Los dos cocaleros colombianos que se hacen oír en el mundo. Se estrenaron en Viena

Los dos cocaleros colombianos que se hacen oír en el mundo. Se estrenaron en Viena

El motilón Juan Titira del Catatumbo y Maydany Salcedo del Cauca son la voz de miles de campesinos que se rebuscan en medio de un negocio ilegal donde mueren muchos

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mayo 29, 2023
Los dos cocaleros colombianos que se hacen oír en el mundo. Se estrenaron en Viena

Si algo ha hecho Maydany Salcedo es andar. Andar por Colombia, en sus 48 años de supervivencia. Nació en Río Blanco, Tolima, pero la filiación política de sus papás, militantes de la Unión Patriótica, la llevaron a irse de ese lugar a los 14 años al Guayabero en el Meta, luego a Concordia en el Meta y por último terminó en Piamonte Putumayo; correteados por la guerra.  

Llegó a Viena a participar en la gran reunión de la ONU sobre la droga y el delito el pasado 13 de marzo en Viena. Con ella viajó Juan Tirita, líder del pueblo Motilón Barí, ambos serían las voces de miles de campesinos cultivadores de coca que se rebuscan la vida en medio de un negocio ilegal donde mueren muchos.

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Maydany Salcedo y Juan Titira con el gobernador de Nariño John Rojas en la Comisión de Estupefacientes de la ONU en Viena

El pueblo Motilón Bari hasta la década del cincuenta disparaba sus flechas a los aviones que sobrevolaban la selva, cubre cinco municipios de Norte de Santander y una parte del estado Zulia de Venezuela. En el Catatumbo los motilones han recibido de frente el embate de la guerra. Para Tirita los acuerdos de paz no le han traído ningún beneficio a su pueblo. Ahora, el territorio que era ocupado por las FARC antes de la firma es disputado por sus disidencias, el ELN y el EPL. Los improvisados laboratorios de cocaína no paran de expulsar humo.

Maydany le contó al mundo los sustos que ha tenido desde que es Presidenta de la Asociación ASIMTRACAMPIC Asociación Municipal Campesina de Trabajadoras y Trabajadores de Piamonte Cauca de Piamonte, Cauca, una organización que protegen, del ansia inagotable de las multinacionales mineras, un bosque de 1.868 hectáreas. El 17 de agosto del 2020, por ejemplo, llegó a verle los dientes a la muerte. Para ella un tiro podría ser una muerte natural. Había visto demasiado siendo hija de un par de militantes comunistas. Ese día, mientras estaba en la puerta de su casa jugando con su hija de cinco años, llegó al frente suyo un hombre portando una pistola en la mano. Meses después confesaría que, más que a un tiro, le daba miedo era que su hija fuera testigo de su muerte. El hombre no disparó. Sólo quería que supiera que la podían matar en cualquier momento. La muerte siempre ha estado ahí, como una compañera más.

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La primera vez que la vio fue cuando tenía 10 años. En ese momento fue a visitar a un tío en el río Guayabero. Con su mamá tocaron la puerta y nadie abrió. Vieron entonces una estela de sangre, la siguieron y encontraron al hombre cortado a machetazos. Hablaba demasiado dijeron los vecinos de las parcelas.

Ella se pudo dar por bien servida. Otros líderes cocaleros como los primos Faustino y Jonás Carabalí fueron asesinados en Ipiales pocas semanas de que la amenazaran. Le aconsejaron que agarrara sus cosas y se fuera, pero pudo más la valentía, las ganas de ser héroe. Su lucha no se ha limitado a un solo territorio. Todo arrancó en San Vicente del Caguán, cuando ella tenía 26 años y les contaba a los niños de esa zona, en pleno proceso de paz con el gobierno de Andrés Pastrana, sobre la historia de Bolívar, de Policarpa Salavarrieta, luego fue al Caquetá y terminó en la labor en la que se desempeña ahora en Piamonte. La organización arrancó en el 2012 y se han tenido que enfrentar, y de qué manera, al gobierno y su falta de oportunidades. Una región tan rica que no tiene vías de acceso, ni educación, ni salud.

Lejos de haber sido escuchada Maydany teme por su vida. Sus libertades se han restringido. Hoy en día, cuando sale, debe meterse en una camioneta a la que llama “La caja de sardinas”, ya que va ahí, hacinada, con dos hombres robustos y armados. La quieren matar por defender un bosque del ansia de las multinacionales, por plantear la posibilidad de que exista otra forma para sustituir la coca que no sea dañándola con glifosato. Sin embargo, tiene cargo de consciencia porque, mientras a ella la protegen, cada vez caen más jefes de las 908 familias que ella intenta proteger de la voracidad capitalista.

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Casi la misma entrega es la que siente Juan Tirita

Una de las razones por las que se levanta cada día este hombre con cara de guerrero prehispánico es luchar porque a su pueblo no lo aculturicen mas. Es normal que en regiones cercanas al bohío donde nació, como Tibú o La Gabarra, sus hermanos quieran dejar la reserva y mecerse en el falso regocijo de la civilización. Pero además está la guerra y el narco, la avidez del hombre blanco que también es una peste que se contagia, como la viruela. Entonces los Barí tienen que convivir con la hoja de coca, hasta hace muy poco con las cataratas de veneno que caían desde el cielo camuflados en el glifosato que malformaban los labios de los niños, que causaban partos extremos con niños llenos de alergias, de manchas que no se iban con nada.

Y estaba la ambición, por supuesto. Los jóvenes se iban de raspachines a ganarse la plata para tener una motico. Además, estaban las 26 firmas mineras que están en el Catatumbo y las ganas que tiene Ecopetrol de volver a abrir pozos petroleros que han permanecido cerrados. La tuberculosis también empieza a minar a la población. Por eso, más que solazarse por el marco espectacular del Palacio de Belvedere, custodio de las obras de Klimt, o del Teatro de la Opera, Juan quería en Viena que lo escucharan. Y que escucharan a la delegación colombiana.

Maydany y Juan buscaban con sus relatos de vida que el mundo viera la realidad de los cocaleros colombianos de otra manera, entendieran porque se pelean a diario su territorio y la urgencia de cambiar el modelo de lucha con el narcotráfico: darle el espaldarazo a Bolivia en su intención de que saquen a la hoja de coca de la lista de sustancias prohibidas, exigir que saquen al pequeño productor de coca como parte del problema, apoyar la legalización de la marihuana y poder algún día vivir en paz.

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