en un grupo social?  Algunos todavía recordamos con agrado aquellos tiempos en que para unirse a la guerrilla prácticamente se “consentía” a los futuros candidatos. Era todo un ambiente de camaradería que en muchos espacios ya se perdió y que hace sentir a los antiguos militantes “usados” por una élite interna que los engañó con un supuesto sueño revolucionario.

Ya es bien conocido por todos quienes hicimos escuela de activistas y recordado recientemente por Slajov Zizek, que el ser humano se une a una causa por la sensación de bienestar y de goce que le da pertenecer a ella. Están equivocados si creen que la gente se nos va a unir mayoritariamente por convicción más que por seducción. Yo no sé a cuántos militantes piensa el nuevo partido afiliar si lo único que se hace, en la mayoría de los espacios, es desconocer los aportes de los nuevos militantes, muchos de ellos jóvenes universitarios o recién graduados, y en otros casos maltratándolos y asfixiándolos hasta que renuncien. Es el único partido político en el mundo que se da el lujo de despreciar al apoyo de los jóvenes y de los académicos.

5. En el nuevo partido se debe mantener la disciplina militar de la guerrilla. “Los nuevos militantes no tienen la disciplina que teníamos en la guerrilla”, argumenta nuestro famoso cuadro. “La manía de discutirlo todo”, sentencia también las tesis del partido para el segundo congreso. ¡Pues claro, mis estimados dirigentes!, no ven que en la guerra la disciplina y el cumplimiento de órdenes son tan necesarios como el debate y la crítica en la construcción de democracia. Lo que se esperaba en la construcción de un nuevo partido y en la transición de una organización política militar a una organización política partidaria, era que existiría una etapa candente de debates (del cual estas tesis hacen parte) que llevarían a la construcción de un partido revolucionario y democrático que se pudiera disputar efectivamente el poder. Ni siquiera el propio Lenin con sus más de 7 tomos de documentos escritos se la sabía todas. ¿De dónde acá, donde desafortunadamente carecemos de líderes de la altura de Lenin, debe la militancia creer ciegamente en las tesis y propuestas que sacan desde las direcciones sin controvertirlas? En ese orden de ideas todo debería poder discutirse y criticarse: la comunicación política, el trabajo de masas, la ética de los dirigentes, el uso del presupuesto del partido, etc.

Por otro lado, para acrecentar más la crisis, como lo denuncian reiteradamente viejos cuadros políticos de FARC, las decisiones ahora son tomadas por un pequeño grupo de excomandantes que se autodenominan “el núcleo”, que, respaldados por el discurso cuadrado del centralismo democrático—que siempre tienen a la mano—, terminan definiendo y tomando todas las decisiones del partido sin siquiera consultar al CNC (Consejo Nacional de los Comunes) mucho menos a la militancia. ¡Los tiempos del estalinismo partidario pasaron de moda, camaradas! Los nuevos partidos y movimientos sociales son asamblearios, se rotan los cargos de dirección, no existen vacas sagradas, la ejecución del presupuesto es transparente y visible, el debate es continuo. Esa es la nueva democracia y la nueva ética política que esta naciendo en América latina—como lo enseña Enrique Dussel[i] y Raúl Zibechi[ii]—creada por los pueblos originarios y movimientos americanos, que se han apartado de la ortodoxia eurocéntrica de izquierda, construyendo experiencias radicalmente democráticas.

6. Como consecuencia de la tesis anterior, a los antiguos mandos no se les puede criticar, ¡ellos nunca se equivocan! Una de las consecuencias del proceso de paz, comentaba un exguerrillero, es que “pudimos realmente medir la calidad de nuestros comandantes”. Otro, un poco mas desilusionado, criticaba la manera como llegaba a un ETCR su antiguo comandante en una camioneta y su esquema de seguridad y manifestaba que “se va sin hablar con nosotros y solo el polvo nos deja”. Así las cosas, el proceso de paz ha evidenciado las debilidades que muchos comandantes tenían, y esto lejos de ser negativo, podría ser un arma útil para ir identificando los cuadros mas apropiados para dirigir esta fase del nuevo partido.

