Seis meses después de casarse y alentados por la decisión de la corte constitucional de permitirle la adopción a parejas del mismo sexo, el paisa Diego Sánchez y el argentino de origen israelí Michael Larcher decidieron empezar, en junio del 2016, el trámite para adoptar un hijo. Cumplieron a cabalidad lo que le exigía el ICBF: declaración de la Dian, exámenes médicos, cartas de referencia. La pareja estaba tranquila, hasta el secretario de inclusión social de Medellín, Luis Bernardo Vélez, recomendaba la adopción.
El trámite, que debería durar tres meses, empezó a enredarse. Sorpresivamente el ICBF le quitó la licencia a la Corporación Casa María y El Niño, el lugar en donde la pareja buscaba conseguir a su hijo. Así que les tocó hacer el trámite directamente en Bienestar Familiar. En los talleres a los que asistieron no se sintieron excluidos así los sicólogos les hicieran preguntas un poco raras sobre cómo habían asumido su homosexualidad. Los sicólogos, teniendo en cuenta los test, eran los encargados de escoger el niño asignado a la pareja sin que ellos pudieran verla antes. La expectativa era total.
Cuando ya contaban los días para recibir la buena noticia, el ICBF le informa a Larcher que su visa T10 era insuficiente para poder adoptar en Colombia, que para lograrlo tenía que tener una visa de Residente Permanente. Nunca, en todo el proceso, habían mencionado ese requerimiento. El matrimonio con Diego Sánchez se había efectuado en noviembre del 2014, llevaban dos años y medio juntos lo que necesariamente le daba derechos como colombiano. El ICBF permaneció imperturbable y la única respuesta que obtuvieron los aspirantes a papás era que la central en Bogotá exigía ese tipo de documento para la adopción. Para tener la Visa el proceso podría demorarse un año y medio.
Entonces movieron cielo y tierra. Pidieron ayuda a los abogados Carlos Eduardo Restrepo y Marta Martello quienes no pagaron un solo peso por asesorarlos. Se reunieron con Eduardo Franco, subdirector de adopciones del ICBF y le expresaron su preocupación. No querían creer que el problema radicara en su condición de homosexuales. Franco destrabó el proceso. Larcher viaja a Buenos Aires, se reúne con su mamá y le cuenta las buenas nuevas. Allá recibe otro golpe: el ICBF insistía en que tenía que conseguir la visa de residente.
Restrepo y Martello redactan una tutela. La jueza Omaira Arboleda Rodríguez del Juzgado Administrativo de Medellín les da la razón a Larcher y Sánchez. Para demostrar que Larcher era un ciudadano colombiano la jueza sólo le pidió los papeles de Colpensiones y la ARL En octubre ya tenían la vía libre para la adopción, decisión que corroboró el propio Tribunal Administrativo de Antioquia. Los esposos lloraron de la emoción.
El cuarto ha estado listo desde hace semanas. Los papás de Larcher viajaron a Colombia a conocer su nieta. No sabían nada de ella, no conocían su rostro. El 10 de octubre les confirmaron la fecha del encuentro: sería el lunes 29 de enero del 2018. Además les habían adelantado que su hija se llamaría Emma.
Ayer en la tarde el sueño se hizo realidad. Emma, feliz, conoció a sus papás. Emma ni siquiera sabía que era protagonista de un hecho histórico: por primera vez una pareja del mismo sexo adoptaba un hijo. Se marcaba un precedente.
