El ídolo del vallenato ha hecho una carrera a pulso, ha luchado con las uñas por todo en lo que se convirtió y no fue nada fácil. Las mansiones, carros últimos modelo, viajes y ropa de diseñador es un mundo al que Silvestre Dangond nunca pensó que iba a llegar. Nació en Urumita, La Guajira, en una familia de clase baja, su papá William, más conocido como El Palomo, era conductor de un camión y cuando Silvestre era un niño se mudaron a Valledupar en busca de mejores oportunidades. En la terminal de Transporte, Silvestre atendía la tienda que sus papás, con mucho esfuerzo habían construido.
Cuando el joven urumitero se lanzó en el mundo de la música, no fue un camino fácil. Le tocó dormir en muchos muebles en casas ajenas pues solo le alcanzaba para pagarle a la banda que tenía. Cuando lo llamaban para que amenizara las fiestas de pueblos del Cesar y La Guajira, solo cobraba dos millones de pesos, que teniendo en cuenta los gastos que se le iba en transporte, los sueldos del acordeonero, guacharaquero y el que tocaba en la caja, le tocaban tan solo 200.000 pesos en una extensa semana de trabaja. Pero el esfuerzo valió la pena, cuando en el 2002 cuando logró grabar su primer album Tanto para ti, dos años después Colombia conocería el sencillo que lo catapultaría en la fama: La Colegiala.
Le podría interesar:
La extravagante peluquería en Bogotá con la que Mauricio Leal se volvió millonario