Jaime Garzón fue el último de los comediantes políticos que tuvo Colombia. Sin concesiones iba con todo y contra todos. Para él no existían vacas sagrada. Algunos políticos, que eran presa de sus bromas, se volvieron amigos íntimos de él como Cesar Gaviria. A pesar de que su imitación al expresidente era mordaz, Garzón entraba cuando quería a Palacio. Eran íntimos amigos e incluso le reprochaban su cercanía por el poder.
A otros las bromas no les gustaban tanto. El entonces director de inteligencia del Das, José Miguel Narvaez, socavado presuntamente por figuras políticas de ese entonces, llevó el nombre del humorista en una lista a Carlos Castaño. Narváez era un feroz anticomunista. Dictaba una cátedra antisubversiva a Paramilitares y hasta el mismo ejército. Fue por él que Castaño secuestró y estuvo a punto de matar a Piedad Córdoba. Él fue la persona que sembró la obsesión de Castaño por Garzón. Al igual que otros comandantes de las Autodefensas como Don Berna, les molestaba el humor y las labores humanitarias que hacía Garzón con los secuestrados en poder del ELNLa desaparición del jefe máximo de las AUC dejó un manto de duda sobre su investigación que aún la familia del humorista lementa. Lo que sí se pudo probar es que Narváez fue uno de los instigadores del asesinato del humorista. Actualmente paga una cadena de 24 años de cárcel.
Pero no sólo fue Narváez y los paras quienes estuvieron detrás del crimen. Altos oficiales del ejército habrían estado tras él. En el 2011 los abogados de su familia llevaron a la Fiscalia pruebas que involucrarían a los generales Harold Bedoya, Jorge Enrique Moral y Rito Alejo del Rio. Entre las pruebas había una carta del 22 de mayo de 1998 le escribió a Rangel: “General, no busque enemigos entre los colombianos que arriesgamos la vida a diario para construir una patria digna, grande y en paz, como la que yo quiero y por la que lucha usted”.
El 2 de junio del 2019 la Fiscalía afirmó que “El Coronel Plazas Acevedo desplegó los actos preparatorios del abominable crimen de Jaime Garzón”. Veinte años después la familia sigue pidiendo justicia. Los enemigos claramente se conocían.
