En su más reciente artículo sobre la ignorancia supina, el señor Ricardo Plata Cepeda se enfoca en alabar los beneficios económicos de la explotación del carbón en La Guajira, pero parece tener una miopía alarmante cuando se trata de ver los efectos negativos que tiene en las comunidades locales y en el medio ambiente.
Lo social, ambiental y económico en La Guajira antes y después de la gran minería a cielo abierto merece un riguroso análisis. Mientras las multinacionales que explotan sus recursos energéticos han incrementado su producción y ganancias; es decir, su sostenibilidad, las comunidades asentadas en sus áreas de influencia están en unos niveles de pobreza extrema, a tal punto que semanalmente mueren infantes de física hambre y sed.
Valga resaltar que la ignorancia es falta de datos, mientras que la estupidez es hacer lo mismo que el ignorante, pero teniendo datos. Se enfatiza en el aporte económico que genera la minería del carbón en La Guajira, con grandes ingresos por concepto de impuestos, regalías y otras contribuciones. No se puede negar que estas cifras son impresionantes. Pero debemos recordar que el desarrollo económico no debe medirse únicamente por cifras, sino por su impacto en la calidad de vida de las personas y el cuidado del entorno.
Michael E. Porter, el gran pensador de Harvard, dice que “la solución está en el principio de valor compartido, que implica la creación de valor económico de una manera que también cree valor para que la sociedad haga frente a sus necesidades y desafíos”. Es evidente que el éxito de Cerrejón no ha estado atado al ascenso de la sociedad. Tal cual nació esta industria, así se ha mantenido. Ética y políticamente es una muestra de indolencia social hacer riqueza en medio de la extrema pobreza.
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Las comunidades afros e indígenas, en especial los niños, enfrentan condiciones de extrema pobreza y desnutrición aguda y severa. La minería del carbón, lejos de ser una solución, ha contribuido a la profundización de estas desigualdades y a la vulnerabilidad de la población. Ya lo había predicho el mismo Plata Cepeda hace 42 años: “Lógicamente que cualquier proceso de desarrollo violenta las estructuras sociales y produce, en algunos casos, sino etnocidios físicos, ciertamente etnocidios culturales”
Evidentemente los ingentes recursos que recibe la nación entre impuestos de renta, patrimonio y regalías (en promedio de $1 billón de pesos anuales) y que una proporción importante de esa suma va al departamento y los municipios productores o portuarios de carbón es succionada por la implacable corrupción que campea los gobiernos nacional y regional. Sospechosamente ha habido una puerta giratoria entre altos funcionarios de Cerrejón y los más encumbrados cargos del Estado. Verbigracia, de presidente de Intercor a ministro de Minas y Energías, entre otros.
Además, La Guajira ha sido categorizada como una "zona de sacrificio", donde las comunidades locales pagan el alto precio de la explotación de recursos naturales sin recibir beneficios justos a cambio. La desterritorialización de comunidades, la degradación del medio ambiente y los problemas de salud son solo algunos de los impactos negativos. El ferrocarril de trocha ancha que biseca al territorio ancestral wayúu, que tanto ama el Sr. Plata, ha sido ese factor ajeno y externo a la cultura que comprometió el futuro de sus habitantes como pueblos originarios.
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Con el cual no solamente se vulneraron sus derechos, sino que incidió en ciertos principios de la vida espiritual, social y cultural de los mismos, considerando la trascendencia que tiene cada implicación en la cultura. Es evidente que existió una modificación en ciertas dinámicas, lo cual generó el debilitamiento de la identidad cultural.
El señor Plata Cepeda también destaca los avances tecnológicos y logísticos de la minería del carbón en la región. Si bien es cierto que la tecnología puede tener aplicaciones positivas, lo es solo para la empresa. No podemos permitir que esta distracción nos aleje de los desafíos más amplios que enfrentamos. Su narrativa evidencia que el complejo carbonífero del Cerrejón es nada más un enclave económico, social y cultural.
Resulta lamentable que en su artículo el señor Plata Cepeda no mencione la necesidad de abordar los impactos negativos de la minería del carbón y trabajar en soluciones que beneficien a todas las partes involucradas. La explotación de recursos naturales debe ir de la mano con la responsabilidad social y ambiental, garantizando el respeto a los derechos humanos y la protección del medio ambiente. La megaminería del carbón en La Guajira no es una fiesta de celebración, es una tragedia para las comunidades locales y para el medio ambiente
En conclusión, la explotación de carbón en La Guajira no puede ignorar los efectos perjudiciales que tiene sobre las comunidades locales y el medio ambiente. Es hora de adoptar un enfoque integral y sostenible que promueva el desarrollo económico, social y ambiental en la región, asegurando que todas las voces sean escuchadas y que los beneficios se compartan de manera justa. De esta manera es como podemos aspirar a un futuro más justo y equitativo para todos en La Guajira. ¡Ya es hora de dejar de hacerse el ciego, señor Plata Cepeda!