El debate sobre el lenguaje de género o lenguaje inclusivo llamado por otros, ha sido controvertido durante varios años. El punto central no está en considerarlo superfluo o extremadamente importante. Dichas consideraciones, sólo han servido como argumento de controversia y polarización entre los seres humanos. La pregunta clave es: ¿podrá el lenguaje cambiar nuestra forma de pensar y, por tanto, nuestro comportamiento?. Desde mi punto de vista, la respuesta es simple: ¡Jamás!
Los nadies y las nadies a los cuales se han venido refiriendo la vicepresidenta Márquez y se escuchó, abiertamente, en la posesión de los nuevos congresistas, encara por sí mismos, la mayor “ninguneada” que se nos quiera dar a todos los colombianos o se les quiera dar a aquellos que quienes usan estos terminachos, desean emparentar y clasificar de esta manera.
Pues para que se sepa y se defienda de una vez por todas, suponiendo que existen “los nadies y las nadies”, esos nadies y nadias, son seres humanos y la dignidad de los seres humanos, como lo decíamos en otra ocasión es inherente a los seres humanos por el mero hecho de serlo, además que dicha dignidad se refuerza, precisamente, con la dignidad con que se nos trate. Y lo menos digno que he escuchado en los últimos tiempos, es que para algunos colombianos, existan unos nadies y unas nadias.
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No podemos ir abriendo espacios a frases que rutilantemente nos invitan a vivir sabroso, apuntaladas en discursos pletóricos del uso, supuestamente adecuado del lenguaje de género, tratando de meternos a todos en el laberinto mentiroso de que el lenguaje adecuado al género hace realmente del mundo un lugar más justo. Falacias y más falacias. Desafortunadamente, vamos cayendo en las redes de lo que se nos quiere mostrar como cierto e irrefutable, ante tanta descomposición y falta de esperanza, de lo que se aprovechan los nuevos adalides de la política nacional.
Definitivamente, y me perdonan los puristas, creo que estamos caminando hacia la destrucción del lenguaje, en aras de una aparente lucha por la igualdad.
El respeto por el ser humano, definitivamente no está dado por poder nombrar lingüísticamente a todas las personas; el objetivo es dirigirse e incluir a todos en sus distintas formas de ser, conocer, pensar, sentir, hacer y hablar, eso si es inclusión y es la tarea esencial de un gobierno que se llame digno, como se viene proponiendo en contraposición y cambio de las indignidades gubernamentales anteriores.
Muy preocupante que, cuando se habla de un gobierno incluyente, como el que ha de presidir el pacto histórico, y que nos guste o no nos guste es el gobierno de todos y para todos los colombianos, se estén utilizando estas sutilezas del lenguaje, que seguramente, capturarán incautos, pero que van socavando lo más profundo, sagrado e íntimo que tenemos los colombianos como es nuestra propia dignidad y además con altísimos grados de discriminación, tal como se plantea.
Un llamado urgente, para que quienes nos van a gobernar, expliquen con claridad y sin tanta falacia lingüística su mensaje, pues están dejando en el aire una serie de dudas, que seguramente, después han de ser capitalizadas, nadie sabe qué con qué tipo de intenciones.
Igual ocurre con las manidas palabras: empobrecida, empobrecimiento, ignorados, los de Colombia profunda y una serie mucho más amplia de palabrejas con las que han venido construyendo su discurso, con las claras pretensiones de que todos nos comamos los cuentos que están por venir, y que sólo nos van dejando en el ambiente aquella palabra y sentimiento que tanto gusta a muchos colombianos, porque produce efectos inmediatos, como es la de “pobrecito”. Misericordia, señor misericordia!.
La grandeza de los seres humanos está en directa proporción a la grandeza de sus pensamientos sobre sí mismo y sobre su entorno. Los colombianos no hemos sido capaces de salir adelante, a pesar de todos los esfuerzos que hacemos quienes así lo queremos, como por los esfuerzos de aquellos que no les conviene que salgamos todos adelante, porque interponemos ante nuestros deseos y nuestras ganas de avanzar el famoso “pobrecito”…y hasta ahí llega todo; porque la conmiseración, la dádiva, el amparo, la protección aparecen de inmediato y todos nos hundimos en el más profundo de los marasmos, que es el terreno propicio y abonado que buscan todos estos gobiernos asistencialistas y mesiánicos, como se presume continuaremos, pues así ha sido prometido en campaña, donde además del todo vale, todo será gratis.