Llevo más de 15 años siendo profesor. En un primer momento fui docente de colegio y después me embarqué en ser profesor de universidad. En los colegios, si son privados, hay los que te pagan tu salario desde el escalafón promulgado por el Ministerio Nacional de Colombia, pero sin las ventajas de trabajar en lo público (menos horas de trabajo diarias entre otras) como otros. Si son de calendario B, existe la posibilidad de mejores salarios, pero radicalmente competitivos para poder ingresar. Sin olvidar, que te exigen niveles altos de inglés. En el mismo sentido, si trabajas para universidades, navegas en las que son de garaje y pululan, como las que dicen ser universidades, otro negocio más de la familia dueña o de la comunidad religiosa. Con todo, en ambos espacios el docente es otra variable más que se puede intercambiar con el correr del tiempo y fundamenta en muchos estudiantes las representaciones sociales que tienen frente a los maestros, a los mediadores del conocimiento. En efecto, en ambos espacios se identifican frases como estas por parte de algunos estudiantes: “ser profesor es de pobres”, “estudiar licenciatura es para los que no pudieron con una carrera de verdad”, “profe, ¿usted para qué estudia tanto si no le pagan bien?”, “profe, en serio, ¿usted cuando era niño quería ser profesor?”
Al principio fueron consideradas como entelequias de educandos. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y me gustaba lo que hacía cada vez se profundizaban. “Yo lo que quiero es plata y ser profesor es de pobres”, me lo dijo uno de mis estudiantes más allegados y sí. Ser profesor además de ser mal pago tanto monetariamente como socialmente, es decir, que la sociedad reconozca la labor del profesor. Precisamente, el retorno de la educación de los docentes colombianos en comparación con otras profesiones es de lo más bajo al igual que el de ser enfermero, por ejemplo. La rotación del personal es abrumadora, en promedio el 10 % de los colegios y más o menos el 4 % de las universidades cambian su talento humano cada año. Entre muchas variables, está la reducción de estudiantes para el siguiente año, las precarias competencias de los docentes, encontrar otro trabajo, la depresión, la sensación de estar quemado, el empoderamiento de la burocracia en detrimento de la enseñanza etc.
Decisivamente en los colegios los profesores somos niñeros, mas no generadores de conocimiento, en virtud que lo importante es que los estudiantes no tengan conflicto como reducir la repitencia y la deserción. Acotando que los padres de familia tienen la verdad, dado que ellos son los que pagan si es colegio privado o interponen derechos de petición si son (públicos). En consecuencia, son clientes que buscan satisfacción. Por otro lado, está la universidad, en la cual la investigación en un gasto no un costo, ya que el gasto es un detrimento del patrimonio mientras que el costo se recupera en la caja. Esto hace que la investigación sea vista por algunas universidades con malos ojos a los investigadores, ya que estos generan en promedio controversia. Sin embargo, en ambas las frases prosiguen: “profe, un estudiante egresado, ¿usted sigue dictando clase?, lo concebía en algo mejor”.
No obstante, con todas estas limitaciones también hay existen frases que ayudan, sin negar las problemáticas el ser docente: “Gracias, profe, usted me ayudó en el momento en que más lo necesitaba”, "profe, yo estudié esta carrera por usted, usted es muy pilo y quiero ser como usted”, “profe gracias por sus enseñanzas”, "usted me abrió el camino”, “soy un excelente profesional, gracias profe".