El ajedrecista llamaban a Gilberto Rodríguez Orejuela por lo estratégico y táctico en cada decisión. Desde el 3 de diciembre de 2004, cuando fue extraditado a Estados Unidos, decidió sacarle punta al lápiz y traer a sus barrotes el espíritu de la universidad y de paso la ilusión de acortar sus condenas. Pero a Rodríguez Orejuela, el hombre que supo amasar una fortuna de más de 2.000 millones de dólares, se le atragantaban los números. Cuenta uno de sus tutores que llegó a reprobar la materia de creación de empresas. La Academia ilustre que pueda ser, nunca dará el conocimiento que otorga la práctica.
En cambio, cuando pudo estudiar Filosofía, gracias a un programa de educación a distancia de la Universidad Santo Tomás, si supo demostrar toda su inteligencia. Se graduó con un promedio de 4.8 y su tesis, La violencia en Colombia, fue laureada.
En su celda en Estados Unidos, en donde vivirá hasta el final de sus días, atenuará su depresión leyendo a los autores de los cuales se ha hecho un experto: Montesquieu, Kant, Shopenhauer, y Foucault, de quien ha comprendido que los tres grandes fracasos de occidente son la universidad, el manicomio y la cárcel.
Él era un artista, sus informes financieros iban revestidos de un extraño afán por ser literarios y su oído no desmerecía. Porque hasta para la música tenía talento. la lectura era un vicio que nunca se le había quitado. Aura Rocío Restrepo, la reina humilde que vendía seguros en su motico y que le robó el corazón al capo, cuenta que en sus noches de insomnio tenía que leerle en voz alta crónicas periodísticas, recomendadas casi siempre por su amigo, el periodista Alberto Giraldo, o pedacitos de libros de Eric Fromm para que pudiera tranquilizarse y matar, de una vez por todas, la depresión perpetua que las pastillas no curaban.
A Gilberto Rodríguez Orejuela le diagnosticaron cáncer de colon que logró controlar durante un tiempo. Hace dos meses su estado empeoró. Las últimas 6 semanas fueron en solitario y agonizantes para Gilberto que fue trasladado a una clínica mientras su hermano menor Miguel, quien además era su mejor amigo, está recluido en una cárcel de mediana seguridad en Pensilvania, también enfermo. No reciben visitas de su familia desde que el gobierno de Trump les negara el derecho. Gilberto murió solo tras sufrir un infarto.
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