Jesús Santrich sabía que andaban detrás de él. Días antes del operativo en que fue capturado por el CTI de la Fiscalía y agentes de la Interpol el 9 de abril de 2018, recibió una llamada de advertencia: “Trichi, hay una vaina rara, un operativo de detención para ti que tiene que ver con la extradición”. Sin que le temblara la voz, el exjefe guerrillero y uno de los ideólogos de las Farc preguntó cuándo lo capturarían, por qué y qué tan segura era esa información: un policía había sido el soplón que le avisó a Fabio, quien sería Fabio Younes, uno de los supuestos socios de Santrich que también fue capturado y pedido en los Estados Unidos.
Toda la conversación la escucharon los agentes de la DEA que infiltraron a Santrich a través de Marlon Marín, el sobrino querido de Iván Márquez, quien lo había convertido en su mano derecha después de que se apareciera en 2009 en el Bloque Caribe de La Guajira, del que Márquez era su máximo comandante. Los agentes sintieron que la fiesta se les aguaba. Con los audios, videos y fotografías que ya tenían como material probatorio, agarraron un avión hacia los Estados Unidos por orden de Richard Dobrich, entonces director de la agencia en Colombia, se presentaron en la Corte del Distrito Sur de Nueva York, el estrado judicial más temido por los extraditados y narcotraficantes latinos.
En su despacho fueron recibidos por el juez Geoffrey S. Berman, un abogado con historial para muchos impecable que asumió el 4 de enero de 2018 con el respaldo del presidente Trump. Sin titubear, Berman puso el sello que ordenó la captura y pedido de extradición contra Santrich, lo quería tener sentado al frente en su corte.
Inmediatamente la orden llegó a la Interpol, el 9 de abril se activó el operativo que sorprendió a Jesús Santrich en su casa de Modelia, a la que había llegado un par de días antes. Dispuestos a tumbar la puerta, los agentes del CTI entraron a pata y gritos a las 5 de la tarde, pero se encontraron con un Santrich pidiéndole calma a sus escoltas que intentaban protegerlo y enredar a los agentes con preguntas e indignación. Sin cambiar la expresión de su cara, escuchó la orden de captura y sus derechos, y salió fuertemente custodiado después de tres horas de incertidumbre.
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No muy lejos de Modelia, en las oficinas de la embajada norteamericana, Richard Dobrich celebraba con sus agentes la captura del pez gordo. Dobrich había llegado a Colombia en agosto de 2015 para ponerse al frente de la DEA después de combatir en la gurra en Afganistan tras la invasión de los Estados Unidos al medio oriente, daba uno de los golpes más duros en el país.
Todo había comenzado a mediados de 2016, cuando Marlon Marín se convirtió en el mensajero número uno de Márquez y Santrich, que lideraban la negociación del acuerdo en La Habana. Viajaba constantemente de Colombia a Cuba, y de paso se las arreglaba: compraba televisores, celulares, y los mantenía informados de todo lo que sucedía en Colombia. Marín, que siempre se movió en negocios turbios, comenzó a ser seguido por los norteamericanos porque se estaba metiendo con los mexicanos del Cartel de Sinaloa, encabezado por el capo Rafa Caro Quintero.
Con la firma del Acuerdo de paz en noviembre de 2016, Márquez le confió a su sobrino la relación con la con la Alta Consejería para la Reincorporación. Empezó a mover una red para hacerse con jugosos contratos de Fondo Paz, y para completar, seguía cultivando la relación con los mexicanos.
Los gringos le tenían la lupa puesta, y le armaron un grueso historial con que podían capturarlo y llevárselo para Estados Unidos, pero en vez de atrapar a un narco de segundo nivel, quisieron apuntarle a buscar a alguien duro en las Farc. Lo cercaron con pruebas y en pocos meses lo convirtieron en uno de sus infiltrados más cercanos a la cúpula de la exguerrilla y dispuesto a cantar para salvar su pellejo.
