El caleño Richard Bedoya decidió darle un giro a su vida cuando cumplió 23 años. En el año 2000 renunció a ser empleado en una empresa alemana en Berlín, donde terminó el bachillerato, estudió administración y adquirió destrezas en el negocio gastronómico y de licores. Había viajado varias veces a Estados Unidos, así que no le temía a la aventura.
Casi que en simultánea, el pereirano Juan Bustos empezaba la carrera de Filosofía y Letras en Medellin. Con el cambio de siglo estaba abierto a reorganizar su vida hacia el futuro. Bustos empezó a interesarse por la literatura erótica, la historia del cine porno y la sexualidad vista desde el psicoanálisis. Fueron temas de debate en las aulas de cátedra y horas libre a los que le dedicaba gran parte de su tiempo.
Richard Bedoya no le temía los negocios y atraído por los emprendimientos decidió acercarse a su tierra, la lejana Colombia, a través del comercio. Comprar y vender. Hizo un par de llamadas a familiares a quienes les pidió que le enviaran bombones Bon Bon Bum, chocorramos, cervezas nacionales, aguardienticos y rones y otros productos autóctonos que sabía que tendrían demanda entre los cientos de colombianos residentes en Alemania. Este fue el punto de arranque para colonizar otros mercados europeos. En menos de un año ya estaba importando a Alemania un conteiner de productos que promocionaba en Facebook a través de la tierna virtual que bautizó El Platanal. Fue el momento en que descubrió que el dinero estaba en la web.
Juan Bustos avanzaba en su carrera aprendiendo más en la cafetería y en los patios de la universidad de Antioquia que en las aulas, donde precisamente conoció a Teresa, una estudiante de derecho atractiva, para quien el dinero era todo, menos un problema. Los pesos que se ganaba lo hacía con un nuevo y polémico oficio en Colombia: era modelo webcam. Luego se lo contó sin pudor a su nuevo novio.
Bedoya, conectado en el mundo digital entendió pronto que el dinero no solo estaba allí sino el entretenimiento para hombres solos con dinero en el bolsillo y buenos gastadores; de los que había por montones en Europa. Y nada mejor para aquellos necesitados el goce del sexo y porno solitario. El estereotipo de las mujeres en las páginas webcam era europeo: blancas, rubias y de ojos claros; sin duda faltaba el picante mestizo, mujeres de curvas cadenciosas de pieles morenas y pasión en sus movimientos. Mujeres que estaban en su tierra.
Teresa le disparó la ambición a Bustos y vio en la historia de su novia, quien lograba ponerse en 2003, unos $5 millones mensuales, un camino de dinero rápido. Empezó por contratar el diseño de una plataforma para exhibir modelos webcam, que bautizó JuanX.com. Apareció la primera joven paisa dispuesta a estar conectada para satisfacer a quienes quisieran verla desnuda y jugando ante la cámara por un salario mínimo y comisiones por clicks. Para hacer más entretenido el momento, él se ocupaba de la labia para el enganche de los clientes. Aunque la presentación del portal dejaba mucho que desear, en menos de dos años ya tenía 200 modelos conectadas, trabajando para él. A los 23 años, en 2005, Juan Bustos ya se estaba ganado entre $ 30 y 50 millones mensuales.
Richard Bedoya llegó a Colombia en 2002 con la idea clara y quiso apostare a la calidad desde un comienzo. Además de cuidar el diseño de la página web, arrendó y adecuó una casa amplia en Cali y vinculó un atractivo grupo de mujeres que le empezaron a mover a buena velocidad la caja registradora.
Los dos jóvenes empresarios, conocidos, pero no amigos, entendieron pronto que en la profesionalización estaba la clave para crecer en grande. Casi por la misma época viajaron a Europa a aprender de los maestros en Bulgaria, pioneros en la industria mundial del webcam. Aprendieron que el secreto del negocio es no confundirlo ni llevarlo por el camino de la pornografía barata ni la prostitución. Ambos defienden su actividad como entretenimiento basado en sexualidad a través de una pantalla, más cerca del voyerismo que de cualquier otra cosa, que busca establecer principalmente una comunicación interesante con quien está al otro lado de la pantalla.
El negocio de ambos, pioneros hace veinte años, ya no es multiplicar el número de estudios propios. Ahora estimulan la entrada de nuevos emprendedores a quienes asesoran. Operan como padrinos de los nacientes estudios webcam que afilian a sus nombres que dentro de la industria ya son firmas de peso: Grupo Bedoya y Juan Bustos. El padrinazgo, que viene acompañado con asesorías y capacitaciones para hacer dinero, lo cobran con un porcentaje que va entre el 10 y 20% de los ingresos que éstos generan, la cuenta bancaria de los estudios y sus modelos se van llenando por cada minuto que el cliente esté conectado con los modelos, quienes en promedio se pueden embolsillar mes a mes unos 20 millones.
Richard Bedoya y Juan Bustos son los grandes de ese negocio en Colombia. Son los gurús del modelaje webcam, que hasta ya tiene universidad en Medellín. En 2017 Juan Bustos creó unos cursos que él llamó la universidad Juan Bustos que capacita a hombres y mujeres que quieren hacer parte del negocio como empresarios o modelos donde enseña principalmente los grandes secretos para que la mezcla entre sexo, porno e internet sea una máquina de hacer dinero.