Para muchos han sido claros los diversos desatinos sin mayores consecuencias que han tenido algunos hechos como las manifestaciones en defensa de la nueva dirección del ejército en el parlamento (recientemente cuestionado por las chuzadas a altas personalidades políticas), la negociación de la dirección del CNR con una multinacional para “otorgar la licencia social” para una explotación minera en el sur de Colombia, y la intensión “pragmática” de apoyar monocultivos de palma africana como estrategia de reincorporación de exguerrilleros, entre otros hechos bastante criticados por la militancia. Así las cosas, es un error creer que quienes fueron buenos estrategas en la guerra serían buenos estrategas en la paz, y mucho peor considerar que son infalibles y que no tienen ningún tipo de responsabilidad por sus actos ante el partido solo por el hecho de que fueron comandantes.

7. ECOMUN y las demás organizaciones sociales que trabajaron con nosotros les pertenece a FARC y las debe dirigir el partido. Esta es una de las tesis que está más en debate y tiene que ver en últimas, con que el destino de la reincorporación social y económica quede en manos de las dinámicas internas del partido desconociendo las propias lógicas de la economía social y solidaria y las normas legales respecto a la organización cooperativa. Para algunos quienes están en la dirección de ECOMUN, la reincorporación efectiva de todos y cada uno de las y los exguerrilleros no debería depender de su militancia en el partido FARC; y por otro lado, la reincorporación política es un decisión voluntaria de cada exguerrillero(a). Ninguno de quienes dejaron las armas esta obligado a continuar su trabajo político dentro de FARC. Mientras que la reincorporación social y económica es un deber y es la tarea de ECOMUN como lo rezan los mismos acuerdos.

Adicionalmente, como manifiesta otro de los dirigentes de ECOMUN, “nuestro destino no puede estar influenciado por las dinámicas y discusiones internas que actualmente existen dentro del partido, es mas, sería mas peligroso para el futuro de ECOMUN que se dejara influenciar por la actual crisis interna del partido”. Otras organizaciones de masas que en algún momento coincidieron en los territorios en tiempos de guerra, también han sido presionadas para trabajar bajo el esquema actual de dirección de FARC, generando dinámicas que han dado al traste con estos proyectos, cuando lo que se podría haber creado era una coordinación armónica entre diversos sectores sin hacerles perder lo mas valioso que estas organizaciones tienen: su autonomía. Lo cierto es que dirigir o no organizaciones sociales, además de ser una actitud arrogante, se puede dar si y solo si se tiene una altura ética para esto, situación que desafortunadamente no es nuestra realidad actual.

Estos elementos previos son producto de una reflexión colectiva de lo que ha pasado en los últimos años, de una etnografía social que se da de manera espontánea y que los militantes tienden a callar muchas veces por temor a represalias. Las hago acá presentes en calidad de académico, militante más de la ciencia y de la ética que de algún grupo social y con el propósito de esperar debates a la altura del momento histórico más que los tradicionales epítetos y llamados a abandonar el partido. La invitación es también a participar de una última oportunidad histórica de corregir el rumbo de un proyecto político de mas de 5 décadas, proyecto que se debate entre ser una organización cerrada de tipo estalinista sin mucho futuro (como lo demuestra la experiencia latinoamericana) o la posibilidad de entrar al menos a participar como coprotagonista del aparente renacer colombiano y de la creación de alternativas democráticas y autónomas en los territorios.

Estoy seguro que develar y hacer estos debates públicamente puede servir para mostrar saludablemente que el partido FARC se construye con paredes de cristal donde cualquier ciudadano puede acercarse a nuestras realidades y puede entender que estos actuales debates internos fortalecen nuestra propuesta politica; y que a pesar de las diferencias internas los militantes estamos dispuestos a llegar a consensos, y a permitir que se escuchen todas las voces, las mismas que han sido ocultadas durante décadas por el régimen. El reto es que podamos demostrar que realmente somos una nueva forma de hacer política.

[i] Al respecto Enrique Dussel manifiesta en sus 20 tesis de política: “La nueva teoría no puede responder a los supuestos de la modernidad capitalista y colonialista de los quinientos años. No puede partir de los postulados burgueses, pero tampoco de los del socialismo real (con su imposible planificación perfecta, con el círculo cuadrado del centralismo democrático, con la irresponsabilidad ecológica, con la burocratización de sus cuadros, con el dogmatismo vanguardista de su teoría y estrategia, etc)”. Vease  Dussel, E. (2006). 20 tesis de política. Siglo XXI.

[ii] Zibechi, R. (2007). Dispersar el poder. Editorial Abya Yala.

Zibechi, R. (2007). Autonomías y emancipaciones. América Latina en movimiento, 21-63.

 

 

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