Con respecto al proyecto de reforma tributaria en curso, grata fue la sorpresa que nos dieron los gremios económicos al considerar que algo así era lo que necesitaba el país, pues no de otra forma se podría proveer al Estado de recursos suficientes para atender el déficit fiscal, reducir la inequidad, garantizar un desarrollo sustentable y promover la modernización de nuestro atrasado país, entre otros aspectos benéficos que todo colombiano desea.
Era esta una actitud esperanzadora, pues rompía con la tradicional preocupación de estas agremiaciones, otrora caracterizadas por la exclusiva defensa de sus intereses de clase.
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Pero, no fue sino conocerse el texto del proyecto para que comenzaran a aparecer las objeciones de cada gremio en particular, y solo de parte de cada gremio, pues en lo atinente a los demás, todos deberían conservar ese espíritu filantrópico en el que antes parecían haber estado comprometidos.
Fenalco, por ejemplo, comenzó a ver lo inconveniente que resultaría la desaparición de los días sin IVA, pues ellos representaban una gran oportunidad para que muchas personas pudieran comprar mercancías que de otra forma les sería imposible conseguir.
En igual sentido se pronunció Asobancaria, aunque a ninguna de estas organizaciones se le ocurrió pensar que a igual beneficio se podría llegar si se reducían los márgenes de utilidad comercial y las tasas de intermediación.
Con parecidas objeciones resultó la Andi. A este sector le parecieron inconvenientes los impuestos a los dividendos, a las bebidas azucaradas y a los alimentos ultraprocesados, pues afectarían el clima de inversión en el país, debilitarían el tejido empresarial y, consiguientemente, producirían un freno a la generación de empleo. Eso sí, ninguna preocupación mostraron por el efecto sobre sus capitales.
Y ni qué decir de Fedegán. Hablándole a Pedro para que lo supiera Pablo, su presidente, José Félix Lafaurie, anunció a los campesinos la conformación de “grupos de reacción solidaria” con los cuales hacer frente a la toma de tierras a que nuestros campesinos se ven cada vez más obligados.
De esta manera, Lafauríe y su jauría le estaban notificando a Petro, muy subliminalmente, lo que podría ocurrir si no se avenía en la práctica a cumplir con lo firmado equivocadamente en notaría respecto de las expropiaciones o si sometía a mayores impuestos a los dueños de grandes latifundios en tierras fértiles, pero ociosas.
En fin, cada gremio dice que la reforma es buena en general, pero mala para sí mismo en particular. De esa manera pretenden que se los vea como mansas ovejas, y no con el hocico de lobo que los caracteriza. Ya los veremos montando gavilla para que la reforma se caiga.