Marín se comenzó a mostrar frente a los narcos mexicanos como un representante de Jesús Santrich. Según las grabaciones y videos que tiene la DEA y que posteriormente la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez reveló tras su mediática renuncia, Marlon Marín era el encargado de todo, y se puso a negociar 10.000 kilos de coca que pretendían introducir en los Estados Unidos, uno de los cargamentos más grandes jamás conocidos. Pero para que la estrategia funcionara, Dobrich puso un segundo agente infiltrado: un ciudadano mexicano que además habría participado en el operativo en que se capturó al fiscal de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP Carlos Bermeo, y habría buscado infiltrar al senador Iván Cepeda y su esposa Pilar Rueda, quien también trabaja en el mismo Tribunal de Paz.
La DEA interceptó varias llamadas de Marlon Marín con Fabio Younes, también unos supuestos asistentes de Santrich sin identificar con los que hablaba sobre una flota de avionetas con matrícula norteamericana para entrar la droga y de los cultivos y laboratorios a los que tenían acceso. Además, obtuvo la foto de un cuadro que pintó el exjefe guerrillero como un regalo para Rafa Caro Quintero, con el que dice la acusación era el santo y seña para cerrar algún negocio. Con esas pruebas Richard Dobrich estaba seguro que en pocos días vería a Santrich con overol naranja frente al juez Berman.
Richard Dobrich mantuvo toda la discreción hasta el último día en que salió del país en noviembre de 2018. Pero quien se llevó los laureles del operativo contra Santirch, con llamada de madrugada al Presidente Santos incluida, fue Néstor Humberto Martínez. Sin embargo, hace pocos días el hoy exfiscal en una entrevista con Yolanda Ruíz en RCN Radio aseguró que él no conocía de la operación con la que se grabó a Santrich con Marlon Marín. Filtró unos cuantos segundos del video pero sin audio, y unas conversaciones en las que se habla de televisores que, según la DEA y la Fiscalía, sería la cocaína que se habría negociado en noviembre de 2017.
Con la captura de Santrich, el nombre de Marlon Marín se volvió clave para entender el caso, pero cuando apenas se estaban haciendo las primeras pregunta, Marín salió al día siguiente del país en un avión de la DEA como testigo protegido.
La aparición de la JEP como nuevo actor en la justicia colombiana, que el gobierno de los Estados Unidos siempre quiso minimizar, cambió el escenario de la extradición de Santrich quien cumplió un año detenido a la espera de la decisión judicial. Richard Dobrich dejó su cargo como director de la DEA en Colombia para asumir un cargo en el sector privado en Houston, con la frustración de no haber podido extraditar a Santrich, con lo que hubiera terminado de llenar su curriculum adornado de condecoraciones y distinciones como agente de la DEA.
En su reemplazo llegó Valerie Nickerson, quien asumió en noviembre con un importante antecedente para su trabajo en Colombia: en 1997 formaba parte del apoyo norteamericano a la Policía Antinarcóticos en la preparación del primer Plan Colombia que tomaría forma después en el gobierno de Andrés Pastrana.
La decisión de la JEP de no avalar la extradición de Santrich, no solo provocó la renuncia del Fiscal Néstor Humberto Martínez, sino que sacudió a la oficina de la DEA en Bogotá. La directora Nickerson tomó una decisión poco usual. Apareció en los medios el video completo —con audio— de la reunión de Marín, un representante de los narcos mexicanos y al parecer grabada por el agente de la DEA, también mexicano. El riesgo de perder la oportunidad de tener a Santrich en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos forzó a la DEA a destapar sus cartas. Este video sumado a un testimonio complementario de Marlon Marín fueron las nuevas pruebas para justificar la recaptura de Santrich cuando apenas había cruzado la reja de La Picota el pasado 15 de mayo. Nickerson se movió con agilidad y en pocas horas, siguiendo los pasos de su antecesor Dobrich, ya tenía la autorización de la Corte del Distrito Sur de Nueva York para entregar a la Fiscalía, ahora al mando del encargado Fabio Espitia, pruebas que nunca aceptaron entregarle a la JEP, razón por la cual este tribunal no autorizó la extradición.
La misión de la DEA— que se mueve silenciosamente en el país desde los tropezones y enredos que tuvieron cuando llegaron para hacerle guerra al Cartel de Medellín y el de Cali en Colombia— está trazada desde Washington y en su obsesión por demostrar la relación de las Farc y el narcotráfico, solo concluirá cuando aparezca Jesús Santrich esposado, gritando a la manera de Simón Trinidad hace 15 años “¡Abajo la Banana republica!”, camino al avión que lo espera, parqueado en un hangar de El Dorado.