La última vez que estuvo en Colombia fue el 7 de agosto del 2018. El motivo no era menor: Iván Duque, el hijo de su íntimo amigo, Iván Duque Escobar, juraba como Presidente de Colombia. En una reunión privada que se hizo después de la posesión, Alan García abordó a Iván Duque Márquez y le dio un abrazo que se extendió durante dos minutos. Allí los dos hombres se decían cosas al oído, sonreían y recordaban al gran ausente de la jornada, el papá del nuevo presidente como se aprecia en este video:
Ayer, en Bogotá, encuentro con el Presidente Ivan Duque, que hoy asume. Gran admirador del Perú y de su historia, impulsará la fuerza de la Alianza del Pacífico . pic.twitter.com/MUxuZqnLbx
— Alan García (@AlanGarciaPeru) 7 de agosto de 2018
Es que Alan García tiene mucho que agradecerle a Colombia. El domingo 31 de mayo de 1992, mientras veía televisión con Josefina, Victoria, Luciana y Alan Raúl, se enteró de que el entonces presidente Alberto Fujimori había sacado el ejército a la calle. En ese momento su esposa, Pilar Nores, estaba de viaje en los Estados Unidos. Al no tener las mayorías parlamentarias que exigían sus reformas, decidió disolver el congreso. Su teléfono empezó a sonar despiadadamente, contestó y era Jorge del Castillo, secretario de la Alianza Popular Revolucionaria Peruana, APRA, quien le informaba que una de las primeras medidas que asumiría Fujimori como dictador era su inmediata detención. Alan García, con sólo 36 años, se había convertido en 1985 en el presidente Latinoamericano más joven de la historia. Llegó a tener en su momento un 90% de aprobación. Sin embargo, en 1990, al terminar su mandato, Perú había sido golpeada con una hiperinflación que llegó a los dos millones por ciento. Se le acusaba de haber incrementado su fortuna personal en USD$500 mil y de tener cuentas secretas en las Islas Caimán.
Ese domingo 31 de mayo García salió de su casa y empezó a esconderse en la de sus amigos más cercanos quienes intentaban desesperadamente conseguir el asilo en la embajada de Uruguay. El 4 de junio la embajada de Colombia fue la que ofreció su ayuda. Alan García y Noemí Sanín, canciller del gobierno de César Gaviria, habían forjado una amistad. Jorge del Castillo habló con el entonces embajador colombiano en Lima, Jaime Gutiérrez Plaza quien abrió las puertas del auto donde venía García.
Visitó por primera vez Colombia en 1989. Durante dos días de extensas reuniones con el entonces presidente Virgilio Barco, le sacó tiempo a su agenda para conocer el Museo Casa Jorge Eliécer Gaitán, uno de sus ídolos políticos. Tenía 40 años y una simpatía pocas veces vista en un presidente. En las afueras del Museo, ubicado en el barrio La Soledad, se apostaban estudiantes de periodismo que, sorprendidos, vieron cómo se escapaba del cerco de seguridad para tomarse fotos y hablar con los muchachos.
En la Embajada en Lima solo estuvo dos días. Ahí recibió a su esposa Pilar Nores y cuando la familia estuvo plena tomaron un avión militar colombiano y aterrizaron en la base aérea de Catam. García llegó con sus cuatro hijos, su esposa y una joven de 14 años que los ayudaba con el servicio doméstico. Los primeros días fueron difíciles. Los ubicaron en un estrecho apartamento en Suba en donde, según relato de la propia Nores, pasaron frío y necesidades.
Sin embargo, los amigos aparecerían al rescate. Iván Duque Escobar fue el primero de ellos. Se conocieron mientras fue ministro de Minas y Energía de Belisario Betancur. Después afinidades como el estudio de la Historia los fueron uniendo. Los García habrían estado en la casa de los Duque a finales de 1992 durante unas semanas mientras se reubicaban. Iván Duque Márquez era un joven de 16 años alucinado por tener en su casa a uno de los políticos más conocidos de América Latina. En su apartamento en Rosales, donde vivió entre 1993 y el año 2001, García pudo recuperar su normalidad. En Bogotá era frecuente verlo caminando por la carrera Séptima y, con su habitual desparpajo, se tomaba fotos con todos los que lo reconocían.
Alan García presentó en 1998 el libro El libertador, investigación escrita por el propio Iván Duque Escobar. Nunca dejó de acompañarlo, ni siquiera en su lecho de muerte en julio del 2016 cuando Alan García viajó a Medellín sólo a despedirse de él.
La última vez que visitó a Colombia fue precisamente para ver a otro Duque, al hijo de su amigo, quien a los 42 años había sido elegido presidente. En ese momento el cerco de la justicia ya se cernía sobre él. En esa visita le comentó a Noemí Sanín y a su esposo Mario Alberto Rubio, que preferiría la muerte a la indignidad a la que lo expondría una detención. El pasado 17 de abril el expresidente peruano cumplió su palabra.