Cada mariposa es en sí misma un desafiante acto de supervivencia. El insecto atraviesa cuatro etapas de metamorfosis en las que pasa de ser un diminuto y frágil huevo, para convertirse en un alado adulto que sacude sus colores en el trayecto de sus vuelos .
Son en esas alas donde reposa la información de sus genes y las que determinan su especie. Hay 3274 formas voladoras diferentes de las cuales poco sabemos cómo fue el huevo y el gusano que las formó. Pero antes de que el cambio climático nos arrebate lo que nos falta por conocer, Mayra Ortiz y Fredy Montero se han trazado el objetivo de estudiarlas para su conservación.
Esta labor es muy importante ya que “el 95 % de las crías no llegan a la edad adulta, pues buena parte sirven como alimento a otras especies. Al desaparecer, desaparecerían sus depredadores naturales, desequilibrando todo el ecosistema”. Explica Jeam Le Crom, director de la Asociación Colombiana de Lepidogterología.
A pesar de que el país actualmente no conoce ni el 10% de los ciclos inmaduros de las mariposas, esta información a futuro es vital para la conservación de todos los ecosistemas donde habitan, pues las mariposas son consideradas excelentes bioindicadores. Ellas por sí solas nos envían información de lo enfermo que puede estar el ecosistema. Sus cortos ciclos de vida que están en estrecha relación con sus plantas nutricias, como la clase de mariposa que vuela en una zona, son datos guías sobre el estado de conservación e intervención. Explica Gonzalo Andrade, Lepidopterologo de la Universidad Nacional de Colombia
Muchas caras de una sola especie:
El trabajo de observación se facilita por las pintorescas características de las mariposas, pero en su fase juvenil, su vida es más discreta. Para lograrlo, Fredy y Mayra se internaron cuatro años en el Cerro del Tablazo en Subachoque, Choachí y Guazca, lugares entre los 1900 y 3.500 msnm y muy cercanos a la capital colombiana, Bogotá.
Su objetivo era identificar las características y comportamientos de las etapas inmaduras. Pero recolectar huevos y gusanos para el estudio no era tan fácil como coger café. Así nació un vínculo entre madres mariposas y los investigadores, “nosotros les decíamos que tomaríamos su hijos, se los criariámos y luego serían libres. Así llegamos a cuidar, medir, fotografiar diariamente y crear un hábitat para 500 gusanos, esa era nuestra tarea”. Explica Fredy
El resultado de la recolección permitió la descripción de 32 ciclos de vida diferentes. Por primera vez se obtenía, de 28 de ellos, las imágenes de todo su ciclo de vida como información de importancia para su conservación.
Entre ellas sobresale la Neopedaliodes zipa, una mariposa endémica del cerro que tienen un ciclo mayor al tiempo de gestación de un ser humano. 333 días esperando pacientemente para que eclosionaran sus alas. Una experiencia que permitió confirmar esta especie como el ciclo de vida más largo hasta ahora conocido, tiempo que la hace más vulnerable a sus depredadores, en especial la constante presencia de ganado en la zona quien ingiere la Carex jamesinii: Cyperaceae que es su planta alimenticia.
Su trabajo continuó y descubrieron una característica evolutiva del micrópilo del huevo de las Lymanopoda, identificaron la localidad típica de una mariposa recolectada hace 100 años que geográficamente se definió como de la Nueva Granada; encontraron 5 especies nuevas de mariposas adulto que están por describir y que ampliarían la lista de especies para el país. Un boom de información que deja a la espera la ambiciosa labor que debería tener el país por conocer los que se mueve en sus territorios.
Saliendo de la pupa
Colombia sigue siendo un potencial para estudiar su biodiversidad, pero invierte menos del el 0,2 % del PIB, y sigue anunciando una reducción del 20 % del presupuesto para el 2016. “Esto es crítico, pues gran parte de lo que se conoce de las mariposas proviene de investigaciones históricas del siglo XVIII y primera mitad del siglo IX” Explica, Jean François Le Crom.
Lepidogterologos como Fredy Montero, Gregory Nielsen, Paola Tribiño, Cristóbal Ríos y otros entusiastas como Juan Guillermo Jaramillo esperan pacientemente que el país le dé alas a la labor de seguir estudiando, reconociendo y registrando estos insectos. Como el cambio climático y las situaciones ambientales que comienza a presentarse no dan espera, varios profesionales al no tener los permisos del estado para acceder a la mariposa, considerada un recurso genético de su propiedad, han comenzado a estudiarlas voluntariamente por medio de registros fotográficos a la par que se realiza un chequeo de todo lo que hay en el país sobre el tema.
“Las mariposas están vigentes en la academia es por la pasión y paciencia del que las ama”, explica Fredy, y a esta labor se suman geólogos, antropólogos y hasta asesores de paz que se insertan en el monte a buscarlas por pura pasión.
De hecho, Fredy, luego de realizar la investigación en el Cerro del Tablazo, se trasladó al departamento del Putumayo, una de las zonas más biodiversas del país. En solo 3 meses fotografió 500 especies dentro y fuera de la reserva privada Paway, cerca a Mocoa. Permitiendo deducir un posible hallazgo de más de 10 especies, que pueden durar muchos años por describir, mientras se motiva a los expertos de cada familia de mariposas a identificarlos y compararlos, sin ampliar que Colombia cuenta con evidencias de un gran número de mariposas en registros fotográficos o colecciones, pero que no se han podido estudiar o nombrar formalmente.
“Un trabajo por hacer al cual podría dedicarle toda mi vida con la exagerada riqueza que contiene este país. Explica, Fredy. Una labor de contados investigadores, que enloquecidos por la magia del vuelo y los colores disponen de su tiempo para estudiarlas todo con el fin de que las mariposas no sean a futuro un recuerdo amarillo en las obras del nobel Gabriel García Márquez.