Los 'descaches históricos' en la firma de la paz

Los 'descaches históricos' en la firma de la paz

El evento protocolario en Cartagena dejó un sinsabor por sus errores de logística: mal sonido, irrupción de aviones antes de lo planeado, entre otros

Por: Yeison Gualdrón
septiembre 28, 2016
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Los 'descaches históricos' en la firma de la paz

Fueron imágenes que quedaron para la historia, solo imágenes porque del sonido, ni hablar. Ni periodistas, cineastas, políticos ni menos los historiadores podrán manipular lo que ocurrió en el atardecer del pasado lunes 26 de septiembre del 2016 en Cartagena de Indias, donde el presidente Juan Manuel Santos, vestido de blanco; y Rodrigo Londoño Echeverri, alias ‘Timochenko’, también de blanco, firmaron el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla comunista más vieja del mundo.

Me senté frente al televisor muy a las cinco de la tarde. Canal RCN. Conociendo la dinámica de su noticiero con el proceso de paz imaginé que iba a ser un show candente, algo así como los buenos años de Laura en América. Pero no. Que injusticia para la libertad de expresión: los encargados de la transmisión eran los del Canal Institucional, ahí, como en el resto de canales, solo reproducían la materia prima de la historia colombiana. Nadie opinaba, solo la estática era notable.

Mientras realizaba el respectivo zapeo, para llegar a la matriz de la señal, entendí que los problemas de sonido, que ya había percibido en RCN, eran graves.

—¡Maldición! —me  dije a mi mismo—. ¿Y esta vaina qué?

Las cantaoras de Bojayá entonaban sus versos con los que agradecían a las Farc y al presidente Santos por el compromiso de acabar con la guerra que les quitó a sus seres amados.

—Parecen dentro de un tarro —pensé—. Esas señoras no pueden cantar así y menos con la esperanza que las agobia en estos momentos.

Los que estuvieron en Cartagena quizá pudieron sentir el fervor, pero los que no, pues no. El segundo damnificado del errorcillo del proceso de ecualización fue Ban Ki-Moon. Al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas se le escuchó solo la mitad de su discurso, igual, habrá dicho poco además de "¡Viva Colombia!".

Con lo que casi estallo en llanto, lo que me dejó perplejo, fue escuchar, entre ruido y ruido, al jefe de las Farc, a mi coterráneo, al tebaidense, a Timochenko.

“En nombre de las Farc EP, ofrezco sinceramente perdón —tan querido el hombre, no será que quiso decir ‘pido sinceramente perdón’— a todas las víctimas del conflicto por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra”. Tres verbos juntos. ¡Qué horror! Aguanté las lágrimas.

Además de ofrecer su sincero perdón a las víctimas puso el subjuntivo ‘hayamos’ al lado de ‘podido’, que es un pretérito perfecto simple que a su vez conectó al infinito “causar”.

Claro que causaron dolor, mucho. Y punto. Como lo dijo Timochenko en su discurso, usando de hilo conductor la maldición de las mariposas amarillas que padeció Mauricio Babilonia, personaje insignia de Cien Años de Soledad, es como el que pide perdón, pero no. Algo así como “pido perdón por si acaso, por si de pronto, aunque no creo, le hice daño”.

No se enredó, eso sí, en rendir honores a quien llamó “comandante Hugo Chávez” ni en destacar la presencia de su sucesor Nicolás Maduro, futuro aliado político en la región y quien tiene aguantando hambre a más de la mitad de Venezuela, país que fue de vital importancia para los acercamientos entre las Farc y el Gobierno colombiano.

Entre otros detalles, me gustó su seguridad: “no lo duden, participáremos en política”, para aclarar luego que el acuerdo de paz no significaba la reconciliación entre el capitalismo ni el socialismo, modelo que defenderán desde las sillas del Congreso.

Aplauso iba, aplauso venía, hasta que los motores de los aviones Fakir de la Fuerza Aérea Colombiana le sacudió la barba y le recordó, en milésimas de segundos, lo que sentía en la selva, lo que también sentían los soldados y civiles que secuestraron en los años de “lucha”.

Y sí, fueron a saludar la paz, antes de tiempo, antes de que ‘Timo’ acabara el discurso. Porque la logística y lo que Álvaro Uribe Vélez llamo el “derroche de la recocha”, salió como eso, un acto sin ley ni orden, ni Dios. Sin Dios porque este estaba a unos pocos kilómetros, ocupado con el expresidente y el exprocurador Alejandro Ordóñez.

En el discurso de Santos, en el que reiteró que las víctimas son el centro del acuerdo de paz y que la voluntad del pueblo —que se conocerá el próximo 2 de octubre— es el que le dará legitimidad a lo negociado, el coro invitado empezó a entonar el cuarto movimiento de la sinfonía n.° 9 Op. 125 en Dm de Bethoven, más conocido como el Himno a la Alegría.

