A la hora de escribir esta columna, todavía no se sabe si se dará a conocer el acuerdo sobre participación política con las Farc. Parece ser que está en la puerta del horno y en breve habrá un comunicado al respecto. El acuerdo aparece en una hora muy conveniente para el proceso de paz, para el presidente Santos, para las Farc y para Colombia.
Después que se conocieron las fotos del resort fariano en Cuba, las cosas comenzaron a andar más rápido, afortunadamente. Antes hablaban de congelar, aplazar o terminar las conversaciones, pero no fue sino que se filtraran estas imágenes para que el ritmo se acelerara. ¿Raro? ¡No! Porque nada daña tanto el prestigio de la guerrilla como esa vida muelle de los miembros de la delegación guerrillera mientras discuten cómo dejar de matar gente en Colombia.
Que hagan secuestro exprés y retengan unos despistados harlistas, lo han hecho siempre. Que pongan una bomba en el Tambo Cauca, igual. Que trafiquen con coca, ya lo sabemos. Lo novedoso es ver las niñas de las Farc en shortcitos, con pava y anteojos oscuros, bronceándose en un catamarán junto a los recios hombres de armas, recostados fumando un oloroso habano como cualquier burgués. ¡Eso si desprestigia la lucha guerrillera!
La lucha armada, si nos atenemos a su explicación originaria, se da para combatir la desigualdad, la exclusión y la pobreza. Una oligarquía indolente mantiene al pueblo en condición de subordinación y miseria. Por lo tanto, y como no es posible que el sistema se reforme a sí mismo, habría que derrocarlo por las armas y montar la dictadura del proletariado. Hasta aquí una apretada síntesis de los argumentos farianos.
En el imaginario de la tropa guerrillera se ha planteado a partir de esa explicación, un país ideal, que ellos construirían una vez en el poder, la verdadera democracia popular que dará las mismas oportunidades a todos y todas en una sociedad igualitaria, sin élites privilegiadas. Por estos ideales, y por la plata de la coca, la guerrilla ha mantenido su vigencia, pero fotos como la de Márquez montado en una Harley o, la de Andrés París y su combo retozando en un velero, alertan a la militancia, que puede llegar a sospechar que las cosas no serían tan ideales, ni tan igualitarias.
Las fotos no son un pecado grave a los ojos de la comunidad internacional o de los oligarcas, son graves, gravísimas para la moral de la tropa guerrillera. Nadie puede entender, metido en la profunda selva chocoana o en los matorrales del Caquetá, en medio de zancudos, culebras, leishmaniasis y privaciones, que los dirigentes se estén dando una vida de lujo y placer; eso sí desmoraliza. Lo que dijo uno de ellos la semana pasada en la pesca milagrosa del Caguán, es un aviso: “En La Habana están los de corbata, nosotros seguimos aquí”.
De ahí que no sea coincidencia que cuando aparecen fotos, noticias de romances y vida bohemia, los delegados de Timochenko se afanen a avanzar en acuerdos que cubren la mala imagen. Porque un momento de retozo en medio de una larga conversación lo tiene todo el mundo y eso no es realmente substancial, pero sí es una ventanita al alma de los y las dirigentes por la que se asoman los militantes rasos.
Ellos y ellas son seres humanos proclives a lo que diría Pambelé: “Es mejor ser rico que pobre”. Si luchan es para que todos tengan acceso a buenos tabacos, disfruten de un resort en el Caribe o se den vacaciones como cualquier Moreno Rojas en Miami. La revolución, aún la de las Farc, se construye sobre la promesa de un paraíso, así la realidad sea muy distinta. Baste con ver los paraísos socialistas posrevolucionarios en Cuba, Rusia, Yugoeslavia, Alemania, etc., etc.
Lo que se negocia en La Habana, llevará seguramente a unos pocos a posiciones de poder y prestigio como ha sido el caso de otras guerrillas. Pero la tropa, la inmensa masa fariana se quedará en el campo o deambulará por las ciudades gastándose los exiguos recursos entregados por el Estado, muy distantes de los lujos de sus dirigentes. Eso, es lo que dejan ver las fotos y de ahí que sean tan escandalosas.
Ojalá salgan muchas fotos más con Tanja en bikini, Márquez en acuamoto o Catatumbo bailando salsa. Así a lo mejor tendremos la paz antes de elecciones para bien de Santos, de la dirigencia de las Farc y, a pesar de todo, para bien de Colombia que prefiere verlos tirando paso y brindando en una discoteca, que echando bala y secuestrando. Como dice otro dicho popular: “Con tal que se vayan, aunque les vaya bien”.
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