Fiscales que entonces hicieron parte de la Dirección de lucha contra las BACRIM (Bandas Criminales), recuerdan que cuando Carlos Andrés Trujillo era alcalde de Itagüí solía llamarlos a las dos o tres de la madrugada para pedirles apoyo para la captura de algún jefe mafioso antes de que la luz del alba le permitiera escapar.
Eso ocurrió de 2012 a 2015 cuando el hoy senador y aún presidente del Directorio Nacional Conservador le imponía un ritmo febril a su administración en todos los campos: en el de la seguridad ciudadana, en las obras de mejoramiento urbano y en la contratación pública, que es su especialidad y que no ha dejado de generarle dolores de cabeza.
Con la misma habilidad con la que un día demolió el parque principal del municipio -pese a su condición de monumento histórico y cultural- y lo hizo remodelar en cuestión de días, este hombre fue capaz de subirse al bus de la victoria de Gustavo Petro y de desbancar en pocas horas de la cúpula de su partido al otrora todopoderoso cacique Omar Yepes Alzate. También, de forzar al expresidente Andrés Pastrana a rescatar la personería jurídica de su Nueva Fuerza Democrática.
Senador de la República, jefe del partido e integrante de la coalición del gobierno Petro en el Congreso, Trujillo ahora marcha de la mano con Julián Bedoya, jefe de otro gran bastión electoral llamado Envigado, y busca llevarlo a la gobernación de Antioquia en las elecciones regionales de Antioquia.
Bedoya es no menos hábil y después de haber cobrado dimensión más allá de lo local, desde posiciones como la de presidente de la Comisión de Acusación e Investigación de la Cámara, ha demostrado que su capacidad para asimilar Los dos críticas, cuestionamientos y pruebas palmarias de sus andanzas va mucho más allá del simple efecto teflón. Dispuesto a recibir favores como a dispensarlos, Bedoya ha demostrado que es capaz de poner de su lado a quienes antes fueron sus críticos. Su capacidad de convocatoria a la celebración del Día del Periodista con parranda vallenata y costosos halagos a los periodistas así lo demuestra.
Ya pocos recuerdan que fue despojado de su diploma de abogado y que su profesor, John Mario Ferrer, supuesto cómplice de un plagio en la tesis de grado que le valió su salida de la Universidad de Medellín, trabajó luego durante dos años, por recomendación suya, como enlace entre la Secretaría de Servicios y Suministros y el despacho del alcalde de la ciudad, Daniel Quintero.
La dupla Trujillo-Bedoya representa una de las principales bases de apoyo político del alcalde Daniel Quintero, y más allá de los resultados de los comicios regionales de octubre, está llamada a allanarle el camino a una eventual candidatura de Quintero a la Presidencia de la República, como desde ya lo avizora su propia esposa, Diana Osorio. Así, Independientes, el movimiento del alcalde está abierto a conservadores y a disidentes liberales bajo la lógica del “todos suman”.
No se trata de un apoyo gratuito. Trujillo le apostó a Quintero desde la época de la campaña e incluso logró incluir a uno de sus hombres de confianza, Carlos Mario Montoya, como integrante de la jefatura plural de la campaña. Montoya era considerado como uno de los mejores ejecutores de las órdenes impartidas por Diana Osorio. Cuando Quintero ganó la elección sus aportes estratégicos y su lealtad le valieron llegar al gabinete como secretario de Gestión y control.
Quintero se ha abierto espacios de coadministración en la Alcaldía y en tiempos de pandemia se arrogó la vocería en asuntos como la creciente deuda del Petro. “Con la bancada antioqueña en el Congreso y el liderazgo del alcalde de Medellín Daniel Quintero Calle pediremos al gobierno suspender por tres años el pago de la deuda del Metro de Medellín a la Nación para destinar esos recursos a su operación y superar la crisis”, trinó alguna vez.
Bedoya ha puesto también sus huevos en las canastas de la contratación al llevar a fichas suyas como Marelbi Verbel Peña a la subgerencia administrativa y financiera de la Empresa de Seguridad Urbana (ESU). Otro integrante de su protectorado político, Juan Felipe Hernández, llegó a la Secretaría General de la misma entidad.
De la nómina reservada para Bedoya hace parte también el exalcalde de San Pedro de Urabá Jorge David Tamayo, subsecretario de Servicio a la Ciudadanía.
Los críticos más fuertes del alcalde Quintero se quejan de la debilidad de los organismos de control a la hora de fiscalizar su gestión y de revisar los contratos a través de los cuales estaría convirtiendo en auténticas “franquicias” organismos claves del área metropolitana. Todo eso, pese a que, según registros de la Procuraduría General de la Nación; han sido recibidas más de un centenar de quejas al respecto y tiene 14 procesos activos, entre indagaciones preliminares y procesos en firme.
Esa aparente debilidad en los controles se vería explicada también en el hecho de que Bedoya ha venido expandiendo un plan de control especialmente de las contralorías territoriales de toda su área de influencia. Luis Cañas, miembro de la corriente conservadora liderada por él, preside el Concejo de Medellín y está casado con la contralora de Itagüí, Yesica Lozano Noriega.
A propósito de controles, Carlos Andrés Trujillo ha demostrado una pasmosa habilidad para sacarse de encima procesos de investigación. Para eso ha dispuesto de asesores jurídicos de alto vuelo e influencia como el hoy ministro de Transporte e Infraestructura Guillermo Francisco Reyes González, contratista de su administración en sus tiempos como alcalde Itagüí.
Sus influencias llegan hasta la Fiscalía desde los tiempos de la administración de Eduardo Montealegre, cuando fueron trasladados a Bogotá siete procesos en su contra, La mayoría de ellos Por celebración indebida de contratos, de los cuales solo uno está activo. A la fiscal Claudia Carrasquilla, coordinadora de la Unidad de Fiscales Locales en Itagüí, la promovió hasta llevarla a la Dirección contra e Crimen Organizado en Bogotá, en tiempos de Néstor Humberto Martínez.
Los dos poderosos aliados del alcalde Quintero tienen también una probada capacidad para guarecerlo.
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