Santos no supo qué hacer, solo siguió hablando, aprovechando la música. Fue evidente que no estaba planeado, pero funcionó, por fin durante toda la transmisión se sintió algo de emoción, diferente a la estática que hizo de la firma del acuerdo una transmisión que envidiarían los hacedores de películas de terror.

Esto se dio porque el sonidista, encargado de la mezcla del evento —espero que no haya sido un infiltrado del ‘No’—, puso al final de la cadena la puerta de ruido o gate, proceso que cierra el canal cuando no hay señal, en este caso la voz, para evitar la entrada de ruidos, lo que provocó que el acto más importante de la historia de Colombia del siglo XXI, quedará con el sonido de una película mexicana de mitad del siglo XX.

A unos pocos kilómetros del lugar, en la austeridad y sin sonidista que atrofiara su discurso, el senador Uribe, hizo lo suyo: denunciar que eso que llamaban la firma protocolaria de la paz era nada más que la puerta de entrada del castrochavismo a Colombia. Pero esta vez no lo hizo solo. Los huesitos envueltos en su carnita, estuvieron al lado de nada más y nada menos que del exprocurador Ordóñez, quien, como Vicky Dávila, en los últimos días viene ejerciendo la humilde labor del Youtuber, atacando el blasfemo proceso de paz.

Ambos de blanco, Uribe y Ordóñez, los dos pesos pesados, las armas secretas de Dios que mantienen en órbita a la tierra, arremetieron contra lo que calificaron como la entrega del país a los criminales.

“Anticipo, protestamos por la presencia de soldados castristas en Cartagena, esos soldados que Castro utilizó para el paredón, Castro que fue el promotor de las Farc, hasta que las Farc llena de dinero por el narcotráfico ya no lo necesitó. Un mensaje a Castro, un mensaje a Maduro, un mensaje a las Farc y a Santos: en Colombia no prosperarán”, dijo Uribe montándosela al pobre viejito cubano promotor de las guerrillas latinoamericanas y advirtiéndole a Maduro que se mantenga en Caracas con su socialismo del siglo XXI.

“A mis compatriotas que quieren el sí, les decimos solidariamente que los del ‘No’ también queremos el sí a la paz, el no a los acuerdos, porque es que los acuerdos no generan sí a la paz sino reproducción de la violencia”.

¿Eso fue una amenaza? ¿La paz que se firmó en Cartagena traerá más violencia? Las palabras de Uribe son para analizar. Movimientos de católicos extremos del Magdalena Medio ya amenazaron, a través de redes sociales, con tomarse las armas ante la firma del documento que devuelve a la vida civil a los guerrilleros de las Farc. Una cruzada a principios del siglo XXI, sin el apoyo del Papa, eso sí sería para la historia mundial.  Me imagino a todos sus miembros con tirantes, enarbolando la imagen del exprocurador, y con sombreros aguadeños, mostrando que vienen de la estirpe ganadera de Uribe.

Hablando de Ordóñez, quien no se podía perder el show que armó el Centro Democrático en Cartagena —quien sabe si seguirá siendo conservador—, no perdió la oportunidad para establecerse como el segundo en la línea de mando de los que no quieren ver a los miembros de las Farc como servidores o funcionarios públicos.

“Esto es una verdadera farsa, un verdadero engaño —explicó el exprocurador a un periodista de El Heraldo, como quien explica lo ‘complicado de lo simple’—. El acuerdo Santos-Timochenko entrega la institucionalidad. Las Farc no se van a someter a la Constitución, se someterán a las instituciones que surgen de La Habana y a la implementación que va a hacer Juan Manuel Santos”.

Ordóñez, haciendo alarde de su invisible aureola, advirtió que darles casa, tierra y dinero a quienes mataron, y porque “mataron se les premia”, es una pedagogía nefasta: “Los que queremos las paz vamos a votar el No —dijo el exprocurador que ya se trae entre manos una cruenta lucha política—. Hay que esperar qué pasa el domingo, hay que esperar si se aprueba (el plebiscito), porque, aprobado, el presidente empieza a ejercer sus facultades dictatoriales y, si eso es así, hay que enfrentar a las Farc y a Juan Manuel Santos en el inmediato futuro”.

Qué película tan buena la que se viene. Mientras espero el desenlace les diré que yo saldré a votar el próximo domingo, que dejaré una ‘X’ en el tarjetón que me den, no por porque ‘Timo’ haya ofrecido perdón en vez de pedirlo, no porque Santos diga que es la oportunidad de cambiar el rumbo del país; no porque Ordóñez y Uribe aseguren que los criminales y narcos se adueñarán de la tierra, votaré porque, aunque sea solo con un ‘Si’ o un ‘No’, Colombia tiene la oportunidad de cagarla de nuevo democráticamente y, en el futuro, quiero decir que fui parte de esa cagada, tan cagada como la del sonidista que amplificó la firma protocolaria de los acuerdos de paz. Y sí, votaré por el ‘Si’.

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