Es admirable la enorme destreza que tiene el señor Iván Duque para demostrarnos su ineptitud, porque sabe meter la pata una y otra vez sin sonrojarse e insiste obstinadamente en rodearse de ministros de pacotilla, pero se le entiende porque su espíritu se enmarca dentro de las lógicas de nuestro tiempo.
Haciendo un poco de historia, recordemos que venimos de gobernantes dioses infalibles como los faraones o los incas, luego aparecieron los que orientaban a sus pueblos hacia la fe verdadera en las guerras de religión, posteriormente surgieron los monarcas ilustrados o déspotas y a continuación las dictaduras del proletariado y las burguesas, llamadas democracias. En la segunda mitad del siglo XX movidos por las teorías del progreso capitalista se impusieron los ingenieros como el lerdo Virgilio Barco, los economistas liquidadores del Estado de bienestar y henos aquí en la era gloriosa de los héroes de la farándula, los administradores de empresas como Donald Trump y los teóricos del emprendimiento, como nuestro mandatario. Una era donde brillan los influencers de las redes enredadoras de conciencias y donde la gente ya no lee ni libros cursis.
Seguramente en esos cursos profundos que tomó en Harvard, el que no es un duque ni muchos menos un marqués, asimiló la teoría de la prospectiva y se hizo experto en economía naranja. Con esa sapiencia regresó a Colombia para después de unos años en la politiquería, lanzarse a la presidencia aprovechando que contaba, además, con dos cosas esenciales a su favor: el respaldo de un expresidente sub judice y la capacidad enorme de un pueblo para creer cuanto cuento futurológico le pintan. Lo dramático es que poco después de haber tomado el poder, con la pandemia la estantería se le vino al suelo estrepitosamente y simplemente se quedó como un mediocre conductor de su programa televisivo, Prevención y acción. Por eso viene entonces la pregunta: ¿qué pasó con todo lo que había aprendido en sus “estudios ejecutivos”?
De acuerdo con lo que plantean, quienes han vivido de la prospectiva, esa es la ciencia que estudia el futuro, para comprenderlo e influir en él y nos dicen que es la base del liderazgo y el management moderno porque tiene entre sus objetivos lograr mayores beneficios económicos y sociales para estar en la frontera de la competitividad. Como puede verse, eso suena interesante y sumamente descrestador. Por eso me imagino que para hacer su programa de gobierno el señor Duque debió revisar el “estado del arte”, aplicar la encuesta Delphi, la matriz de Godet, el método Micmac y la construcción de escenarios con los ejes Schwartz. La gente salió a respaldarlo esperando los ríos de oro y se tragó el cuento, de que con sus amigotes nos salvarían del castrochavismo, pero como la vida es tan cruel, todo eso de nada le sirvió, termino hablando como Maduro y ahora solo le queda esperar a que termine su mandato, con más pena que gloria.
Aunque la prospectiva sostiene algunas ideas positivas, como que el hombre es el que tiene la posibilidad de construir su futuro y no tiene que esperar a la fatalidad de los dioses o al destino, en mi concepto eso de llamar ciencia a una rama de las sociotecnologías económicas es una exageración discursiva que, con sus juegos estadísticos y retorica enmarañada, puede servir para lograr prestigio académico por su proximidad con la filosofía y para hacer dinero con negocios de consultoría o asesorías, pero que en la realidad deja muy poco, porque la humanidad cada día está siendo sometida a cambios más bruscos y repentinos. Claro que es bueno intentar planificar, pero de ahí a que creamos todo lo que nos pintan los encantadores de serpientes sobre estructuración de proyectos modernización y desarrollo futuro hay un abismo enorme. Del pasado podemos sacar enseñanzas, del presente sabemos que se esfuma en un segundo y del futuro, bien poco es lo que sabemos cómo para fundar una ciencia, aunque por supuesto, cada cual es libre de inventarse su teoría y creerse que está a la vanguardia de la intelectualidad.
Termino diciendo que de acuerdo con las enseñanzas de la pandemia, la prospectiva puede servirnos para llegar a estar seguros en un 95% de que nos equivocaremos. ¡Que lo diga si no, nuestro querido subpresidente!
