A finales de octubre la Reserva Federal de Estados Unidos puso fin al programa de compra de bonos del Tesoro, que se realizaba mensualmente.
Con la Flexibilización cuantitativa (QE), que fue implementado para crear empleos, aliviar las hipotecas y como factor importante para estimular la economía, un programa que consistió en inyectar liquidez masiva para recuperar activos. Luego de más de seis años de ejecución Estados Unidos creció con un balance de más de 4 billones de dólares, la inflación se aceleró de manera moderada y las cifras del desempleo se redujeron por debajo de un 6%.
Con el anuncio de la disposición de terminar con el QE, se generó por tangente las expectativas de revaluación después de la gran entrada de capitales. Todo el flujo de capital asequible impulsó a los mercados, pero no por mucho tiempo.
El Banco de la República mantiene la tasa de interés, mientras el tipo cambiario se ve afectado.
La intervención al mercado cambiario lo hizo Estados Unidos con el QE, manteniendo fijo el tipo de cambio sin afectar la tasa de interés que se mantuvo en cero.
En el panorama internacional, las decisiones económicas de EE.UU., no fueron equitativas, con un euro y las economías latinas revaluadas, los ajustes monetarios que se vienen a futuro, tienen un actor, responsable de la desaceleración y crisis que hoy vive Europa, Asia y Latinoamérica.
El mundo sacó de la crisis a EE.UU. gracias a la implementación del programa (QE), en todas sus etapas; se demostró que países que operaban con grandes mercados internos, operaron con déficits comerciales en cuenta corriente y también con déficits fiscales, contrario a EE.UU, que se dio el lujo de mantener la tasa de interés en cero durante seis años por el elevado ahorro, impidiendo crecimiento para los mercados asiáticos, europeos, mixtificando la economía latina con el plus de los productos básicos.
La situación económica del país está en crisis, el mal modelo comercial implementado en los anteriores gobiernos e intensificado por el actual, ha palpado la pérdida del poder adquisitivo de las familias colombianas; y es que el Gobierno está encaminado al “desarrollo del sector minero-energético y agroindustrial”, lo que evidencia una vez más que el país dependa de la importación de alimentos, gracias a los excedentes que percibe de los principales renglones productivos, incrementando el costo de la vida.
Lo cierto es que la economía no anda bien, las importaciones siguen al alza, solamente en el mes de septiembre, aumentaron un 12,5%, en productos agropecuarios y un 19,2%, en alimentos y bebidas, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE).
A esto se le suma la disyuntiva del salario mínimo vigente (SMV) que fue calculado con un dólar revaluado en $1.700, frente a la divisa actual que se cotiza por encima de los $2.000.
Colombia continúa con el creciente déficit en su cuenta corriente, al igual que varias economías latinas, que impiden su crecimiento sostenible y que por el contrario aumentan el endeudamiento, tal y como lo está viviendo la periferia europea con la recesión.
En conclusión, el banco de la república debe intervenir la tasa cambiaria -presumiendo de su autonomía-, y el gobierno debe replantear las políticas monetarias controlando el balance comercial, buscando un superávit fiscal, así como Latinoamérica debe salir del déficit en cuenta corriente, Colombia debe proyectar a tener una balanza comercial sustentada en los demás reglones de producción sin descuidar la seguridad alimentaria. En suma se reducirían notablemente las importaciones en éste rubro.
La necesidad de sustituir las importaciones empleando recursos propios y aumentando las exportaciones no es una utopía, es una necesidad.
